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En el año 2009, la oligarquía, aliada con los militares, llevaron a efecto un golpe de Estado contra el gobierno constitucional, liderado por Manuel Zelaya. Se le acusó de connivencia con el gobierno venezolano, (en ese entonces con Hugo Chávez en el poder). Zelaya fue acusado de intento de agregar una urna, en las elecciones  presidenciales, en la cual se consultaba a los ciudadanos sobre el cambio de la Constitución, votación no vinculante para tales efectos.

Manuel Zelaya fue sacado, durante la noche de su casa, en pijama, y enviado en un avión con rumbo a Costa Rica, en calidad de exiliado. El golpe de Estado oligárquico fue condenado por la mayoría de los gobiernos de América Latina. Al poco andar, Estados Unidos, durante el gobierno de Barack Obama, reconoció el golpe como legítimo.

A partir del derrocamiento de Zelaya, el poder en Honduras ha estado en manos del reaccionario Partido Nacionalista, cuyos dos Presidentes, Porfirio Lobos y Juan Orlando Hernández, han sido acusados de pertenecer a las mafias del narcotráfico, (el hermano de Hernández, Antonio, fue condenado a prisión perpetua en Estados Unidos). Una vez que el actual Presidente, Juan Orlando Hernández, deje el poder en esa nación, es muy probable que vaya a hacerle compañía a su hermano, en las mazmorras del imperio.

En las elecciones de 2017 ganó el candidato opositor, Salvador Nasralla, famoso presentador de televisión, y apenas se dieron a conocer los resultados de esa elección, sospechosamente se produjo un apagón y, al restaurarse la energía eléctrica, los resultados habían cambiado en favor del Presidente en ejercicio, Juan Orlando Hernández, a quien la Corte Suprema le había permitido presentarse a la reelección, aunque la Constitución la prohibía.

El Mar Caribe es el “mare nostrum” del paraíso norteamericano: el poder del este imperio se asienta en las bases militares de Colombia, de Honduras y, en parte, en Guatemala y, desde hace poco tiempo, en El Salvador.

Honduras se ubica en una posición estratégica, que le permita el camino expedito y económico de la ruta del narcotráfico hacia Estados Unidos, que le permite conducir la droga desde Colombia hacia el poder comprador de Estados Unidos.

Los tres países del Norte de Centroamérica, que padecen del miedo al poder criminal de las mafias del narcotráfico, así como de la miseria extrema en que se hallan sumidos, están vaciando de sus países a sus habitantes, que huyen en caravanas hacia la frontera sur de Estados Unidos. Los hondureños están a la cabeza de las colonias centroamericanas en el país del Norte.

Honduras, después de Haití, encabeza lista de los países más pobres de América Latina. El nuevo gobierno de Joe Biden está intentando cambiar la política migratoria hacia el norte de Centroamérica mediante un apoyo a estos países, a fin de evitar que los ciudadanos se vean forzados a huir a causa del miedo, la corrupción y la pobreza extrema.

Las recientes elecciones de Presidente de la República, de Vicepresidente, del Congreso y de las Alcaldías, lograron  varios récords en la historia electoral de este país: en primer lugar, en forma inédita, votó más del 68% de los ciudadanos; en segundo lugar, fue elegida a la primera magistratura una mujer, progresista, (esposa del ex Presidente Zelaya), Xiomara Castro); en tercer lugar, el nuevo Partido Libertad y Refundación, se convirtió en la primera fuerza en el Congreso unicameral, obteniendo 49 escaños;  45 escaños obtuvo el Partido Nacional, 22 del Partido Liberal, 10 el Partido Salvador, 1 de la Democracia Cristiana y 1 del Partido Anticorrupción. La Presidenta electa,  Xiomara Castro, obtuvo una de las más altas votaciones de las últimas décadas, con el 50, 63% de los votos, aventajando por casi el 20% al oficialista Partido Nacional, representado por Nasray  Astura, quien sólo logró el 38,63% de los votos; el tercer lugar lo obtuvo el Partido Liberal, con su candidato Yani Rosenthal, con el 9,46% de los sufragios, (antes había estado en prisiones norteamericanos por lavado de dinero).

El gobierno del Partido Libertad y Refundación no será fácil para la Presidenta electa de Honduras: en primer lugar, debe enfrentar las condiciones de miseria, descomposición social y de terror que aqueja al país; en segundo lugar, de alguna manera tendrá que buscar acuerdos con los países del Norte del Continente, (México y Estados Unidos), a fin de detener la ola migratoria de ciudadanos hacia la frontera de México-Estados Unidos; en tercer lugar, deberá buscar formas de cercanía y alianzas  con los países del norte de Centroamérica, (en el caso de El Salvador, bajo el gobierno Nayib Bukele, quien ganó en las elecciones presidenciales al duopolio de partidos tradicionales, Arena, por la derecha, y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, de izquierda, duopolio que dominó la política  salvadoreña, con gobiernos famosos por la corrupción; los dos últimos Presidentes, Sánchez y Funes, pertenecientes al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, han tenido que huir del país para evitar la cárcel, acusados de corrupción).

En las recientes elecciones parlamentarias en El Salvador, el Partido Nuevas Ideas obtuvo la mayoría absoluta del Congreso, que le permite a Bukele la expulsión de los jueces constitucionales y, de esta manera, dominar los tres poderes del Estado y desde ya, la Corte Constitucional ha autorizado la reelección inmediata, en este caso, del Presidente Bukele.

Estados Unidos mira con recelo al Presidente Bukele, a quien la Prensa occidental lo define como “el tirano de la generación millennials”. Bukele, 35 años, hijo de padre musulmán y madre católica, ha logrado relegar a un segundo plano a los poderosos Partidos Arena y Frente Farabundo Martí para la Liberación Naciona y convertir a estos Partidos en una ínfima minoría política en el país. A su vez, se  le acusa de haber pactado con las “maras”, a fin de mostrar que, junto a los militares, está logrando la reducción de criminalidad, que dominaba la capital del país.

Al gobierno demócrata de Joe Biden se le hace muy difícil mantener como eje el control del Mar Caribe, tanto  a Honduras como  a El Salvador, y a pesar de sus diferencias con las políticas de Trump en América Latina, no ha logrado influir mayormente hasta ahora en regular la migración hacia el país del Norte.

La guerra larvada entre Estados Unidos y China por el disputa en el mercado latinoamericano, (ya es favorable a China en algunos países de América del Sur), se está trasladando a Centroamérica, quedándole al imperio casi exclusivamente el dominio de Colombia pues, incluso, Brasil, bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, (fiel servidor de Donald Trump, y “dilecto amigo” del candidato chileno a la presidencia, José Antonio Kast), está dispuesto a aumentar los Tratados Comerciales con China.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)          

09/12/2021

 

 

Historiador y cronista

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  1. Felipe+Portales says:

    ¡Gracias Rafael Luis por tan completo análisis! ¡Qué desastre hemos sido las naciones «independientes» en América Latina! Y no solo por culpa de las derechas…

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