El Congreso peruano rechazó la vacancia en contra del Presidente Pedro Castillo Terrones
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La periodista Rosa María Palacios ha definido muy bien la utilización del recurso de la vacancia como un método de “golpe de Estado”, sin tanques ni militares en las calles. Para lograr la salida del poder de Presidentes débiles y carentes de apoyo parlamentario, la vacancia por inmoralidad permanente es el camino más rápido para expulsar del poder a los mandatarios. Así ocurrió con Pedro Pablo Kuczynski, quien se anticipó a renunciar ante la inminencia de la aprobación de su vacancia por parte del Congreso.
Posteriormente, quien lo reemplazó en el cargo, el Vicepresidente, Martín Vizcarra. Vacado y remplazado por Manuel Merino, apenas duró unos pocos días en el poder, pues se vio forzado a renunciar por la presión social, que costó la vida de dos jóvenes. Posteriormente, el líder del Partido Morado, Francisco Sagasti, como presidente del Congreso y luego Presidente de la República, convocó a elecciones presidenciales a realizarse en el mes de abril de 2021; en la segunda vuelta compitieron los candidatos Keiko Fujimori y el catamarqueño campesino y profesor rural, Pedro Castillo.
Actualmente en América Latina, la derecha y el imperialismo han reemplazado el apoyo a los golpes militares por métodos más sofisticados, entre ellos, el acusar de “fraude electoral” a sus rivales de izquierda; en otros casos, por ejemplo, en Brasil, se recurrió a la acusación constitucional en el caso de la Presidenta Dilma Rousseff, y como también a la vía judicial a Luiz Inácio Lula da Silva, sobre la base de falsas acusaciones de corrupción, y de esta manera, retirarlo de la competencia, hecho que abrió el camino al ultraderechista y militarista, Jair Bolsonaro.
El régimen político peruano tiene el récord de que la totalidad de los Presidentes, elegidos a partir del triunfo de Alberto Fujimori, han sido acusados de corrupción. Los padres de este régimen corrupto fueron, a su vez, los líderes que posibilitaron el triunfo de un desconocido rector de universidad, Alberto Fujimori, quien logró vencer en la segunda vuelta a Mario Vargas Llosa, (hoy ha pasado de liberal, a ultraderechista). Fujimori no hubiese ganado sin el apoyo del líder del APRA, Alán García quien, posteriormente, recurrió al suicidio ante la inminencia del juicio por corrupción.
La institución de la vacancia, que existía desde el siglo XIX en la Constitución peruana, y refrendada por la Constitución del Presidente Alberto Fujimori, permite al Congreso la declaración de vacancia del cargo del Presidente de la República, por las siguientes causales: primero, por fallecimiento; segundo, incapacidad física y moral; tercero, por negarse a convocar a elecciones. El numeral sobre incapacidad física y moral, ha sido aplicado, de forma inconstitucional, reemplazando la incapacidad mental, o bien, la enfermedad invalidante, por una grave acusación en contra del Presidente de turno, sobre la base de acusaciones vagas de actos inmorales.
La vacancia no es igual al juicio político, contenido en las Constituciones presidencialistas, incluido Estados Unidos, donde nació la idea, (impeachment). En Perú, para aprobar la vacancia, basta que la oposición cuente con los 2/3 de los congresistas, es decir, en el caso actual, 87 de 133 congresistas.
La derecha, en su afán de derrocar al izquierdista Presidente, Pedro Castillo, quien ganó en la segunda vuelta a su rival, Keiko Fujimori, por un estrecho número de votos, recurrió en primera instancia a acusar de fraude electoral, lo cual retrasó, en casi un mes, la proclamación de Castillo. Cuando los seguidores de la hija del dictador Fujimori no pudieron probar dicho fraude, adoptaron el camino del recurso a la vacancia.
El choque entre el Congreso peruano y el Ejecutivo ha sido, en la práctica, casi permanente, pues si bien PPK logró ganar por muy pocos votos a la candidata Fujimori, en 2017, el Partido Fuerza Popular era el mayoritario, con más de 70 escaños de 173 en el Congreso, mientras que PPK sólo tenía el apoyo de una minoría y de un partido político pequeño, lo cual permitía a Keiko Fujimori, con la alianza con el Partido APRA, lograr la vacancia del entonces Presidente P.P. Kuczynski.
Los Fuji-apristas intentaron aplicar la vacancia en dos ocasiones: en la primera, el Presidente logró evadirla al comprarse un sector del Partido de gobierno, liderado por el congresista, Kenji Fujimori, el otro hijo del dictador, quien negoció con PPK la liberación de su padre, aduciendo “motivos humanitarios”. En el segundo intento, PPK renunció antes de ser vacado, cargo que fue ocupado por el Vicepresidente, Martín Vizcarra quien, al poco andar, se enfrentó al Congreso , y lo cerró al rechazar la confianza a dos gabinetes consecutivos por parte de la mayoría de sus miembros.
El nuevo Congreso resultó más dividido y corrupto que el anterior y, muy pronto logró, por mayoría de votos, la vacancia del Presidente Martín Vizcarra. El presidente del Congreso, Manuel Merino asumió como Presidente, y fue derrocado debido a las manifestaciones populares en su contra.
La vacancia en Perú no es una vía para expulsar del poder a Presidentes corruptos, pues tanto el gobierno como la oposición están ya podridos; en el caso actual la líder de la oposición, Keiko Fujimori, está a punto de ser convocada al juicio oral, y arriesgaría una pena de 30 años de prisión, solicitada por el fiscal del caso.( El 75 % de los encuestados rechaza a los miembros del congreso )
Los tres partidos políticos de la derecha fascista, Fuerza Popular, (liderado por Keiko Fujimori), Renovación Popular (de Rafael López Aliaga), y Avanza País, (comandada por Patricia Chirinos), han logrado atraer a sus posiciones ultraderechistas y a generales y almirantes, quienes apenas disimulan el desprecio que les produce un campesino rondero y, para más remate, sólo un profesor primario, que no cejan en el intento de derrocar, de una vez por todas, al Presidente Pedro Castillo.
Para los cándidos que siguen creyendo que los candidatos que se autodenominan libertarios van a mantener y profundizar la democracia – caso Bolsonaro, Kast, Fujimori Milei – baste analizar las vueltas de carnero del famoso Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, quien de evangelista de la libertad ha pasado a convertirse en partidario de Keiko Fujimori, y en Chile, de José Antonio Kast, de la extrema derecha chilena y pinochetista confeso, entre otros. La libertad que pregonan los ultraderechista sólo tiene validez para una minoría oligárquica, dueña del poder. Se puede criticar a los dictadores de izquierda, pero jamás a los militaristas de derecha.
El indagar sobre acciones corruptas en el Perú resulta una tarea bastante fácil, pues el régimen político está destruido, sobre todo en su sistema político que se caracteriza por la polarización de una extrema izquierda y una extrema derecha, que deja muy poco espacio al centro político.
Para vacar a Castillo a la derecha le faltaban unos pocos votos para lograr los 53 requeridos para admitir a trámite la discusión de la vacancia. Contaban con el quiebre del Partido del gobierno, Perú Libre, dividido entre los seguidores de Vladimiro Cerrón, izquierdista y bastante fanático e infantil, y los miembros que pertenecían al magisterio, fieles a Castillo. En este caso, el sector que sigue de Cerrón no pisó el palito y votó en consecuencia en contra de la vacancia.
La discusión de la vacancia fue rechazada por 71 contra 46, y 4 abstenciones.
La situación peruana demuestra que para destruir la democracia basta con provocar, por medio de una Prensa vendida a los empresarios, una división entre la izquierda y los progresistas, azuzando escándalos, a fin de que el sectarismo, propio de la ultraizquierda, caiga en la trampa de transmitir vacíos discursos revolucionarios, que acusen de “caviares” o de “amarillos” a sus contradictores del resto de la izquierda, (en el caso chileno, bastaron pocos minutos para destruir una democracia, tan difícilmente conquistada, por el golpe de Estado de 1973, que derrocó al Presidente constitucional, Salvador Allende).
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
08/12/2021