Poder y Política

Ante dilemas cotidianos, triunfa José Antonio Kast

Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 33 segundos

El “estallido social” de octubre de 2019 fue el epítome de un largo agotamiento del modelo económico capitalista chileno basado en las ventajas comparativas y la “acumulación por despojo”. En ese entonces la ciudadanía chilena anhelaba mejorar sus condiciones materiales de existencia. Ello se veía verificado en pancartas que decían: “basta de abusos”, “No + AFP”, no más ISAPRES, etcétera. Pero con el paso del tiempo se fueron agregando otros significantes, por parte de movimientos diversos, de identidad, lenguaje inclusivo, que se alejaban del propósito original del malestar de la ciudadanía. De hecho pensar que el estallido social implicaría una destrucción del modelo capitalista es un craso error. (Quizás algunos jóvenes anarquistas lo hayan visto así, pero no).

Así, la destrucción del inmobiliario público, la pandemia, la inseguridad en los barrios, el narcotráfico, la migración descontrolada y, sobre todo, una pauperización de las condiciones materiales, lleva nuevamente al deseo por la restauración, el orden, el crecimiento económico, que es lo que al ciudadano le interesa. En definitiva las cuestiones materiales.

En tal sentido, José Antonio Kast ha personificado ese deseo de volver a un estado de cosas, en el cual reine el orden o el crecimiento económico, interpelando conceptos básicos para las personas, y de los cuales la izquierda no tiene un discurso claro (o sencillamente no tiene). Por ejemplo, la familia, la seguridad o la libertad, e incluso la izquierda le regala a la derecha un símbolo tan importante como la bandera chilena. Ayer observaba como José Antonio Kast tenía en su estrado una bandera chilena, algo que en las manifestaciones de octubre se ven poco, porque se asocia la bandera chilena a “fascismo” o a políticas de derecha (pinochetismo), cuando eso es una equivocación.[1] Más aún para aquel votante (piénsese en el campo del valle central) que le hace sentido los símbolos patrios. Si se observa en los países con Estado socialistas en el pasado, estos fueron muy nacionalistas, en los cuales la bandera es significativa. En Cuba, por ejemplo, durante la revolución cubana no se veían banderas rojas, sino cubanas. Ese fenómeno de países socialistas fuertemente nacionalistas fue destacado nada menos por el historiador inglés Eric Hobsbawm.

Ahora bien, las izquierdas han enfatizado mucho en una retórica teórica, sofisticada, pero ha perdido sentido práctico. Es un discurso que al ciudadano que vive en Cerro Navia, Pudahuel, Maipú o Lo Prado en Santiago, o en el campo, no le hace sentido. En el caso de estas comunas de Santiago se vive constantemente con el miedo al narcotráfico (las balaceras son de todas las noches), con un estallido social que anteriormente hubo individuos que saqueaban los supermercados cercanos a sus barrios, y que los dejaban sin mercadería.

Además, problemas de integración cultural en comunas como Estación Central, donde los vecinos residentes de varios años se quejan de ruidos molestos, fiestas o edificios habitados por varias familias extranjeras recién llegadas en los guetos enormes construidos durante la alcaldía de Rodrigo Delgado, provocan tensión observable en el ambiente. Muchos edificios, poco bienestar. También se puede observar mucho comercio informal en las calles, con haitianos, venezolanos, colombianos, que han ocupado las calles, y sin dejar transitar. Y en la televisión, todos los días en los noticiarios se exhiben reportajes, sobredimensionando el problema, en los cuales se asocia de manera latente delincuencia y suciedad con migrantes.

Y en regiones se observa el mismo patrón. El medio Iquiquevisión, en sus redes sociales, todos los días publica reportajes en el cual aparecen migrantes que se “toman” las calles con carpas o asaltos a transeúntes cometidos por extranjeros. Ahora último la detención de un ciudadano colombiano, que fue apresado tras asaltar una micro en esa ciudad, tuvo amplia repercusión días antes de la elección presidencial en los canales de televisión.[2] Y, precisamente, José Antonio Kast en esa región obtuvo una alta votación. (Incluso, Kast propuso un debate con los candidatos presidenciales precisamente en Colchane, zona de gran afluencia de migración ilegal. De hecho, él junto a Marco Enríquez-Ominami fueron los únicos en visitar la zona norte. Boric, en cambio, ni siquiera se asomó a esa zona)[3]. En Chile no ha existido un debate serio sobre la migración. La migración es un fenómeno complejo, que no solo atañe a Chile sino al mundo. Como no hay discusión, no hay matices al respecto. O son bienvenidos todos los migrantes (Boric), o se expulsan a todos (Kast). Ambas posturas plantean una imposibilidad de realización.

En virtud de lo anterior, tengo la impresión que en la ciudadanía chilena hay una sensación de ser “abusados” ya no solo por los empresarios o las AFP, sino por la llegada “descontrolada” de migrantes que ocupan barrios y trabajos, y ante cualquier problema, se les acusa, se les demoniza. En redes sociales aparece mucho la etiqueta “ser de luz”, etiqueta peyorativa para referirse a aquellos migrantes “traídos” por los gobiernos de la presidenta Michelle Bachelet y el presidente Sebastián Piñera que no son el “aporte” que el país necesita.

De esos problemas cotidianos la izquierda no ha dado cuenta, pero si Kast. En efecto, él, con un discurso simple y de fácil recepción, ha sido capaz de interpelar a esa ciudadanía empobrecida, luego del estallido social, y que finalmente ha dicho “basta”. Una ciudadanía que ve que los puestos de trabajos son ocupados por extranjeros, no por chilenos, y que siguen manteniendo los sueldos bajos de siempre.  Ciudadanía que ya no quiere ver el centro de Santiago rayado con graffitis, o que todos los viernes haya jóvenes haciendo barricadas o lanzando piedras a Carabineros. Esa ciudadanía que quiere soluciones prácticas y que se ha visto desilusionada por los errores de la izquierda; los desafortunados casos de Rodrigo Rojas Vade, Karina Oliva, o las prácticas de la Convención Constituyente “extrañas”, a su parecer. Todo ello posibilita una lógica de restauración, la cual no significa una “derechización” de la sociedad. Como hemos publicado en otros artículos, hay personas que votaron apruebo, pero no le gusta migración descontrolada, por ejemplo.[4]

Una “restauración” que no es “fascismo”, como dicen algunos analistas. Kast no es fascista. Hay un error conceptual, muy propio de la izquierda, que intenta etiquetar como fascista o neofascista, incluso de analistas internacionales. En realidad el discurso de Kast es el discurso que tuvo la UDI en lo 90, como dice Hugo Herrera.[5] Las ideas de progreso, orden, seguridad, Estado mínimo, temas valóricos, es una continuidad de ese discurso de los años 90, el cual tiene como objetivo no solo mantener el orden institucional de la dictadura cívico militar, sino de conservar los privilegios de las élites económicas, políticas y culturales de las derechas.

Además el tono del discurso de Kast ni siquiera es agresivo. Al escuchar a José Antonio Kast en televisión o en alguna concentración como la de ayer más parece un sacerdote o predicador. Desde mi punto de vista su discurso no posee un tono vulgar como el de Jair Bolsonaro o visceral como los casos de Matteo Salvini y Santiago Abascal. Piénsese en el mismo caso de Bolsonaro, con quien ni siquiera se puede dialogar. En el caso de Kast al menos sí. Por último va a casi todos los debates (no fue al convocado por la Universidad de Chile en su casa central).

En fin, si el discurso de la izquierda sigue con muchas abstracciones, sofisticado, con conceptos rebuscados, no ganará las próximas elecciones. Kast, con un discurso simple y repertorio muy conocido en el mundo de las derechas, quizás un tanto alejado también de la abstracción economicista de la UDI y más “político” puede obtener el triunfo el próximo 19 de diciembre de 2021.

 

Fabián Bustamante Olguín

 

Doctor © en sociología, Universidad Alberto Hurtado

Docente en ETHICS-Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile

[1] Sobre este punto de la bandera, me baso en la entrevista al sociólogo español César Rendueles. Al respecto, véase, https://www.elmundo.es/opinion/2018/01/13/5a5902a0ca4741d6228b45ff.html

[2] https://iquiquevision.cl/2021/11/20/en-prision-preventiva-quedo-colombiano-que-asalto-a-adolescente-y-a-pasajeros-de-microbus/

[3] https://www.radioagricultura.cl/politica/2021/09/29/jose-antonio-kast-visita-colchane-aqui-uno-puede-percatarse-que-no-hay-medidas-que-ayuden-a-las-personas.html

[4] https://www.mensaje.cl/ideas-radicales-latentes-en-la-sociedad-chilena/

[5] https://www.biobiochile.cl/especial/bbcl-investiga/noticias/entrevistas/2021/11/20/kast-como-un-udi-noventero-y-el-dualismo-de-dos-boric-diferentes-las-definiciones-de-hugo-herrera.shtml

Doctor © en sociología, Universidad Alberto Hurtado Docente en ETHICS-Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile

Related Posts

  1. Margarita Labarca Goddard says:

    Fabián Bustamante, todo lo que usted dice es absurdo. Está menospreciando al pueblo, que según usted sólo es capaz de en tender consignas simplonas e insensatas. Entonces ¿en qué quedaron las consignas inteligentes y muy bien fundadas que se exhibieron durante las protestas de octubre de 2019? No es esa la razón del resultado de la primera vuelta electoral. Si sólo votó el 47 del padrón, Kast sacó el 13% del total del padrón, y Boric el 12%. Eso significa que más de la mitad de los votantes se abstuvieron, porque ya nadie cree en los políticos profesionales y ambos candidatos lo son. Ni las promesas de Kast son muy buenas ni las de Boric son malas y están alejadas del pueblo que no las entiende. Creo que hay que hilar mucho más delgado de lo que usted hace, para entender el fondo de este fenómeno. La desconfianza de los partidos políticos y consecuentemente la abstención, se han entronizado en muchos países del mundo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *