Columnistas

Campesinos en tiempos de la Unidad Popular

Durante el Gobierno del presidente Salvador Allende, trabajé en el área agrícola, en intervenciones de fundos. Hasta poco antes, los campesinos se paraban fuera de la casa del dueño y esperaban horas que el patrón se dignara atenderlos. Se sacaban el sombrero y lo sostenían con las dos manos sobre el pecho, siempre tenían la vista baja, y decían “Sí, su merced…mande, patrón.”
Ahora, en esta etapa de los comienzos de la Unidad Popular, había compañeros de la Federación Ranquil –de izquierda-, otros de la Democracia Cristiana, la Federación Triunfo Campesino, porque en materia agrícola Frei había establecido la «libertad» sindical, había varias federaciones y organizaciones diversas.
Al principio los campesinos llegaban a mi oficina recelosos, desconfiados.
También era una experiencia nueva para ellos. Se preguntarían ¿quién es esta mujer, qué se trae, qué sabe ella de cuestiones campesinas, si seguro no distingue el trigo de la alfalfa? (bueno, esto último era bastante cierto). Me acuerdo de uno que era dirigente de la Triunfo Campesino, que era muy parado en la hilacha y por eso me gustaba. Mellado se llamaba, muchas veces me he preguntado qué habrá sido de él. El hombre era joven, bien plantado, lo estoy viendo. Me decía «Señora, HAY que intervenir el fundo XXX en Talca, porque está paralizado». Yo le contestaba: «Señora no, compañera. Y por favor, explíqueme por qué HAY que intervenir ese fundo». Casi siempre el motivo de la intervención era el mismo: el dueño había desmantelado el predio, se había llevado los animales, las herramientas, todos los enseres de trabajo a la Argentina. Los campesinos se estaban muriendo de hambre, trabajaban poco menos que con las uñas.
Los campesinos se habían transformado en personas inteligentes, propositivas y exigentes. En poco tiempo habían adquirido una gran dignidad.
Para no alargarme, les diré que terminé siendo amiga de todos ellos; y ellos se transformaron en mis compañeros del alma, porque eran los únicos en quienes me podía apoyar y ellos sabían que yo era una de las pocas que los apoyaba, porque este asunto de las intervenciones agrícolas a muchos no les gustaba en el gobierno.
Ahora he leído con gran tristeza, que los hijos de campesinos, aunque ya no trabajen en el fundo, le siguen diciendo “patrón” al dueño de las tierras. Pero estoy segura de que eso va a cambiar, porque la experiencia de sus padres o abuelos está presente en el fondo de sus corazones. Y porque lo que se está exigiendo es dignidad. Todos sabemos que eso no depende de tal o cual presidente, sino de un pueblo que va a ir creando poder popular.
Por Margarita Labarca Goddard



El Clarín de Chile

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