Jean-Luc Mélenchon: “Francia puede ser la punta de lanza de un modelo espacial al servicio del interés humano general”
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El lanzamiento de Ariane 5 el 22 de octubre nos recordó nuestro papel en la nueva frontera que atraviesa la humanidad: el espacio. Gracias a una voluntad política clara y constante, y a la ardua labor de sus trabajadores, ingenieros y científicos, Francia se ha situado a la cabeza de las potencias espaciales. Kourou, en la Guayana Francesa, es el tercer puerto espacial del mundo. La contribución de cada francés al espacio es la segunda mayor del mundo. Como todas las hazañas científicas y técnicas realizadas por nuestro país, ésta fue posible gracias a la movilización de su Estado en una dirección de interés general.
Desde entonces, dominamos todos los conocimientos técnicos necesarios para la producción y el lanzamiento de satélites, los viajes tripulados y la exploración científica del sistema solar. Se trata de una baza importante, ya que hoy en día casi todo en el mundo desarrolla o adquiere tecnologías espaciales: telecomunicaciones, transporte de mercancías y personas, observación del medio ambiente y de las especies, aplicaciones digitales.
Pero cuidado: en el ámbito espacial, la humanidad está llegando también a un punto de inflexión. Se propone una orientación, la del » nuevo espacio», que corresponde a una visión liberal anglosajona. Sus amos son multimillonarios sin escrúpulos que sueñan con hacer del espacio su nuevo patio de recreo y, sobre todo, una gran fuente de beneficios. Subvencionados por el presupuesto de Estados Unidos, sueñan con fútiles sueños de turismo espacial o de publicidad luminosa en el espacio. Esto es, antes de que obstruyan la órbita de la Tierra con «constelaciones de mini-satélites». Así, ya están preparados para reproducir en el cielo todos sus desmanes terrestres e incluso se están preparando para apropiarse y minar las estrellas. De hecho, desde 2015 Estados Unidos ya ha “legalizado” esta privatización del espacio. Luxemburgo, que nunca llega tarde a las gangas financieras, siguió su ejemplo en 2016. Rompieron unilateralmente el tratado espacial de 1967, en el cual todos los cuerpos celestes fueron declarados res nullius (se consideraba que no pertenecían a nadie). ¿Qué ha dicho Francia para contrarrestar esta locura? Nada. Bajo las presidencias de Hollande y Macron, se ha revolcado en el seguidismo servil.
¿Acaso la humanidad ha salido al espacio para hacer publicidad a unos cuantos multimillonarios y a las multinacionales que poseen? ¿O salimos para ampliar el campo del conocimiento científico y para mejorar la vida de los seres humanos? Si los franceses lo deciden en las próximas elecciones presidenciales, nuestro país puede convertirse en la punta de lanza de un modelo espacial de interés general humano: le corresponderá dar vida a una francofonía científica y espacial, creando una universidad espacial internacional.
Creemos en una carrera profesional orientada hacia el espacio. Estas capacidades técnicas, en un momento de incertidumbre ecológica, son mucho más esenciales que el «internet de las cosas» que pretenden los proyectos de un Elon Musk. Propongamos una misión internacional de limpieza de la órbita baja de la Tierra para evitar colisiones de satélites que, de otro modo, serán inevitables y tendrán graves consecuencias en la Tierra. Estemos en primera línea para relanzar la idea de la exploración espacial internacional, en particular con las misiones robóticas hacia Marte, bajo la égida de la ONU y de las grandes asociaciones científicas internacionales.
Para ello, Francia debe evitar a toda costa un declive de su avance en el espacio, que es una amenaza latente por la incoherencia de nuestros dirigentes. Éstos han permitido que nuestra autonomía se deteriore en el seno de la Agencia Espacial Europea, creada por Francia. En 2017, Alemania rompió el acuerdo sobre satélites que habíamos establecido con ella. Emmanuel Macron ha firmado un acuerdo que ratifica el traslado de la construcción de un motor de cohete Ariane al otro lado del Rin. Mientras tanto, como socio desleal, el gobierno alemán quiere desarrollar su propia industria de mini-lanzamientos y utilizar un sitio de lanzamiento en Noruega en lugar de Kourou, en la Guayana Francesa. Esto, después de negarse a reservar la exclusividad de sus satélites para el lanzador europeo Ariane.
¡Basta ya! Francia no puede hacer nada bueno si ya no controla sus proyectos. Es hora de reforzar el Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES) y devolverle su lugar primordial en nuestra política espacial. Del mismo modo, es absurdo haber aceptado, sin siquiera un debate en el Parlamento, la instalación de un centro espacial de la OTAN en Toulouse, a pesar de la reciente historia de espionaje y engaño de Estados Unidos contra nosotros. Este centro debe ser cerrado. Francia debe ser capaz de defenderse. Pero debe rechazar la carrera armamentística espacial en la que están inmersos los Estados Unidos.
Si gano las elecciones presidenciales, propondré un nuevo tratado para la desmilitarización del espacio. Ampliaré la cooperación espacial de Francia con Rusia e Italia. Continuaré su cooperación efectiva con China. Efectivamente, Francia ya ha desarrollado y enviado, una cámara sobre el rover chino en Marte.
El horizonte espacial contiene una cierta visión de la humanidad. Una que tiene las miradas tornadas juntas hacia las estrellas en vez de quedarse únicamente clavadas en nuestros propios conflictos. ¿Qué otro camino para nuestro país?
Jean-Luc Mèlenchon
Candidato a la presidencia de Francia