Poder y Política

El señor Orrego y su molestia por los cambios en política exterior del candidato Gabriel Boric

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Al señor Francisco Orrego le molestan los cambios de política exterior que propone el candidato Gabriel Boric (El Mostrador, 25-10-2021). Le gustan las cosas como están. Pero olvida, o quizás no sabe, que la política exterior no tiene fines autónomos, sino es un instrumento de toda estrategia nacional de desarrollo. Si esta se modifica, será necesaria una nueva política exterior.

No puede considerarse entonces una sorpresa, ni menos calificar de ignorancia, que la propuesta programática de Boric contemple revisar aquellos acuerdos comerciales que resulten un obstáculo para la nueva estrategia de desarrollo que el candidato propone. Lo que sucede es otra cosa, pero no se dice. Orrego está contento con el neoliberalismo y no le agrada una nueva estrategia de desarrollo que dé término al extractivismo. Sus credenciales lo confirman: exdirector de Libertad y Desarrollo, subsecretario de Minería del primer Gobierno de Piñera y defensor de la vergonzante Ley de Pesca. O sea, no hay donde perderse.

Orrego intenta apoyar su postura en otros candidatos presidenciales y en algunos “especialistas” en relaciones económicas internacionales, que también cuestionan la política exterior de Boric. Ello debe agradecerlo el candidato: es señal de que el Quijote avanza y cabalga hacia el triunfo. Cuando se anuncian cambios en el país, los políticos, economistas y “especialistas” del establishment se desesperan. No quieren aceptar que son cambios ineludibles, que exige la ciudadanía desde el 18-O, para terminar con el régimen de injusticias.

Boric se propone modificar la actual estructura productiva, concentrada en la explotación y exportación rentista de los recursos naturales. Por ello anuncia transformaciones que agreguen valor a los procesos productivos. Ello permitirá recuperar una productividad, estancada desde hace 20 años; ayudará a descentralizar las inversiones a lo largo y ancho del territorio nacional; potenciará a las pymes; y favorecerá un empleo decente.




La política exterior, incluidos los acuerdos comerciales, tienen la misión de apoyar las transformaciones internas que se proponen al país. Por ello en la propuesta de Boric se estima necesario revisar los acuerdos comerciales y de inversión. No se busca renunciar a ellos, sino revisarlos, cuando sea necesario, al propósito que apoyen el nuevo modelo económico y productivo.

Por otra parte, el Programa de Boric otorga prioridad a los países de América Latina en su política exterior. El “barrio”, al cual se renunció en el pasado, será un referente para hacer integración económica regional, para tener una postura común frente a las inversiones extranjeras y para avanzar regionalmente en los temas sustantivos de la agenda internacional: protección del medio ambiente y lucha contra el calentamiento global, término de los paraísos fiscales, entre otros. Y, al mismo tiempo, será ineludible tener presente la paz, la amistad y la solución negociada a los conflictos entre nuestros países.

Así las cosas, con respecto a las disputas recientes con Argentina a propósito del Estrecho de Magallanes y el Mar de Drake, no se puede dudar, entonces, que hay que apelar al Tratado de Paz y Amistad, porque allí radican los instrumentos para la solución pacífica a la actual controversia. Y así lo ha destacado el senador Juan Ignacio Latorre, encargado internacional de la campaña de Apruebo Dignidad.

En cuanto a las afirmaciones, en años anteriores, de Boric, en favor de “dar mar a Bolivia”, hay que señalar que se realizaron en un contexto muy distinto al actual. Que Orrego no desespere, porque Boric, como Presidente, tendrá que sopesar los diversos factores legales, políticos y técnicos involucrados en las relaciones con el país vecino.

El tema de las relaciones con Bolivia es complejo. Tras el contundente fallo de La Haya, está perfectamente claro que Chile no tiene ninguna obligación jurídica de negociar con Bolivia su pretendido acceso al mar. También es evidente que la agresividad que mostró el gobierno de Evo Morales generó en su momento una contrarreacción en Chile, entre muchos de los ciudadanos que miraban con cierta simpatía la aspiración boliviana.

Pero hay que destacar que Chile y Bolivia están condenados a su vecindad geográfica y a la correspondiente necesidad de convivir. Además, el reclamo boliviano está incrustado en la propia Constitución Política del vecino país, como una exigencia permanente de su política exterior, lo que garantiza que no será olvidado, independientemente de cualquier acto de carácter legal.

Encontrar una solución razonable no es, pues, un imperativo jurídico, sino más bien estratégico-político. Y, como tal, debe enfrentarse con seriedad y sin apasionamientos.

Como primer paso, será necesario avanzar en reconstruir las confianzas de ambas partes, mediante una diplomacia que apunte a la eventual reanudación de relaciones diplomáticas plenas, pero que puede y debe fortalecerse desde elementos tales como las relaciones transfronterizas y subnacionales, intercambios culturales y científicos, becas universitarias de estudio, lucha antinarcóticos y contra el contrabando, y la búsqueda de intereses comunes en proyectos de desarrollo (el litio, por ejemplo), el turismo y las comunicaciones, etc.

Gran parte de esas ideas ya fueron recogidas y parcialmente desarrolladas por el Gobierno de Bachelet en los “13 Puntos”, pero descartadas posteriormente durante el Gobierno de Piñera, cuando Evo “pateó el tablero”, decidiendo judicializar el caso y llevarlo a La Haya (con el resultado conocido).

En forma paralela, será conveniente reestudiar políticamente todas las opciones que ya se plantearon históricamente y –posiblemente– imaginar nuevas. El espinoso tema de la soberanía (que el propio Boric ha declarado recientemente como “no negociable”), no necesariamente tiene que resultar insalvable, ya que en Bolivia van surgiendo voces que comienzan a redefinir el concepto de forma más moderna, despojándolo en gran medida de la formalidad retórica que lo complica políticamente.

En cualquier caso, es importante incorporar al Perú en estos esfuerzos, demandando la formalización oficial de opiniones relevantes en los casos que puedan potencialmente involucrarlo.

Chile tiene que “regresar a su barrio”, mejorando radicalmente su frágil relacionamiento regional actual. En el caso de Bolivia, ello pasa insoslayablemente por encontrar una solución creativa a sus demandas.

En suma, a diferencia de lo que piensa Orrego, es ineludible que las transformaciones exigidas por la ciudadanía obligarán a una nueva política exterior.

 

Por Roberto Pizarro y Luis Herrera

Fuente El Mostrador

Publicado en el Clarín con la autorización de los autores



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  1. Margarita Labarca Goddard says:

    Estas respuestas n o quedan exactamente a continuación del artículo a que se refieren, y eso produce confusión. Por lo menos a mí, me salen un montón de cosas antes de este comentario y por lo tanto digo que me refiero al artículo sobre los cambios en la política exterior del gobierno de Boric. Estoy totalmente de acuerdo con que debemos integrarnos a nuestro «barrio», que es toda Latinoamérica y especialmente nuestros vecinos: Argentina, Bolivia y Perú. Es absurdo y hasta ridículo que Chile esté en malas relaciones con todos sus vecinos, por lo cual ha adquirido fama de matón de barrio. Desde luego, ahora que en todos esos países hay gobiernos progresistas, se debe resolver ese desgraciado asunto. Hay que darle una salida al mar a Bolivia, lo que no es una obligación jurídica sino moral. Y ahora seguramente se podrá llegar a un acuerdo con Perú sobre este tema.

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