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La corrupción como cultura

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La pugna política por la presidencia ha discurrido en medio de acusaciones entre maleantes que develan el grado extremo de corrupción que corroe el sistema político. Se salvan señalados casos en un país en que la decencia pasó a ser una excepción.

Como telón de fondo, el por segunda vez presidente de la república aparece vinculado a un listado de poderosos que burlan las leyes de sus países y generan negocios en paraísos fiscales al modo de narcotraficantes y delincuentes, mientras luce una patriótica banderita en la solapa.

No hay día en que un robo monumental no se verifique en instituciones y personas que hacen de su supuesto patriotismo su aparente vocación de servicio público y no son más que ladrones con rajes caros.

El listado de personalidades e instituciones que han defraudado ingentes fondos fiscales son casi innumerables.

En el caso de las Fuerzas Armadas el descaro con que altos mandos han robado daría para procesos por traición a la patria y consecuente fusilamiento. El llamado milico gate ofrece cifras que ya son difíciles de escribir y de describir.

El Estado ha pasado a ser un botín de estos verdaderos soldados de fortuna a cargo irónicamente de la seguridad del territorio cuyos oficiales de cada tres palabras que dicen, una es patria y la otra es bandera. La tercera será: cómo voy ahí…

Las policías, Carabineros e Investigaciones, han tenido jefes que se han enriquecido con dineros destinados a sus respectivas instituciones. En el caso de Carabineros se ha descubierto una verdadera organización clandestina destinada a defraudar los fondos institucionales.

¿Qué se puede esperar de ahí en adelante? ¿Combatir el narcotráfico, el terrorismo y la delincuencia con esos delincuentes al mando de las policías?

Resulta una singular curiosidad digna de observar con microscopio aquel político que no ha sido financiado por empresas ni comprado por intereses para los cuales deberá hacer leyes ad hoc.

Y he aquí que la corrupción más putrefacta ha tomado sitio de preferencia en aquellos sectores de misa diaria, de cilicio, católicos de tres sacramentos y misa dominical, aquellos que intentan ser decentes por la vía de comprar en tiendas de ropas caras.

Esta es gente que desayuna patriotismo. Esta es la derecha que hace gárgaras con los conceptos patrios solo para defender sus intereses personales y que han sido quienes han entregado las mejores riquezas nacional es al dominio extranjero.

La patria es una buena coima.

Empoderados detrás de un conservadurismo utilitario y de papel maché, no miran mucho sus principios cuando se trata de negociados en el que el país, esa copia feliz del edén, pierde ingresos, soberanía y las riquezas de su territorio.

Defensores a ultranza de lo chileno, elevan una bandera kilométrica para demostrar su amor por esta tierra no importa si de manera simultánea entregan sus riquezas al extranjero.

Macarras que han hecho de la mentira un expediente para acceder al poder y una herramienta para burlar las leyes a las que obligan a otros desde sus púlpitos de una supuesta superioridad moral que no tiene ni por pienso.

Así, los tribunales de justicia y las fiscalías han mirado puntualmente para el lado frente a escándalos de marca mayor. Pero, sin vergüenza, han usado la prisión preventiva como condenas a priori a centenares de jóvenes encarcelados desde el estallido del octubre de 2019.

Justicia corrupta y miserable.

Ha pasado lo mismo con el Servicio de Impuestos Internos. Los políticos corruptos, con la señalada excepción del Partido Comunista, han librado de la cárcel solo porque ese servicio corrompido hasta la madre ha sido comparsa de los poderosos.

La biografía del presidente Piñera es más bien un prontuario que explica la fortuna que lo ha hecho un pobre, triste, bruto y torpe millonario.

Esta cultura de la podredumbre moral ha arrastrado a las instituciones que se suponen el dique de contención de la borrachera del robo y la estafa, ya es una cultura bien asentada en nuestra sociedad.

La derecha en todas sus expresiones y trincheras, los millonarios, los militares y la iglesia, han sido precisamente los mejores exponentes de una cultura de la mentira, del fraude y la corrupción.

Y si aún conserva un importante apoyo entre la población, incluso entre la más carenciada, es por el daño que casi cincuenta años de derecha ha inoculado en la población vulnerable.

Y, por cierto, por los errores y renuncia de la izquierda que dejó las poblaciones y los sindicatos a expensas de la manipulación y la mentira mientras esperaba que algo cayera desde la vereda de enfrente.

O del cielo.

 

Por Ricardo Candia Cares

 

 

 

 

 

Escritor y periodista

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  1. Mónica+Fernández+del+Pino says:

    Magnífica las columnas de Ricardo Candia. En esta ocasión retratando hasta el alma de los desalmadxs que detentan el poder.

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