¿Está en peligro nuestra democracia?
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La primera pregunta que debemos hacernos es si realmente tenemos una democracia efectiva. La respuesta es siempre comparativa con otros países y otras democracias. Chile es un país subdesarrollado, eso quiere decir que tenemos una sociedad económicamente incompetente y socialmente desintegrada, con una institucionalidad precaria, por no decir decadente, si se le compara incluso con lo que tuvimos antes de la dictadura.
Por tanto, nuestra democracia es una formalidad enjuiciable dentro de una estructura oligárquica.
Es oligárquica porque los sectores que dominan la sociedad se encuentran concentrados en una capa económica, política, judicial y militar que instalaron lazos cruzados de filiación y dependencia, tan cerrados, que prácticamente hicieron imposible filtrar políticas que contravinieran sus intereses por un espacio de 47 años.
Tenemos muchas leyes, pero estas normativas son tremendamente ineficaces y distorsionadas, además de sesgadas. Tuvimos una “democracia protegida”, cuando se dejó atrás la dictadura, es decir accedimos a una democracia inauténtica, y todavía la tenemos, pues existe una segunda cámara (el Tribunal Constitucional); tenemos quórums excesivos para reformar las leyes fundamentales; nos guiamos por leyes electorales que dificultan la competencia electoral de los “independientes”, se prohíbe constitucionalmente la consulta plebiscitaria en materias nacionales y se desalienta la existencia de organizaciones sindicales o sociales de nivel intermedio. Tenemos medios de comunicación tremendamente concentrados y unidimensionales en lo ideológico, financiados por un Estado que discrimina avisaje y por empresarios que censuran la disidencia.
El filósofo Locke, decía que los ciudadanos requieren cierta autonomía mínima para defenderse de los poderes del Estado, por eso combatía el mercantilismo que concentraba el poder económico de la nación en una normativa absolutista. Hoy tenemos una sociedad que concentra el poder económico en un grupo tan reducido, que no sobrepasa el 0.1% de la población, y como se encuentra coligado al poder del Estado, se da figura a una verdadera tiranía del dinero, peor que la que nunca pudiera imaginar el bueno de Lock.
¿Entonces, tenemos en peligro nuestra democracia?
Obviamente, para lo que entienden por democracia lo que tenemos, está en peligro, desde el levantamiento del 18 de octubre del 2019. Está en peligro desde que el plebiscito para la Convención Constituyente aplastó a la opción del NO, por un 80% de las preferencias. Está en peligro desde que la Convención se encamina rauda y diligentemente a dar cuerpo a una nueva Constitución, que promete hacer saltar los grilletes y amarres de la Constitución oligárquica de 1980, impuesta en dictadura y sostenida, para vergüenza nuestra, hasta 30 años después de caída de la nefanda dictadura.
También está en peligro la democracia de los negocios. La concentración del poder, corrompe y la concentración de todos los poderes, corrompe de manera irrefrenable. Esa democracia de los negocios (corrompidos) está en peligro, qué duda cabe, si el “prontuario” que se va acopiando en todos los estamentos del poder, ya cubre los programas de televisión, cada día y en número tan profuso, que uno ya olvida los pretéritos por tratar de atender los recientes. Afortunadamente comienza a emerger un periodismo crítico e investigativo, cosa que hasta hace poco era simplemente imposible. Los pillastres del poder coludido ya están en primera plana y los tribunales tienen la mirada atenta de la población. Esos corruptos del sistema, también temen por los riesgos de “su democracia”.
Quienes proponen una democracia “presentable en sociedad”, decente, transparente, integradora y participativa, sienten el peligro de su propuesta en quienes postulan conservar la “democracia oligárquica”, plutocrática, de los negocios corrompidos.
La derecha militante, estos violentistas de la paz, no sólo busca sostener este sistema decadente; además buscan profundizarlo hasta hacerlo regresar a los impulsos autoritarios y represores propios de la dictadura, de la cual fueron partícipes activos y pasivos. Esa derecha, que recrimina a esta “democracia tutelada” por débil, no entienden ni aceptan las reivindicaciones del Walmapu, de los estudiantes, de los marginales que hacen desmanes por las calles. No comprenden que los actos violentos de hoy tienen una larga historia de abusos del sistema oligárquico, represor, marginador, clasista, sectario y depredador. La persecución y el abandono dejaron sin alternativas a millones de jóvenes. Eso se llama violencia estructural…..Esa violencia la responden, las nuevas generaciones, obstruyendo la legitimidad funcional del sistema, es decir no los dejan funcionar como quisieran: en total sumisión y resignación de los oprimidos y olvidados.
Claro que está en peligro la democracia actual, pero el peligro es deseable, pues se espera dar forma a una democracia más real, basada, no en el dinero o la fuerza, sino en la soberanía del pueblo.
Claro que está en peligro la “democracia” actual, para quienes han depredado al país apoyados en poderes fraudulentos y corruptos.
El peligro de la violencia anida más en las propuestas de quienes temen perder lo que han gozado que de quienes luchan por alcanzar por la vía legítima una reivindicación histórica.
Juzgue usted los lenguajes desplegados por una y otra parte: la paz del garrote, por los unos y la paz del derecho nuevo, por los otros.
Por Hugo Latorre Fuenzalida