Economía y Mercados en Marcha

Las razones de los paraísos

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La economía globalizada es un sistema de libertad absoluta empresarial. Este modelo (llamado neoliberal) es opuesto al anterior esquema teórico dominante hasta la postguerra, llamado keynesiano o economía de bienestar, caracterizado por la centralidad del Estado en el manejo regulatorio de la economía de los países, donde las macrocuentas nacionales intentaban transferir recursos desde la producción al consumo, en el entendido que se debía equilibrar producción y consumo, con el propósito superior de evitar las crisis propias del capitalismo liberal, que eran definitivamente crisis de subconsumo. Esto debido a que, en el concepto de los keynesianos, existe una cierta propensión al ahorro, es decir preferencia por la liquidez, la que se hace mayor cuando más se concentra la riqueza en el sector privado, lo que redunda en restarse una porción importante de las ganancias empresariales a la inversión. Esto, indudablemente, es equivalente a obstruir parte importante del flujo de riqueza en el sistema nacional de la economía, reduciendo el crecimiento a mediano y largo plazo y generando inestabilidad en el corto plazo.

La doctrina neoliberal sostiene, como dogma, que toda utilidad, ganancia o renta se invierte, sin dejar brechas de capitales fríos dentro del sistema. Por tanto la concentración de capital en pocas manos, finalmente será invertida en su totalidad, dejando de ser un problema el tema de la propensión al ahorro o la liquidez: el dinero, como capital, nunca permanecerá, inactivo.

Las teorías “hiperliberales”, como las que dominan al mundo desde los 80 del siglo XX, depositan toda su fe en el espíritu competitivo del sector empresarial. Su racionalidad capitalista siempre será certera en ubicar las mejores áreas de inversión y generar las bases de empleo expansivo que el crecimiento requiere. El mercado será el encargado de regular los salarios y las condiciones laborales por medio del libre juego de la oferta y la demanda.

 

Como todas estas visiones del hiperliberalismo no han resultado efectivas ni verdaderas, los teóricos de la economía han dado origen a escuelas críticas, de mayor o menor intensidad. Las más de 45 crisis que se han dado en el mundo, producto de aplicar esas teorías liberales, han dado la razón a quienes plantean la necesidad de regulaciones más estrictas a los flujos de capital para distribuir mejor los recursos en áreas que el sector empresarial no cotiza (escuela neokeynesiana y de la propuesta de la “Tercera vía”). La escuela Postkeynesiana (surgida en EE.UU., a mediado de los años 80, como resultado de los problemas que estaba creando ya en el mundo la aplicación de la teoría  neoliberal), plantea una crítica más profunda, pues ataca sus bases teóricas de funcionamiento. El mercado no es capaz de regular la distribución equilibrada de los flujos de inversión, salario, consumo y distribución; los salarios se fijan por la demanda organizada del consumo de los asalariados (función política de  los sindicatos) y no por la oferta y demanda mercantil, que siempre conducirá al desempleo mayor y/o a más bajos salarios.




Los precios desregulados conducen a la colusión y a la cartelización, con obtención de sobre renta oligopólica, que lleva a la hiperconcentración del ingreso y a la emergencia de poderes amenazantes, llamados “Fácticos”. Esta concentración de riqueza excesiva no contribuyó a aumentar la tasa de inversión ni  estimuló un crecimiento más alto de las economías de occidente. Por tanto, los resultados ha sido una frustración en muchas áreas de las economías nacionales, deterioro social debido a la insolvencia de un Estado subsidiario e impotente, incremento incontrolado de la delincuencia organizada y descomposición psíquica y humana de las nuevas generaciones de jóvenes, víctimas del consumo de estupefacientes, que carga con una frustración existencial que los empuja a incrementar las tasas de suicidio, de crimen, de abuso y de encarcelamiento temprano.

 

Pero el hipercapitalismo neoliberal lleva su sueño de desprendimiento- ajeno y distante a las obligaciones societales-, al cenit, que se traduce en lo que señalara Stirner como “el único y su propiedad”; es decir, similar a como respondió un destacado empresario chileno a un obispo que osó pedir que los dineros ganados por ese sector se invirtieran en Chile, para mejorar las condiciones e ingresos  del sector trabajo. Respondiendo, en consecuencia, el empresario que el señor obispo hacía mejor atendiendo los problemas de su pertinencia, que son los espirituales, pues los empresarios son dueños absolutos de sus dineros y, por tanto, pueden hacer lo que quieran con lo que es de su propiedad.

 

De esta manera, como el capitalismo globalizado ha impuesto a los países la “competencia tributaria”, que consiste en lanzarse en la libre competencia de bajar cada vez más lo impuestos a las empresas y otorgar garantías de salarios reducidos y condiciones de seguridad jurídica, bajo amenaza de migrar a otra plaza, donde se le conceda lo exigido; y como también se han creado los llamados “Paraísos fiscales” donde se pueden acumular las riquezas que se desea escamotear a la habilidad olfativa de los galgos fiscalizadores, pero también para aprovechar de formar empresas y transacciones que permiten eludir los impuestos que normalmente se pagan, en cada país, por diferencial de renta, y gozar de las prebendas consolidadas por los estímulos a la llegada de capitales extranjeros; prebendas que alcanzan condiciones muy superiores y ventajosas que aquellas que se conceden a los capitales con registro nacional.

 

Entonces los señores Piñera y Délano optan por hacer sus negocios allá lejos, en los Paraísos, donde se ahorraron sus buenos millones de dólares, puesto que el señor Piñera obtuvo renta, por esta venta, de 11 veces lo que le costó la compra de Dominga. Lo que no se sabe si Dominga llega ahora a operar en Chile como empresa inscrita en ese Paraíso, a pesar de ser su propietario un chileno de notorias costumbres criollas, en cuanto a empresario. No está demás decir que casi el 40% de nuestros empresarios, que se llaman chilenos, tienen registro de sus empresas en Paraísos fiscales, empezando por el más grande, el señor Luksic, cuya inscripción empresarial de sus consorcios se radican en Inglaterra, que es un buen refugio paradisiaco para los dineros obtenidos en estos paisillos veleidosos.

 

Por Hugo Latorre Fuenzalida



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