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Ahora la revolución será de abajo hacia arriba

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En Chile tuvimos la entronización de una dictadura sangrienta y brutal  que duró 17 años.  Y en realidad nunca se acabó la dictadura, porque los gobiernos que vinieron después mantuvieron el mismo modelo económico y garantizaron la impunidad de los asesinos y torturadores. Son contados los casos de violaciones atroces de los derechos humanos en que se ha logrado aplicar castigos con penas muy leves, después de 40 años o más.

Dicen que disminuyó la pobreza, pero aumentó la desigualdad, que es más irritante que la pobreza. Piénselo y verá que es cierto. Si todos son pobres a su alrededor, usted sentirá tristeza. Pero si muchos son pobres y uno solo lo tiene todo, lo que sentirá será rabia. Al parecer, eso fue lo que pasó: ganancias fabulosas de los empresarios, sueldos de parlamentarios y otros funcionarios irritantes y pensiones de los jubilados, miserables.

Los partidos políticos de izquierda valientes y comprometidos con los intereses del pueblo y de la patria que tuvimos antes de los años 70 y durante el gobierno popular, ya no existen. La mayoría se transformó en sirvientes del neoliberalismo. Las causas de este fenómeno pueden ser múltiples, pero no son el objeto de este artículo. La organización sindical también era notable, acordémonos de don Clotario Blest. Esos acervos políticos, culturales, civilizatorios, nunca se pierden totalmente. Los ha escondido el miedo, pero por ahí están. De repente las cosas que están escondidas en el subconsciente del pueblo reaparecen, se hacen conscientes.

Pero la izquierda no son los partidos políticos o no sólo los partidos. Hay mucha gente de izquierda “suelta”, independiente; muchos que nunca militaron y más todavía, compañeros que fueron militantes y dejaron de serlo para conservar sus opiniones y principios.

Antes, para ser de izquierda había que ser comunista o socialista y después, mirista. Ahora eso ha cambiado, no sólo en Chile sino en muchos otros países. Que los cambios revolucionarios los deben dirigir y encabezar los partidos políticos es un concepto que ya quedó atrás. ¿Ahora no hay una dirección seria? Quizás, pero la revolución se ha hecho inevitable en todo sentido.

Siempre se ha dicho que para hacer una revolución se requieren condiciones objetivas y subjetivas. En toda América Latina, las condiciones objetivas se están pasando de maduras, no creo que nadie lo niegue. Las subjetivas han madurado en Chile repentinamente, la prueba son las protestas de octubre de 2019. No tan repentinamente, en realidad. Lo que hay es que las semillas venían retoñando bajo tierra, en forma lenta y segura, y de pronto salieron las plantas poderosas a  la luz.

Ahora, de lo que se trata, es de ver cómo una política de izquierda puede ser ideada, difundida y aplicada sin la dirección de partidos revolucionarios, puesto que ya no los hay y los que quedan son minúsculos o tienen  poco arraigo. Los que son honestos, sufren el mismo repudio que los traidores, desgraciadamente. Pero ya los pueblos han comprendido que la economía no es una ciencia abstrusa, propiedad sólo de algunos gurús, y que la economía neoliberal es la causa de la  pobreza, la miseria, y, en suma, de la indignidad que les aqueja.

¿Revolución sin partidos dirigentes’? ¿Cómo?

Desde luego, siempre habrá dirigentes, estudiantiles, sindicales, comunales o de lo que sea. Pero en general no son dirigentes propiamente políticos, que tengan un programa que se refiera a todo el país, a las injusticias, discriminación, atropellos, miseria que afectan a diversos sectores. Porque el problema es que hasta ahora cada sector plantea su problema por separado. Por un lado las mujeres con sus reivindicaciones, por otro los jubilados, por acá los estudiantes, por allá  los endeudados hasta el cuello, por otro lado los inmigrantes.

Pero la verdad es que todos ellos, de una u otra manera, son víctimas del neoliberalismo –que es la forma más brutal del capitalismo- que se aplicó por la dictadura y se ha seguido aplicando siempre después.

No es fácil para esta izquierda callejera organizarse y actuar, pero creo que lo logrará ¿Por qué? Porque está pasando lo mismo en muchos países del mundo, en que los partidos dizque de izquierda le han dado vuelta la espalda al pueblo. Tenemos que ubicarnos en esta nueva realidad. ¿Lenin estaría obsoleto? Quizás,  y yo no soy la única en decirlo. También lo dijo Simone Weil por los años 40, en plena guerra mundial. Y Rosa Luxemburgo: “Un partido que hable por los trabajadores, que los represente —por ejemplo en el Parlamento— y actúe en su nombre, se enfangará y se convertirá él mismo en un instrumento de la contrarrevolución”,

¿Entonces qué? Los cambios, los cambios revolucionarios debe hacerlos el pueblo organizado. Los dirigentes llegan cuando se les necesita. Acuérdense de 1810: no había comunicaciones como ahora, y sin embargo los dirigentes esclarecidos fueron apareciendo en toda América. Y cuando hay dirigentes se va produciendo la organización del  pueblo.

Habrá que crear comunicaciones horizontales, nuevas redes, la revolución tiene que ser en muchos países de América Latina, porque los pueblos, con la pandemia, han comprendido que muchos de sus gobiernos que se dicen democráticos y los partidos políticos que dijeron representar sus interesas, los han vendido al neoliberalismo y hora ellos deben conducirse solos, que es lo más sano, lo más seguro.

Bueno, pues ahora la revolución va a venir de abajo  para arriba y no de arriba para abajo, no de los partidos hacia el pueblo sino del pueblo hacia los partidos.

Hay que crear poder popular, basarse en las comunicaciones horizontales, en la unidad de Latinoamérica. Todos estamos obligados a hacer algo, no tenemos que pedirle ayuda ni orientación a nadie, porque el pueblo soberano somos todos.

AHORA LA REVOLUCIÓN SERÁ DE ABAJO PARA ARRIBA

 

En Chile tuvimos la entronización de una dictadura sangrienta y brutal  que duró 17 años.  Y en realidad nunca se acabó la dictadura, porque los gobiernos que vinieron después mantuvieron el mismo modelo económico y garantizaron la impunidad de los asesinos y torturadores. Son contados los casos de violaciones atroces de los derechos humanos en que se ha logrado aplicar castigos con penas muy leves, después de 40 años o más.

Dicen que disminuyó la pobreza, pero aumentó la desigualdad, que es más irritante que la pobreza. Piénselo y verá que es cierto. Si todos son pobres a su alrededor, usted sentirá tristeza. Pero si muchos son pobres y uno solo lo tiene todo, lo que sentirá será rabia. Al parecer, eso fue lo que pasó: ganancias fabulosas de los empresarios, sueldos de parlamentarios y otros funcionarios, irritantes y pensiones de los jubilados, miserables.

Los partidos políticos de izquierda valientes y comprometidos con los intereses del pueblo y de la patria que tuvimos antes de los años 70 y durante el gobierno popular, ya no existen. La mayoría se transformó en sirvientes del neoliberalismo. Las causas de este fenómeno pueden ser múltiples, pero no son el objeto de este artículo. La organización sindical también era notable, acordémonos de don Clotario Blest. Esos acervos políticos, culturales, civilizatorios, nunca se pierden totalmente. Los ha escondido el miedo, pero por ahí están. De repente las cosas que están escondidas en el subconsciente del pueblo reaparecen, se hacen conscientes.

Pero la izquierda no son los partidos políticos o no sólo los partidos. Hay mucha gente de izquierda “suelta”, independiente; muchos que nunca militaron y más todavía, compañeros que fueron militantes y dejaron de serlo para conservar sus opiniones y principios.

Antes, para ser de izquierda había que ser comunista o socialista y después, mirista. Ahora eso ha cambiado, no sólo en Chile sino en muchos otros países. Que los cambios revolucionarios los deben dirigir y encabezar los partidos políticos es un concepto que ya quedó atrás. ¿Ahora no hay una dirección seria? Quizás, pero la revolución se ha hecho inevitable en todo sentido.

Siempre se ha dicho que para hacer una revolución se requieren condiciones objetivas y subjetivas. En toda América Latina, las condiciones objetivas se están pasando de maduras, no creo que nadie lo niegue. Las subjetivas han madurado en Chile repentinamente, la prueba son las protestas de octubre de 2019. No tan repentinamente, en realidad. Lo que hay es que las semillas venían retoñando bajo tierra, en forma lenta y segura, y de pronto salieron las plantas poderosas a  la luz.

Ahora, de lo que se trata, es de ver cómo una política de izquierda puede ser ideada, difundida y aplicada sin la dirección de partidos revolucionarios, puesto que ya no los hay y los que quedan son minúsculos o tienen  poco arraigo. Los que son honestos, sufren el mismo repudio que los traidores, desgraciadamente. Pero ya los pueblos han comprendido que la economía no es una ciencia abstrusa, propiedad sólo de algunos gurús, y que la economía neoliberal es la causa de la  pobreza, la miseria, y, en suma, de la indignidad que les aqueja.

¿Revolución sin partidos dirigentes’? ¿Cómo?

Desde luego, siempre habrá dirigentes, estudiantiles, sindicales, comunales o de lo que sea. Pero en general no son dirigentes propiamente políticos, que tengan un programa que se refiera a todo el país, a las injusticias, discriminación, atropellos, miseria que afectan a diversos sectores. Porque el problema es que hasta ahora cada sector plantea su problema por separado. Por un lado las mujeres con sus reivindicaciones, por otro los jubilados, por acá los estudiantes, por allá  los endeudados hasta el cuello, por otro lado los inmigrantes.

Pero la verdad es que todos ellos, de una u otra manera, son víctimas del neoliberalismo –que es la forma más brutal del capitalismo- que se aplicó por la dictadura y se ha seguido aplicando siempre después.

No es fácil para esta izquierda callejera organizarse y actuar, pero creo que lo logrará ¿Por qué? Porque está pasando lo mismo en muchos países del mundo, en que los partidos dizque de izquierda le han dado vuelta la espalda al pueblo. Tenemos que ubicarnos en esta nueva realidad. ¿Lenin estaría obsoleto? Quizás,  y yo no soy la única en decirlo. También lo dijo Simone Weil por los años 40, en plena guerra mundial. Y Rosa Luxemburgo: “Un partido que hable por los trabajadores, que los represente —por ejemplo en el Parlamento— y actúe en su nombre, se enfangará y se convertirá él mismo en un instrumento de la contrarrevolución”,

¿Entonces qué? Los cambios, los cambios revolucionarios debe hacerlos el pueblo organizado. Los dirigentes llegan cuando se les necesita. Acuérdense de 1810: no había comunicaciones como ahora, y sin embargo los dirigentes esclarecidos fueron apareciendo en toda América. Y cuando hay dirigentes se va produciendo la organización del  pueblo.

Habrá que crear comunicaciones horizontales, nuevas redes, la revolución tiene que ser en muchos países de América Latina, porque los pueblos, con la pandemia, han comprendido que muchos de sus gobiernos que se dicen democráticos y los partidos políticos que dijeron representar sus interesas, los han vendido al neoliberalismo y hora ellos deben conducirse solos, que es lo más sano, lo más seguro.

Bueno, pues ahora la revolución va a venir de abajo  para arriba y no de arriba para abajo, no de los partidos hacia el pueblo sino del pueblo hacia los partidos.

Hay que crear poder popular, basarse en las comunicaciones horizontales, en la unidad de Latinoamérica. Todos estamos obligados a hacer algo, no tenemos que pedirle ayuda ni orientación a nadie, porque el pueblo soberano somos todos.

 

Por Margarita Labarca Goddard 

 

 

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