Hacia la transformación democrática: escenarios políticos abiertos
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Sigue siendo importante lo que suceda al interior de la Convención Constitucional. Ya hemos pasado el momento de su instalación donde las fuerzas políticas han ido mostrando parte de lo que se esperaba de cada cual; en esto no se han visto muchas sorpresas y solo basta observar a qué sector político representan. Los convencionales de la Lista del Pueblo, en su mayoría son los que han seguido levantando las demandas provenientes de la protesta social, la derecha tratando de imponer los ideales conservadores y a favor del neoliberalismo siempre con histeria, los concertacionistas ayudándoles a los últimos usando retóricas populistas, y el Frente Amplio (ni tan frente ni tan amplio) tratando de consolidarse como fuerza política con aspiraciones a instalar la visión ilustrada y «progre» a veces con esa arrogancia milenial de exceso autorreferencial. Lo importante es que al interior de la Convención los representantes de lo popular han asumido protagonismo y la derecha ha tenido que someterse a aquello. Con el temor de caer en lo iluso pareciera que se podría imponer la voluntad popular a pesar de las trabas del Gobierno, el juego de los medios de comunicación social convencionales y sumisos, la asustada oligarquía, y la peligrosa derecha apoyada por operadores políticos con pasado concertacionista.
Esto dejaría satisfechos a varios ciudadanos que se hicieron parte en las demandas que «estallaron» en octubre 2019 y que siguen al margen de la disputa por el poder más institucionalizado que conforman el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, es decir el Gobierno y el Congreso. Las elecciones a Gobernadores y las primarias presidenciales dejaron ver que pocos ciudadanos participan en este tipo de elecciones. Así las cosas ni la derecha ni el centro, fuerzas políticas que han alternado en el duopolio político de las últimas décadas están derrotados, por lo tanto tienen altas probabilidades de seguir concentrando el poder del Congreso y de alcanzar un nuevo Gobierno.
La carrera presidencial sucede en un escenario bastante destemplado y movedizo. La derecha se alineó en votar por un ex concertacionista, lo cual seguro que además de sus votos logrará votos de sus adversarios del centro. No es una mala estrategia de la derecha que seguro será protagónica en las elecciones presidenciales. El centro político, los que participaron de la larga transición de la posdictadura con menos decisión, sigue tratando de levantar a un candidato de sus filas, en este sector las cosas están menos claras, pero mantienen un saldo de electores importantes en las provincias. Estos políticos responsables directos de los peores males políticos acusados por una ciudadanía movilizada masivamente en las calles no han hecho ningún gesto de devolver la democracia al pueblo.
La izquierda parlamentaria ya eligió a su candidato, tal vez el competidor más joven proveniente de los movimientos estudiantiles, pero con escaso apoyo popular. Los derrotados en este bloque tendrán que hacer con responsabilidad el trabajo con las bases más populares. Sin embargo, en el universo de los votantes siguen siendo sólo un punto de quiebre frente a los otros bloques que siguen con la posibilidad de volver a gobernar y de ser protagónicos en el Congreso.
La lista del pueblo quiere llevar su candidatura, al no sentirse representada por los que están en carrera, pero también por sus aspiraciones de constituirse en un movimiento político que represente de manera más auténtica y legítima al pueblo. Este intento es claramente necesario, no se podrá vencer en las elecciones si es que las mayorías no se manifiestan en las urnas. Esto no sólo es lo deseable para Chile sino que también para todos aquellos movimientos populares que están atentos a la experiencia de este proceso.
La lista del pueblo está llamada a convertirse en esa fuerza política asumiendo la representación popular. Sin embargo, me parece que si acepta entrar en este campo de disputa, tendrá que abrirse a una perspectiva más amplia que tendría que ver con un objetivo no sólo de representación popular sino que de asumir la lucha política que permita vencer tanto a la derecha como al bloque del centro, lo cual tendría que abrir las posibilidades de diálogo con la candidatura de la izquierda parlamentaria en vistas a un escenario de balotaje.
La derrota a ese sistema que rechazamos en las movilizaciones de octubre y a esas fuerzas políticas que han gobernado, sólo será posible con el voto popular masivo y en la unidad de las fuerzas de izquierdas y realmente populares. En este caso el pragmatismo político puede ser una herramienta real de concreción de nuestra utopía. Por mucho que nos quieran disipar el horizonte con los fuegos de artificio la verdadera transformación política no está en el escenario que se nos pretende imponer.
Tenemos que seguir atentos al control ciudadano de lo que están haciendo los convencionalistas, pero eso tiene sentido y congruencia si es que también nos comprometemos en la lucha en el campo del poder político institucionalizado.
Por Alex Ibarra Peña