La violencia de cada día
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En nuestra deshumanizada sociedad capitalista y egoísta, la violencia es cotidiana. Se encuentra en la médula del sistema y es parte de su estrategia de dominación. Ejercicio destinado a mantener cautiva a la sociedad, atada de pies y manos. Ver en la televisión, película tras película, noticiarios donde el tema de la violencia adquiere un grado superlativo, corresponde a una necesidad de dominio. En las franjas destinadas a la publicidad, que interrumpen cada diez minutos el programa, se desencadena una retahíla de avisaje enloquecedor, cuyo objetivo es mantener atrapada a la audiencia. Obnubilada o si se prefiere, idiotizada frente a la pantalla.
Argucia dirigida a un público ansioso por adquirir, pues se le ha creado en forma anticipada, necesidades de consumo de toda naturaleza. Incluidas aquellas innecesarias, llamadas bazofias, pues no sirven de nada. En tal caso se vive el vértigo del delirio, la ansiedad, la compulsión de sentir que si no se adquiere un determinado producto, la persona puede sucumbir. Diseñada violencia para mantener sometida a nuestra sociedad. Sin voluntad de pensar, sujeta a los arbitrios de las políticas de un estado opresor.
El escritor Jorge Baradit, miembro de la Convención Constitucional, se refirió en estos días a la violencia ejercida por la derecha en distintos ámbitos nacionales y una jauría enloquecida, lo acusó de violentistas. Él, porque es un creador, dedicado a fustigar la historia de Chile, se disculpó animado por la reconciliación. No debió hacerlo. Su sensibilidad creadora, inteligencia, unida al espíritu que anima a todo creador de no herir a nadie, lo hizo dudar. Quienes aman, idolatran y viven recordando al tirano Augusto Pinochet y su séquito de sinvergüenzas, conocen al dedillo el significado de violencia y la ejercen a diario. Ya sea en la prensa mentirosa, en los canales de la TV adictos a la derecha, en las redes sociales y en un gobierno dirigido por infelices.
Esa jauría que incrimina a Jorge Baradit, vive de delirio en delirio, mientras observa aterrorizada, cómo se diluye la posibilidad de imponer una constitución regresiva, calcada a la de 1980. El golpe militar de 1973, dirigido por traidores y yanaconas, tuvo el objetivo de permitir que la oligarquía ladrona y asesina por antonomasia, se robara el país. ¿Lloraron la muerte de sus compatriotas y se inquietaron por la suerte de los desaparecidos y torturados? ¿Condenaron la brutalidad de sus servicios secretos? ¿Se condolieron acaso de las angustias de un país sometido, obligado a sufrir los horrores de la dictadura cívico-militar? Ni hablar de la miseria del pueblo. Enmudecieron, mientras festejaban día a día el triunfo de la traición.
Condenar y combatir la violencia en nuestra sociedad es labor de todos y el ejemplo debe venir del gobierno. La verdadera violencia, no la inventada por razones políticas. A mayor pobreza, injusticia social y desamparo, la violencia se exacerba, radicaliza y alcanza niveles históricos. Desde siempre ha sido ejercida por los mismos sinvergüenzas, pues se trata del método infalible para someter y sumir a un pueblo en la ignorancia. La monarquía, los imperios y ahora la oligarquía, han utilizado la religión, las armas, junto a las mentiras y el amedrentamiento, para esclavizar a los desposeídos de la tierra. Ser pobre, analfabeto y desamparado, es bien visto por estos dioses terrenales.
Al concluir la dictadura ¿pidieron perdón los genocidas, torturadores y quienes derramaron tinta ensangrentada en la prensa canalla? Se jactaban de sus truhanerías y hasta el día de hoy, justifican el golpe militar y añoran aquella época del terror. Ahora, les atormenta que la Convención Constitucional prospere, cuya presidenta es mapuche. A modo de mitigar sus mentirosas desdichas, pues siguen siendo los dueños de Chile, sollozan la viudez que se avecina y se victimizan junto a los infelices del gobierno. Ha llegado la hora de vestir luto.
Por Walter Garib