Mauricio Celedón y el teatro popular más universal: Postulado al Premio Nacional de Artes de la Representación 2021
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Mauricio Celedón, fundador y director del Teatro del Silencio, no viene a Chile desde el estallido social. Confinado como todos por la pandemia, en su caso en París donde vive desde hace 40 años, esboza un nuevo proyecto y espera en tranquilidad el transcurso de su postulación al premio nacional de las Artes de la Representación y Audiovisuales. El, junto al muralista de la Brigada Ramona Parra Alejandro Mono González en Artes Plásticas, han sido presentados por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. “Ambos tienen un desplazamiento del soporte y eso lo hace ser muy interesante. Celedón hace un desplazamiento hacia otros lugares donde el teatro no había circulado con tanta fuerza y ocupando dos tendencias que en Chile habían quedado bastante invisibilizadas: el tema de la pantomima, que es una gran tradición, y el circo, que siempre ha sido un arte popular”, enfatiza Hugo Osorio, decano de la facultad de Artes de esa universidad.
En octubre del 2019 Mauricio realizó talleres en Renca para levantar una obra que se estrenó en la comuna durante el estallido social. Aquella fue su última actividad antes de la pandemia. Una obra levantada en un barrio que debiera marcar también el cierre de un ciclo de por lo menos 30 años de permanente observación y presencia con los procesos sociales chilenos. Aquello que estalló en octubre del 2019 desde la exclusión, desde los territorios, ha sido también el lugar habitual de representación de su obra. La calle, el espacio urbano degradado, el descampado, la plaza árida y polvorienta ha sido el sitio del Teatro del Silencio. Es la zona que encendió la mecha del estallido chileno.
Por ahora, transcurre la pandemia, la postulación y los borradores para una nueva obra. Desde París Mauricio responde: “La nominación al premio nacional es un gran honor para mí y si ese premio fuera otorgado me daría mucha fuerza para continuar mi trabajo de talleres gratuitos en las comunas más pobres de Chile y en todo el país. Talleres que el Teatro del Silencio empezó a realizar desde los años 90. Pero más allá de mí, del Teatro del Silencio, sería un símbolo fuerte, de gran esperanza y reconocimiento para las artes del silencio, de la calle, del circo, para las artes que buscan acercarse en plena libertad a los ciudadanos de cualquier origen y de cualquiera clase social, en un momento que se cristaliza la comunidad para compartir arte y reflexionar, y que tratan de humanizar nuestros espacios públicos”.
Hablemos un poco más de Mauricio Celedón. Nació en Santiago en 1957 y comenzó su formación actoral con Enrique Noisvander a finales de los años 70. Pocos años después hacía pasacalles en España para iniciar no mucho más tarde sus estudios en París con sus admirados maestros Etienne Decroux y Marcel Marceau. Fue actor destacado en “Teatro Lejanía”, “Théâtre de la Sphère” y “Théâtre du Soleil” y fundó más tarde en Francia el Teatro del Silencio, compañía itinerante y que al igual que aquellas de la comedia del arte ha recorrido el mundo desde Asia, América, Europa y Africa con su tropa de bailarines, músicos, actores, manifestaciones circenses y dramas visuales. Estos son a muy grandes rasgos los principales ejes de su creación, que van desde París a Europa y al mundo y tiene una escala habitual y obligada en Chile.
El despegue, la extensión y la órbita de su trabajo es la fundación en París en 1989 del Teatro del Silencio. A este lado, surge y se desarrolla a partir del fin de la dictadura en Chile y el inicio de la transición. Es el inicio de un ir y venir, un devenir del drama en la calle, desde los centros urbanos hasta, y con especial énfasis, los espacios ocultos, en los territorios menos visibilizados durante los años de la transición. El Teatro del Silencio, que está presente en los principales festivales chilenos como Teatro a Mil, tiene una vocación por lo urbano en las comunas más excluidas y en la relación con sus habitantes. Un proceso que cobra con los años y la profusión de obras cada vez mayores intensidades. Está siempre en los barrios, en los pueblos, en calles y plazas polvorientas, en fríos gimnasios y galpones.
Aquí se levanta una escena siempre inclusiva y participativa. El Teatro del Silencio se levanta a partir de talleres con jóvenes de la misma comunidad. Un espectáculo levantado sobre registros universales colectivos que van desde la pantomima, el baile, el canto y la música, el lenguaje y la estética circense. ¡Todos podemos cantar, todos bailar y todos representar! Es esto por un lado. Pero tal vez su mayor particularidad es la búsqueda de un entorno popular, históricamente excluido, para levantar el montaje. Es aquí, en la profundidad del territorio, donde se produce la fusión de la representación escénica con la cultura propia y singular del territorio.
El núcleo de su obra, el eje, lo hallamos no solo en el lenguaje, la estética y las formas de representación. Es también el contenido, un relato poético universal, clásico, representado en imágenes y códigos populares. Transfusión, Taca Taca Mon Amour, Malasangre, la serie de Dante con Purgatorio, Infierno y Paraíso, Alice Underground, “Doctor Dapertutto” pasacalle basado en la vida y obra de Meyerhold, Amloii, como lo dijo Hamlet o Emma Darwin tienen sus orígenes en Occidente aunque su representación retoma lo popular para insertarse en la escena local. Un ejercicio que conlleva maestría y emoción, que han dejado no solo al público muchas veces maravillado sino también a una exigente crítica.
“Pierre Tchernia, apodado en Francia Monsieur Cinéma no es más que amabilidad y humor con Celedón. Asistió a un festival durante dos días, representando a la Sociedad francesa de Autores y Compositores Dramáticos. Y su entusiasmo por lo que ha visto es elocuente. ¿Alice Underground? Simplemente genial. ¿Mauricio Celedon?» un visionario » (…) (2000) En Chile, el crítico Pedro Labra dijo sobre Malasangre el 2010: “Brillante obra Maestra”. Y, otra vez en Francia, el ministro de Cultura Fréderic Miterrand dijo aquel mismo año sobre Emma Darwin: “La calidad del espectáculo fue realmente destacable. Fue muy sorprendente y muy hermoso. Conozco Chile y su historia, pero lo que vi fue una fuerza sorprendente creada con mucha inteligencia”. Dos o tres reseñas obtenidas de un dossier con decenas de recortes que Mauricio mantiene en su archivo.
Todo autor y toda obra se mueve en su contexto social y bajo los pliegues de la historia. En este caso, tenemos también movimiento y geografía, global y territorial. Una escena que puede ir desde los primeros años de la transición chilena y la proclama de Celedón levantada desde las calles y entre su multitud de actores y actrices, bailarinas y trapecistas para clamar por la libertad de los presos políticos durante el gobierno de Patricio Aylwin. Muchos años más tarde monta Doctor Dapertutto, una crítica a los totalitarismos y fundamentalismos ideológicos, una obra sobre el director de teatro ruso Meyerhold (1874-1940) asesinado en la era de Stalin. Como creador libre, fue perseguido por el régimen y fusilado. Mauricio Celedón no está solo para contarnos la vida de Meyerhold, sino para hacer un relato sobre el fanatismo y la intolerancia presente allá y en cualquier territorio.
Hay momentos de gran intensidad y simbolismo en Alice Underground. Son años de una creación desatada, de una imaginación que toca referentes jamás vistos en la representación escénica. Una Alicia que se hunde en agujeros que llevan a fosas comunes, a dictadores y políticos soñadores, a un delirio político más agudo y perverso que la narración de Lewis Caroll.
La obra se presentó en muchos lugares del mundo. Y también en Santiago durante el caluroso verano del 2000. En una carpa de circo levantada en el Estadio Nacional a pocos metros del otrora recinto de detención y tortura, se excabaron agujeros en la tierra para la representación de una Alicia que presenciaba y padecía la gran tragedia chilena en aquellos años de transición ocultada en los subsuelos, bajo tierra. Alicia, Salvador Allende, ejecutados políticos y detenidos desaparecidos. En la superficie, como ráfaga de la historia, Augusto Pinochet detenido en Londres y el fascismo chileno otra vez desatado. Un momento y una obra magistral en el centro de la política o antipolítica de los gobiernos de la Concertación.
El teatro de Celedón es el relato universal narrado por un observador actual y localizado. Una relación siempre presente en su obra. “Yo pienso que en mis obras se siente un teatro universal. Por supuesto, en mis raíces mestizas llevo adentro siempre esta fuerza que me acompaña en mis creaciones”, aclara. La universalidad, que no es la construcción cultural de Occidente, en su caso el desmontaje, la descolonización, la mirada mestiza.
Esta ha sido una relación natural en su obra. “Las diferencias de creación pueden estar en ciertos “medios” pero nunca en el interior de ellas mismas. Mi creación nunca está aparte de lo que “yo soy”. Pero además te podría decir que me he fijado, aunque tal vez no sea tan intencional o no haya sido una meta en sí, pero sea en Europa o en el mundo, mis trabajos con el Teatro del Silencio son percibidos por el público y la crítica como profundamente chilenos. Expresan de alguna manera un alma latinoamericana. Entre mi país de adopción Francia y mi país de origen Chile siempre he mantenido lazos profundos, volviendo siempre a Chile, para compartir con el público y con estudiantes mis investigaciones y trabajo”.
La universalidad está en los clásicos así como en el espacio y tiempo de la representación. Es la fusión su impronta. Está en el relato imbricado en la historia humana y su vinculación con el presente tanto o más dramáticamente humano. “Si bien me inspiro algunas veces en los clásicos o en biografías históricas, siempre hay una “transposición” en ellas, que permiten estar mirando el presente. En Dante, el Infierno lo tomé inspirándome en la guerra de las religiones que se veía creciendo hasta que aparecieron con mucha fuerza con los atentados terroristas en todo el mundo. El Purgatorio me inspiré en Madre Coraje de Bertold. Brecht que representa el mercado de la guerra. En Paraíso me inspiré en el consumo insensato del petróleo, en esa espiral mundial del consumo manejado por los poderosos. Que es una especulación que hace sufrir, en especial, al pueblo. Esto se entiende en un barrio pobre de Santiago o en un barrio de cualquier lugar del mundo…porque las imágenes hablan más fuertes que las palabras”.
El paso del Teatro del Silencio ha quedado impreso en los barrios, en las localidades. Porque no es solo la puesta en escena sino la incorporación a la comunidad. Es en parte el circo que levanta su carpa y se anexa al pueblo para exhibir el espectáculo itinerante. Pero su integración es más profunda. Es una puesta en escena participativa que integra un taller de teatro abierto a las comunidades con objetos e imágenes locales. La obra se construye en las mismas comunidades y con ellas, como ha sido la experiencia en muchos barrios de Santiago y en especial en la comuna de Renca.
Por Paul Walder