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El regreso de los maestros de la política del Excel

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Con las pre candidaturas presidenciales y la presentación de los respectivos programas de gobierno, hemos visto el retorno de esos sabios que tienen la capacidad de hacernos ver las cosas en verdad importantes: los medios, la forma y los tecnicismos. Y, al mismo tiempo, nos ayudan a dejar de lado lo irrelevante: los fines, el fondo y los principios.

 

Los “expertos” volvieron por sus fueros. Sí, los mismos que fueron autores o defensores de la planificación, materialización, reproducción y legitimación del “modelo chileno”. Como si desde octubre del 2019 no hubiera pasado nada en Chile, los medios de comunicación nuevamente les dan tribuna privilegiada para seguir con su tarea de décadas: convencernos de que lo económico, en su expresión capitalista de mercado y neoliberal, es por lejos lo más importante.[1]

 

Como es evidente, realista, responsable, serio, pragmático, etc., casi lo único, sino lo único, que se discute respecto de los programas presidenciales es su propuesta económica. En serio. Revise los medios. La política y el futuro del país se juega y se limita a lo que esos “expertos” consideran fundamental. Con harto dato “duro” sí, por lo que seguro sus opiniones son serias, indesmentibles, neutrales y objetivas. Como les gusta decir desde el Olimpo: “dato mata relato”.[2]

 

De tal manera, a nadie parece extrañar que en la discusión sobre los programas presidenciales, el economicismo eclipse totalmente a todos los demás temas: arte y cultura, educación, ancianos, marginación, relaciones laborales, medioambiente, política exterior, infancia y juventud, modelos de desarrollo, mujeres, sequía, pueblos originarios, ciencia y tecnología, DDHH, diversidades sexuales, salud, inmigrantes, descentralización, soberanía alimentaria, renacionalización de recursos estratégicos, discapacidad, matriz energética, cambio climático, organizaciones sociales y un largo etcétera.

 

Esa lista, de hecho no exhaustiva, debería servir para dar cuenta de la complejidad de nuestro país. Es decir, de lo que para los “expertos” parece ser un detalle muy menor: el Chile real… ese que está más allá de sus planillas Excel.[3]

 

Todos esos temas antes listados son, según los “expertos”, meras cuestiones que dependen sencilla y exclusivamente de la eficiente asignación de recursos. Solo alguien no iniciado en economía, podría decir otra cosa… tonta o “populista”. Como, por ejemplo, proponer metas desde los intereses del pueblo y luego encargar a técnicos, competentes y no alienados de la realidad, los mecanismos viables para alcanzarlas. En cambio, los tecnócratas afirman que todas las soluciones a todos los problemas dependen de la disposición de dinero… no de ideas innovadoras, voluntad política y acuerdos intersectoriales, nacionales, regionales, etc.[4]

 

Esa plena seguridad de los “expertos” podría tener dos explicaciones. Por un lado, no tienen idea de aquellos tópicos; y, por otro, porque están convencidos del triunfo de su “ciencia imperial”. O sea, no es problema ser ignorantes en todo lo que no sea maximizar dinero, pues, al ser cualquier actividad social un simple subconjunto de la economía, no hace falta estudiarlas. Ya es toda una señal que los equipos importantes de un gobierno son liderados por fans del “enfoque económico” y no por profesionales con conocimiento y experiencia en los diversos temas.

 

Hace años, Karl Polanyi, un gran historiador de lo económico, señalaba certeramente en El sustento del hombre (un libro póstumo), cómo la limitada y unidimensional perspectiva ideológica que instalaron los “expertos”, tenía nefastas consecuencias:

 

“Una sociedad netamente de mercado como la nuestra, tiene que encontrar difícil, por no decir imposible, apreciar equitativamente las limitaciones de la importancia de lo económico [en su acepción de mercado]. (…) Habiendo convertido el hombre la ganancia económica en su fin absoluto, pierde la capacidad de relativizarla mentalmente. Su imaginación queda encerrada en los límites de esa incapacidad”

 

Y aquí estamos. Gente incapaz, pero con poder, construye y naturaliza tiempos incapaces donde lo anormal e inconveniente es impuesto como normal y conveniente. No se debe olvidar que el propio Milton Friedman, padre de nuestros “expertos” (más allá de quienes se pudieran creer “heterodoxos”), describía con pesar la situación de los tecnócratas neoliberales a mediados del siglo XX: “una pequeña minoría asediada y considerados como excéntricos por la gran mayoría de nuestros colegas intelectuales”.[5]

 

El problema es que esos excéntricos incapaces de imaginar nada más allá de su miope reduccionismo, son los actuales jueces de lo deseable. Peor aún, de lo posible. Ese tipo de gente siguen siendo los inquisidores de nuestra política y, de ese modo, siguen elaborando y validando la agenda pública desde su economicismo.

 

Los maestros del Excel no se habían ido. Siempre estuvieron allí. Solo estaban esperando la amnesia colectiva y el conveniente servilismo de los editores periodísticos.

 

Por Andrés Monares

 

[1] “La responsabilidad de los “técnicos” de la elite en el 18/O”, Ciper, 23.10.19.

[2] Ni hablarles a estos “expertos” de las relaciones entre ideología y datos; la construcción psicológica, social y cultural de la percepción y de lo que es un “hecho”; las filosofías detrás de cómo concebimos e interpretamos la realidad; etc.

[3] Hay que reconocer que los más loquillos agregan variables no económicas a sus cálculos costo-beneficio… eso sí, asumiendo todo el esquema general.

[4] Por eso, luego de décadas de neoliberalismo, aún se insiste en la prioridad de crecer para algún día remoto —cuando los millonarios y grandes empresas acumulen suficiente dinero— redistribuir y avanzar en igualdad. Pero, un pichintún no más, no se me suban por el chorro.

[5] Citado en: GÁRATE, Manuel. 2016. La revolución capitalista de Chile (1973-2003). 4ta. edición. Ediciones Universidad Alberto Hurtado. Santiago.

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