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Las dos derechas se re-juntan contra la alternativa popular

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Desde el término de la dictadura hasta hoy las dos derechas que se han alternado en La Moneda durante tres décadas no solo han permanecido aliadas porque han superado sus pequeñas diferencias, sino que ahora están remarcando su cercanía, profundizando sus similitudes y reafirmando sus políticas continuistas neoliberales, todo ello en otro intento por detener la alternativa popular que asoma en la sociedad chilena.

Hay antecedentes y la memoria trae de vuelta lo ocurrido en 1964 cuando, tras el Naranjazo de Curicó, la oligarquía cerró filas y en masa dio sus votos  al demócrata cristiano Frei Montalva,  ya apoyado por el financiamiento yanqui y la campaña del terror,  para evitar la llegada a la presidencia del líder de la Izquierda Salvador Allende, militante del PS que en esa época era un partido socialista.

En 2021 las resquebrajadas coaliciones Chile Vamos (la de los tiempos “mejores”) y Unidad Constituyente (ex Concertación, ex Nueva Mayoría, ex “alegría”) tienen mucho en común, a partir  de la defensa irrestricta del modelo neoliberal y sus antivalores como la desigualdad, la discriminación, los abusos, la corrupción y la usurpación de los derechos ciudadanos.

Los últimos 30 años no fueron tan dorados como se pretende en estos días para seguir embaucando a la gente, porque la Constitución  y la institucionalidad pinochetistas continuaron vigentes. Ello permitió la aparición del maridaje política-negocios que alentado por el mercado desregulado privilegia a una minoría adinerada y margina a la inmensa mayoría de pobres y menos pobres, en tanto las violaciones de los derechos humanos durante la dictadura  se mantuvieron en segundo plano.




En la década de los 90,  cuando era el momento oportuno para hacer justicia, el terrorismo de Estado y el genocidio quedaron en la impunidad. Las dos derechas hablaban de “reconciliación” y se tragaban el “nunca más” de militares autores de delitos de lesa humanidad, mientras en el Congreso recibían jubilosas a Pinochet autoinvestido como senador vitalicio junto a una patota de uniformados golpistas, y luego celebraban el rescate del dictador de la justicia internacional después de su detención en Londres.

Empresas cuyo único norte es el lucro, como las AFP y las Isapres, permanecieron intocables – lo son aún – en tanto paralelamente empezaba una nueva era de privatizaciones. Desde el cobre que fue entregado a transnacionales, todo quedó en manos del mundo empresarial privado: desde los servicios básicos que habían sido públicos, el agua, la salud, la educación, la previsión, los puertos, las carreteras, etc., estructurando un sistema excluyente y ominoso bajo cuyo sometimiento quedaron la ciudadanía y sus organizaciones.

Las clases populares lo han soportado todo, calladamente. Ahí están los malos tratos y las humillaciones, la invisibilización y la falta de oportunidades, los abusos y los agravios que colmaron la paciencia: hubo un momento clave en la historia del Chile contemporáneo, cuando el 18 de octubre de 2019 el pueblo despertó de su larga siesta, se despabilo y salió multitudinariamente a las calles a manifestarse y protestar con rabia acumulada, dando comienzo  a una vigorosa lucha por la recuperación de su dignidad y sus derechos.

No corresponde tratar de trasladar a las presidenciales de noviembre próximo el resultado de las recientes elecciones de gobernadores regionales,  porque el 80% del electorado no votó. En la Región Metropolitana las cifras fueron determinadas  por las comunas ricachonas de la derecha oligárquica, Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea, inexistentes en otras regiones del país.

El nuevo Chile difícilmente volverá a aceptar a los mismos de siempre, a los que prolongaron las inequidades de la dictadura y, con tantos años en La Moneda, se farrearon la posibilidad que tuvieron de reconstruir la democracia. A estas alturas en que el estallido  social sigue con sus banderas en alto parece impresentable que los que se acomodaron en el modelo y estafaron a la gente modesta,  insistan en sus  gastadas monsergas y en promesas y anuncios que nunca cumplieron, sin querer percatarse que sus 15 minutos de fama ya pasaron.

Hay una generación de pretéritas figuras políticas que se resisten a acogerse a la jubilación o a dar un paso al costado que pretenden seguir actuando y opinando como antaño, sin querer ver la necesidad de un recambio acorde a los tiempos. Este recambio llegó para quedarse, con propuestas democráticas que envuelven fuerza y convicción.

Frente a las dos derechas que despilfarraron un largo tiempo gubernamental se siente y está en el ambiente que Chile se encuentra a las puertas  de una alternativa popular, igualitaria y solidaria. Se trata de una alternativa emancipada de las servidumbres tradicionales que surge desde el movimiento social y que toma la decisión de asumir el derrotero de su propio destino.

 

Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso



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  1. Renato Alvarado Vidal says:

    Sería muy divertido si nuestras dos derechas se encandilasen por haber obtenido un triunfo, harto esmirriado por lo demás, en la elección de un Gobernador en una región. Es como para decirles: sigan así y al final me cuentan.
    Tiene que ser mucha la necesidad de auto engaño para celebrar el resultado de la votación más irrelevante en décadas, donde hubo regiones, como aquí en Los Lagos, en las que la participación fue de apenas un 12%, y donde en todo el país fueron elegidos 6 ex Intendentes y 6 ex Cores, es decir personas conocidas en sus territorios por haber estado antes en algún gobierno, pero que aún así en algunos casos obtuvieron menos votos en la segunda vuelta.
    Está claro que nuestro electorado no es un monito de resorte al que basta apretar la tecla para que salte, ahora nos movilizamos cuando percibimos que hay algo realmente en juego, cuando de veras podemos cambiar algo, o al menos podemos destrabar alguna barrera.

  2. Felipe Portales says:

    El gran problema de hoy para la derecha concertacionista es que quedará desnuda. Si la derecha tradicional sacaba el tercio de los convencionales -como era lo esperable dado todos los resultados históricos desde 1990- la ex Concertación habría podido seguir con su eterno juego de «obligarse» a efectuar consensos con la derecha tradicional, señalando que «no podía hacer otra cosa». Ahora ya no podrá hacer lo mismo. Sus permanentes consensos con la derecha (que se ha traducido en que TODAS las leyes ¡y la misma Constitución actual de 2005! las han aprobado de ese modo) ahora no podrán disfrazarse de «obligatorios». Quedará desnuda en su derechismo…

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