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Las peligrosas expectativas y la Plaza Dignidad por otros medios

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Hace más de treinta años que la gente esperanzada viene sufriendo frustración tras frustración. Aunque peor que la derrota, ha sido siempre creer en los mentirosos de siempre que aseguraban que ahora sí. Y nunca fue.

Puestos en la disyuntiva del día de hoy, el elemento ordenador siempre va a ser todo contra la derecha, siempre.

La enemiga de los pueblos es la derecha en cualquiera de sus envases y en cualquier tiempo. Especialmente peligrosa es aquella que se autodenomina como centro izquierda, trampeando las palabras, mintiendo y engañando.

La elección de hoy es trascendental porque ofrece la opción de avasallar a la derecha. Sepultada bajo una avalancha de votos que la desprecien, de modo que le sea difícil reponerse.

Pero, cuidado con las expectativas.

Tanto por las limitaciones de un cargo que acaba de ser concebido en las oficinas de la ingeniería política, como por las dificultades inherentes a lo hecho en decenios de cultura neoliberal, una gobernación en manos democráticas no garantiza ejercer para los fines que interesan a la gente en un cargo tan poco claro.

Súmese la campaña del terror que ya comenzó y el sabotaje que ya se estará diseñando.

Pero, por sobre todo, la mayor falencia reside que en que no se ve pueblo detrás del proyecto que está en juego. Se ven buenas intenciones, pero no mucho más.

Si ha de haber un cambio real, será cuando haya una idea de país diseñado, impulsado, dirigido, construido y defendido por quienes el pueblo elija.

Lo que hay ahora, más allá de las buenas intenciones y personas, es el desfonde anunciado de una manera de ejercer y entender la política que el pueblo ha acorralado con costos humanos aún no cuantificados.

No se crea que en estas elecciones, por muy importantes que sean, se juega un proyecto popular que seduzca a la gente. Lo más importante de este domingo es que se puede derrotar estratégicamente a la derecha, no mucho más.

La hora del pueblo aún no llega, pero comienzan a haber algunos anuncios. Algo está cambiando.

 

Es precisamente en este punto de la historia cuando se extraña la existencia de un proyecto popular que ofrezca mucho más que abatir a la derecha mediante el voto.

En el dominio de la cultura existente, sumadas la gestión saboteadora y golpista de la derecha y la exConcertación, más la ausencia de un proyecto que seduzca al pueblo, los alcances de los gobiernos ya sea regional o nacional, pueden no llegar a ser lo que la expectativa de la gente tramitada espere.

Y quizás en esas esperanzas completamente justificadas de la gente, se encuentre un escollo difícil de enfrentar.

Por eso la irrupción de la Lista del Pueblo y su Vocería, ha encendido la irritación del estatus quo y su comprensible miedo, cosechando como consecuencia la enorme simpatía de pueblo llano.

Hay gente que se está saliendo del carril en el que a muchos les gusta circular. Hay quienes se están rebelando a las imposiciones vestidas de instituciones. Hay muchos que ya comienzan a darse cuenta de que la pelea de la Plaza Dignidad tiene otras expresiones tanto o más eficientes.

El verdadero cambio está ofreciendo sus primeros pinitos y está demostrando que las elecciones son una ventana que el sistema deja abierta y no queda más que entrar por ella para luego forzar la puerta para que entre el aire limpio de la gente emputecida.

Hoy se trata de sepultar a la derecha y a la exConcertación, no mucho más.

Lo realmente trascendente es que se comienza a hacer política desde abajo, esa que nace a partir de la gente llana, que no reconoce sino la voz del pueblo como la que manda, que desprecia al que se subyuga a los poderosos, esos que miden cada paso que dan y que se aprestan a ofrecer disculpas cuando dicen algo que incomoda a los que mandan.

Cuando el enemigo de los pueblos teme, es porque el camino es el correcto.

 

 

Por Ricardo Candia Cares

 

Escritor y periodista

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