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Chile recupera su dignidad

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Chile está en medio de un proceso que podría transformar el orden político y económico de las últimas tres décadas en cuanto la composición de la Convención Constitucional, que iniciará su trabajo hacia finales de junio, tiene una mayoría que impulsará los cambios demandados durante la revuelta popular de octubre del 2019. Hay una serie de factores que confirman esta afirmación, más allá de eventuales obstáculos o la incidencia de factores externos.

 

La derecha tradicional chilena, oligárquica, católica fundamentalista, terrateniente, racista y clasista, no consiguió los dos tercios de constituyentes para vetar artículos de la futura constitución que afecten sus privilegios. Una pérdida histórica, jamás imaginada por sus líderes, que muy probablemente tendrán que observar cómo se desintegra el orden económico de mercado, la primera y principal víctima que caerá bajo la mayoría de constituyentes independientes y de izquierda. Si hay un objetivo grande en esta nueva constitución, será cambiar la mercantilización de la vida por un orden más justo.

 

En estas dos semanas han decantado las pasiones y los análisis. Junto a la derecha dura los otros grandes derrotados han sido los partidos tradicionales de la exConcertación, principalmente la Democracia Cristiana y el trivial e instrumental PPD, con mínimas representaciones en la Convención. Sólo el Partido Socialista logró 15 constitucionalistas de los 155, aun cuando no puede considerarse un éxito en cuanto la suma de la lista es de solo 24 escaños.

 

Pese al pobre resultado el bloque de la exConcertación tiene una llave poderosa: puede girar hacia las transformaciones o hacia la conservación de las instituciones. Y puede pactar con la derecha como tantas veces lo ha hecho. Una somera revisión de las políticas de esta coalición durante los últimos treinta años nos entrega un perfil abiertamente neoliberal, a favor de la mercantilización y de todo el ideario del libre mercado. Es también el conglomerado que le arrebató al exjuez Baltasar Garzón a Pinochet para evitar que el dictador fuera juzgado y validó con reformas superficiales la constitución pergeñada por la dictadura cívico militar que rige hasta el día de hoy. Con estos y muchos otros antecedentes es evidente el riesgo de eventuales acuerdos con la derecha para vetar artículos de la nueva constitución que apunten a cambios radicales del orden establecido. Estos dos bloques, la derecha dura y la exConcertación, podrán vetar pero no proponer. Pueden poner obstáculos, hacer maniobras, atenuar los cambios; su función, tal como puede adelantarse, es más de freno de mano que de timón.

 

La dirección de las propuestas estará entre los independientes, el Partido Comunista (PC), la izquierda más moderadas del Frente Amplio (FA) y los representantes, no todos, de los pueblos originarios con sus 17 escaños.  Pero sin duda será la Lista del Pueblo, con sus 26 constituyentes, la que tendrá la tarea de poner en la constitución las demandas de la revuelta popular. La Lista del Pueblo, conformada por organizaciones sociales, es la expresión del 18 de Octubre con constitucionales que van desde manifestantes de la primera línea de la revuelta popular, activistas ambientales, feministas, por los derechos humanos, músicos, ciclistas, abogadas laboralistas a izquierdistas y trotskistas.  Un grupo de base que representa con fidelidad al pueblo chileno pero con amplia y profunda formación en sus áreas. Es un bloque de la clase popular que está en las antípodas de los representantes políticos. Es la expresión pura de la revuelta popular y en eso se reconocen. “Somos pueblo, somos quienes hemos luchado toda la historia por obtener dignidad y justicia. Somos quienes hemos vivido y crecido en la inequidad y la desigualdad, somos quienes nos levantamos un 18 de Octubre para decir basta. Somos quienes vimos morir y caer mutilados a nuestras y nuestros compatriotas. Somos quienes tenemos hambre de justicia y sed de libertad”.

 

Nada esconde la lista popular. Levanta y exhibe su antineoliberalismo y anticapitalismo. Es antipatriarcal, diversa, impulsa un estado plurinacional, con democracia participativa, fortalecimiento de las comunidades y organizaciones, más la dignidad en los ingresos, derechos sociales, salud y educación de calidad y gratuidad, medio ambiente protegido, revisión y restructuración de las fuerzas armadas y de orden entre otras.

 

¿Será todo esto posible? No es imposible. La derecha al perder el poder de veto al interior de la Convención queda debilitada, así como también carga con la gran derrota en las elecciones municipales y regionales del 15 y 16 de mayo. En todas partes, incluso en sus propios feudos, la derecha oligárquica sufrió castigos de diferentes intensidad. Y hay otro dato. El estreno del ultraderechista Partido Republicano ha sido un fracaso completo al no obtener ningún alcalde ni concejal. Chile ha girado hacia la izquierda y los independientes en este trance.

 

Algo similar ha debido soportar el progresismo neoliberal que ha perdido electores a favor de Apruebo Dignidad, el conglomerado  del PC y el FA. Este vaciamiento de los partidos tradicionales es otro de los efectos de la revuelta popular. Desde octubre del 2019 las protestas no han sido solo contra el gobierno de Sebastián Piñera sino contra el régimen neoliberal y todos sus sostenedores y manifestaciones. Esta coalición histórica, imbricada en negocios y favores con el gran sector privado en numerosos e impresentables escándalos de corrupción, hace tiempo que está identificada con el feroz capitalismo desregulado, el mismo que la calle y hoy la mayoría de constituyentes clama y tiene el poder de desmantelar.

 

Nada será fácil. La fuerza conservadora se expresa desde el gobierno, la clase política, los medios de comunicación hegemónicos, gremios empresariales y otras asociaciones. Se expresa también en las finanzas y los flujos de capitales: el lunes 17 de mayo la Bolsa de Santiago tuvo su mayor caída en un año, un grito histérico de pocas horas que podría replicarse y amplificarse a medida que la Convención lance nuevas señales. Y también en la propaganda, el rumor y campañas del terror.

 

De forma paralela corren en otro carril las elecciones legislativas y presidenciales a celebrarse en noviembre. Una carrera que va dejando frustraciones y decepciones, como la fragmentación definitiva de la oposición. La prueba de la blancura en este caso ha sido el neoliberalismo que solo han pasado el Frente Amplio y el Partido Comunista. Los dos partidos han optado por un futuro acercamiento hacia la multitud de los independientes en desmedro del progresismo y su pesada mochila neoliberal.

 

 

La Convención y las próximas elecciones posiblemente se retroalimentarán a la vez que contarán con el refuerzo de la revuelta popular que está presente y activa. Este conjunto de factores, más un pueblo movilizado y atento, son una importante protección para el avance del proceso.

 

 

Por Paul Walder

 

 

 

Periodista

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