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Comienzan a abrir las grandes alamedas

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Mientras se derrumban las dos derechas partidistas y los fantasmas pinochetistas del pasado, emergen con vigor las fuerzas del cambio, el pueblo movilizado, los millones de independientes protagonistas del estallido social y la Izquierda política decidida al fin a empezar a recuperar tanto tiempo perdido y cuyo objetivo es ahora derribar el modelo neoliberal.

La jornada electoral del 15 y 16 de mayo vino a confirmar los acontecimientos históricos más relevantes desde el golpe criminal que abrió paso a la dictadura genocida, como fueron el inicio de las manifestaciones multitudinarias del estallido a partir del 18 de octubre de 2019 y el plebiscito que anunció la redacción de una nueva Constitución, el 25 de octubre de 2020.

Pareciera que éste es el tiempo que anticiparon las palabras finales del presidente Salvador Allende cuando era bombardeado en La Moneda: “Superarán otros hombres este momento gris y amargo” … porque “mas temprano que tarde abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Quizás la ciudadanía vislumbre muy próxima esa realidad anunciada, o tal vez ya ha comenzado a transitar por las anchas alamedas democráticas legadas por el presidente socialista derrocado cobardemente a sangre y fuego por la felonía y la traición.

Lo cierto es que ese proyecto igualitario, solidario y de justicia social puede ahora retomarse, actualizado y adecuado al siglo XXI, a la luz de los avances que viene ganando el pueblo despabilado y empoderado, y de los resultados de las recientes elecciones.

Al cabo de 48 años, sin duda éste es el mejor momento de la Izquierda chilena y sus objetivos por la democratización del país. Ello incluye la nueva Constitución y el mejoramiento de las condiciones de vida de las mayorías oprimidas, en manos de los dueños del dinero que administran un sistema socioeconómico injusto, discriminador y corrupto.

Lo ocurrido a mediados de mayo es una prolongación del estallido social y de la votación del plebiscito. Es la voluntad del pueblo por una democracia real y una sociedad de derechos de todos y todas, lo cual fue usurpado por las clases dominantes mezquinas y soberbias.

Una y otra vez han ganado las grandes transformaciones destinadas a golpear el tablero político y fueron derrotadas las dos derechas acomodadas en el sistema. Se abren espacios para cambios fundamentales, porque las antiguas oligarquías saben que serán sobrepasadas por nuevas olas de dirigentes, jóvenes e independientes que han surgido y se expresan en la política a través de los movimientos sociales.

El modelo se muestra debilitado, no tiene fuerza, pierde influencia, ahora sin partidos ni coaliciones conservadoras que acudan a su sostenimiento. Hace largo tiempo que la casta política tradicional se alejó de la ciudadanía, se desentiende de sus necesidades, y su credibilidad y su prestigio de otrora terminaron por desaparecer.

Lo reconoció el propio presidente-empresario al admitir que “no hemos sintonizado con las demandas de la ciudadanía”. Acostumbrado a llegar tarde el mandatario llamó a “escuchar con humildad y atención el mensaje de la gente”, pero lo ha hecho fuera de plazo, cuando ya no le queda tiempo y únicamente le cabe disponer ayuda efectiva para el sinnúmero de familias azotadas por la pandemia y sus secuelas.

La Izquierda, el mundo social y los innumerables independientes que reclaman cambios radicales en lugar de maquillajes no solo sintonizan, sino que se identifican con la gente de a pie porque conocen en carne propia y se identifican con sus penurias y precariedades, con sus anhelos y aspiraciones de igualdad y justicia social.

Tras el estallido electoral, en el nuevo escenario la irrupción de esta necesaria alternativa al neoliberalismo es también el certificado de defunción para los rancios partidos políticos de antaño: desde principios de julio las fuerzas populares comenzarán a redactar la Constitución que consagrará la dignidad, y se dispone a conquistar la presidencia de la República en noviembre próximo.

 

 

Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso

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