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Preservar el espíritu de lucha del 18 de Octubre

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El día de hoy iniciamos un proceso electoral que culminará en noviembre con las presidenciales y parlamentarias. Un proceso en el que los trabajadores y el pueblo tienen puestas unas limitadas expectativas de expresar su descontento y acabar con la Constitución de Pinochet. Sabemos que la Convención Constitucional ha sido preparada desde el poder, de forma de garantizar que la misma sea controlada por los partidos del parlamento y el arco político del Acuerdo por la Paz, el acuerdo que salvó a Piñera, que legitimó la represión y el encarcelamiento de miles de luchadores en las mazmorras del régimen. Por lo mismo la participación del proceso electoral estando condicionada por las expectativas populares en el proceso, debe estar determinada por la necesaria afirmación de la independencia de clase, del llamado a la movilización de los trabajadores y de la ruptura institucional en términos de revolución, de gobierno del trabajadores.

Mientras se escriben estas líneas Pamela Jiles —con su estilo estentóreo— aprovechó la presencia de la prensa que la acompañó a votar para desafiar a Piñera, denostarlo y denunciarlo como un asesino al igual que Pinochet. Además proclamó la necesidad de que los independientes defenestren a los partidos del régimen y les cierren el paso de la Convención Constitucional. Sabemos que cuando ella habla lo hace con la demagogia de quien está calculando una operación comunicacional y de su efecto en la arena electoral. Sin embargo, resulta indudable que su alocución no sólo interpreta el sentimiento popular, sino que ocupa el espacio de enfrentamiento a Piñera y al régimen que han abandonado todos los partidos de representación parlamentaria. En efecto, desde el Frente Amplio y el PS de un lado, y el PC por el otro, atrincherados tras sus candidaturas presidenciales —Narváez y Jadue respectivamente— se han empeñado por aparecer como responsables y serios, omitiendo toda orientación política que signifique chocar con un régimen que se disponen a comandar.

Por lo indicado, es necesario constatar la necesidad de apoyar en estas elecciones a todos los candidatos independientes, pero no en abstracto, no a cualquiera. Han de ser apoyados no en tanto independientes sino que a aquellos que proclamen la lucha contra el Acuerdo por la Paz, la libertad de los presos políticos y el juicio y castigo a Piñera y a todo su gobierno asesino. El apoyo a las candidaturas debe obedecer a la necesidad de fortalecer la identidad de clase trabajadora, en tanto prefiguren la formación de una nueva dirección política de los explotados. Porque no se trata de elegir un convencional, un alcalde, gobernador o concejal, se trata de ir construyendo una barricada política desde la cual potenciar la unidad de la movilización y la construcción de un espacio político unitario para la lucha revolucionaria.

No importa la trayectoria del candidato: si éste integra las listas de los partidos del Acuerdo por la Paz, objetivamente ha tomado partido en contra del movimiento popular. En general, los compañeros que integran la lista del Partido de los Trabajadores Revolucionarios (PTR y otros grupos) y una enorme gama de independientes afincados en UPA, como Marcel Claude, Ingrid Altamirano o Marcos Montecinos —cito ejemplos visibles desde Valparaíso— merecen ser respaldados en tanto persiguen la construcción de una alternativa revolucionaria. Las diferencias dentro de la izquierda son incontables, pero hay que generar el espacio que permita aprovechar esta justa electoral viendo lo que viene, preparando los feroces enfrentamientos políticos que seguirán agitando la lucha de clases en Chile.




No somos Pepe Auth y no acostumbramos a hacer pronósticos electorales, cosa que tiene que ver más con la prestidigitación que con la política, más con la hípica que con la lucha social. Sin embargo, hay algo claro, tras este proceso electoral quedará afirmado institucionalmente el trazado de una nueva transición signada por gobiernos inestables y por una estructura de gobierno parlamentarista que en términos burgueses resulta inevitable. Si es Jiles, Narváez o Jadue el próximo presidente, la verdad es una incógnita que a mayor abundamiento resulta baladí dilucidar. El gobierno que surja de este portentoso proceso electoral estará prendido con alfileres, un parlamento fragmentado y una Convención Constitucional que en paralelo irán afirmando una nueva institucionalidad que no se hará cargo de ninguna de las reivindicaciones que motorizaron el levantamiento popular de Octubre de 2019.

Sin las ilusiones electorales de 1988 y al contrario, con un masivo repudio a los partidos y a la institucionalidad, el horizonte político estará marcado de un lado por permanentes llamados a la unidad nacional —ejemplo de ello es el llamado de Ossandón (RN) a votar por Orrego (DC) en Gobernadores— y del otro por un movimiento de masas que seguirá manifestándose con estallidos, perfilando el lento proceso de conformación de una nueva dirección política de los trabajadores. Este es el cuadro político en que hemos de batallar de aquí en más, ni la derecha piñerista desaparecerá ni los «demócrtatas» del Acuerdo ser erigirán como dirección indisputada el proceso. No volverán a disfrutar de la fiesta del «Gana la gente» con que llegó Aylwin a La Moneda en 1990. Tampoco las masas retrocederán como lo hicieron en la década perdida de los 90.

Para seguir adelante hemos de recuperar el espíritu de la primera línea que caracterizó el levantamiento popular de Octubre del 19. Los reclamos populares van uniéndose entre los reclamos democráticos contra la impunidad y la libertad de los presos políticos; los reclamos sociales que se dirigen al sueldo mínimo equivalente a la canasta familiar y a la socialización de los grandes medios de producción; y, los reclamos políticos que buscan darle poder y capacidad de gobierno a las asambleas y cabildos populares. El enfrentamiento será creciente y será en las calles y no en los pasillos palaciegos donde se habrá de dirimir esta lucha que pone al régimen capitalista de los explotadores de un lado y del otro a los explotados, al inmenso movimiento popular que protagonizó el levantamiento de octubre y le insufló vida a su espíritu, el espíritu de la revolución obrera.

 

Por Gustavo Burgos



Abogado

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  1. Me parece positivo que elporteno y Gustavo Burgos se sumen a Marcel Claude. Recuerdo con carino como en 2013 voté por él cuando planteaba una «sociedad de derechos» apoyado por el Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez. Los sectarios proponían «asamblea constituyente popular» y apoyaban a Roxana Miranda. Pienso que hoy Claude y el porteno debieran luchar por la recuperación del PS con otras fuerzas como la de Fernando Atria, que le ha dado más peso intelectual a la propuesta de una «sociedad de derechos». Hay que crear un movimiento amplio en que el «gobierno progresista» que propone Marcel gane el apoyo de más gente. Es importante sumar más gente, tal vez a ese grupo PTR que se dice es similar a Claude. Todo esto rechazando el dogmatismo de quienes todavía hablan de «clase obrera»

    Atte
    R.A.

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