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Vacuna contra la estupidez

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Me escribe Gertrudis, gentil lectora y sugiere que hable sobre la estupidez. Tema por lo demás complejo, del cual se han referido filósofos de todos los tiempos. Entre ellos personas corrientes, quienes proporcionan los mayores aciertos. Lo popular es genuino y brota de la costumbre y la tradición. Dice Gertrudis en su misiva, escrita con donaire y matices de poesía. “¿Acaso a usted no se le ha ocurrido referirse a una vacuna contra la estupidez? Ello nos significaría progresar en beneficio de la sociedad. Como sufrimos una pandemia, le dejo esta loable misión, convencida que la aceptará”.

Asumo el desafío. Uno se debe a quienes nos leen y también a esa multitud que nos excluye. De no actuar bajo este compromiso, ni siquiera podríamos publicar en la prensa clandestina. La ilegalidad tiene un especial encanto. Bares, boliches, prostíbulos y garitos, se ajustan a la descripción. Quienes no han frecuentado estos recintos, nada saben de la vida. Lejos está aquella época cuando la censura mordía y escribir en contra de la dictadura, significaba el suicidio. Ahora, existe la censura disfrazada, vestida de primera comunión. Y quien se atreve a decir la verdad, arriesga a ser acallado y amenazado con cortarle la lengua, si critica a las instituciones de la patria. Por ser la patria el rincón donde nacemos y vamos a morir, se debe aceptar el dogma. Robar, por ejemplo, es una actividad vinculada a todas las épocas, donde hacerlo, está permitido por ley. Ser ladrón es propio de quien tiene un título nobiliario, es senador, Ministro de Estado o embajador en España.

Me pregunta Gertrudis, si existen estadistas que hablen de la cantidad de borregos o estúpidos que hay en Chile, y cuanto tiempo se tardaría en vacunarlos. Añade sentenciosa: “¿Puedo conocer su pensamiento sobre la materia?” Menudo tarea me propone nuestra lectora y agrega: “Ellos son los culpables de la actual situación del país. ¿Acaso ignoraban que Piñera representaba al gran empresariado, a los dueños de las AFP, ISAPRES, bancos, el litoral, el agua, el cobre, el litio y de las carreteras?” En la actualidad, querida Gertrudis, las carreteras se llaman autopistas. Desaparecieron las carretas tiradas por bueyes. A comienzos del siglo pasado no estaban concesionadas y uno recorría Chile, disfrutando del paisaje. Los bueyes, es decir vacunos castrados, apreciada amiga, ahora son quienes definen las elecciones, junto a los borregos y los estúpidos. Y por favor, querida lectora, no me acuse de lenguaraz.

Debo aclararle a Gertrudis, quien dice ser profesora de castellano y en sus ratos de ocio escribe poesía, que no existen estadísticas confiables. Ni siquiera las que elaboran los centros de estudios o las empresas de encuestas. Ha de saber querida Gertrudis, que a Sebastián Piñera, le otorgan un 9% de aprobación y de acuerdo a esta medida, podríamos deducir que los estúpidos, incluidos los borregos, ascienden al 9% de la población. En tal caso, el país debe respirar tranquilo y mirar el porvenir con ese optimismo que aún pervive entre nosotros. Cada cierto tiempo nos asuelan las catástrofes y siempre logramos salir de las emergencias.

Si usted ahora, amable Gertrudis me pregunta cuantas personas se benefician con la pandemia, son los mismos de siempre. Hay quienes piensan que se dedican a contagiar a la población, para cosechar a costa de la miseria. En seguida, fabrican las vacunas. Los negocios son los negocios. Lea usted el informe de la revista Forbes, organismo que elabora el listado de los más ricos del mundo. Se sorprenderá al verificar la cantidad de chilenos que figuran ahí. De acuerdo a este análisis, ya no somos un país de menesterosos ni harapientos, donde indignaba la pobreza. No creo que entre estos privilegiados de uñas largas y apetito de ave carroñera, haya quienes necesiten una vacuna contra la estupidez. Desde hace tiempo están vacunados.

Por Walter Garib

 

 

 

Escritor

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