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El modelo en crisis: sacudiendo el usado traje del acuerdo nacional

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Las alarmas del sistema estarán tocando a rebato. El fracasado gobierno de la ultraderecha y la fracasada oposición, la diferencia entre unos y otros es solo de matices, ya estarán viendo que el peligro es mayor. Comunistas, en el caso del alcalde Jadue o populistas como en el caso de la periodista Pamela Jiles, el riesgo es el mismo, se alzan entre las personas más apoyadas por la gallá.

Estarán especulando que todo puede caerse estrepitosamente.

En este preciso instante el Departamento de Estado, la CIA, la iglesia, las Fuerzas Armadas, los grandes empresarios, los partidos de la exConcertación y la ultraderecha, ya estarán desplegando hipótesis de conflicto para prever si la cosa pasa de castaño a oscuro.

El llamado de fondo, la alarma real, es que la cosa se les desmorona a pasos agigantados. Vea no más lo números de la última encuesta CEP, el oráculo más importante de la casta, costra, política: partidos políticos, 2%, parlamentarios, 3 %, Sebastián Piñera, 6 %.

Entre todos, no les alcanza ni para una sopa.

Pero eso no sería tan terrible como el avance de personas como Pamela Pamela Jiles, 54 %, Izkia Siches, 49 %, Daniel Jadue, 24 %, Jorge Sharp 22%.

¿Se viene los tanques rusos de nuevo?

Desde el punto de vista de los poderosos de verdad, Piñera es el responsable del actual estado de la cosa y ya estarán viendo la manera de bajarlo, digamos, de alguna forma que no implique mucho sobresalto ni daños colaterales. Ya se lo habrán advertido.

Por eso ya comienzan a verse señales por parte del pobre millonario presidente. La expresión Acuerdo Nacional, tal como el del 15 de noviembre, se sacude como traje viejo ahora que la cosa pasa de los límites tolerables y ya se discute como opción y se convoca a los futuros firmantes.

Si este gobierno y su nivel de fracaso, fuera uno de sello progresista, para qué decir revolucionario, ya habría sido derrocado.

Piñera, su patológico formato mental, su egoísmo natural, su intrínseca pobreza humana, está poniendo en riesgo lo construido con extremo entusiasmo por la ultraderecha y la exConcertación en más de treinta excepcionales años y esa mancorna unida por la cultura dominante ya estará desplegando reuniones secretas para diseñar la mejor de las salidas.

Doble contra sencillo, se van a desentender de la paternidad de la crisis, impulsarán otro acuerdo nacional similar al del 15 de noviembre al cual correrán gustoso y esperanzados todos aquellos que ven sus carreras truncadas de prosperar comunistas y populistas, propondrán un itinerario, acordarán leyes, afinarán ayudas concretas a la gente, se tomarán de las manos y se harán la foto del ritual.

Los partidos del sistema, acorralados en su peor evaluación y en los márgenes del error muestral, deberán reaccionar levantando una altisonante propuesta para salvar el modelo. Y en esa operación contarán con políticos pendulares de ambición desmedida y de poca sujeción a principios y valores, para darle un tinte amplio y plural.

Lo que comienza a suceder nos retrotrae al salvataje del 15 de noviembre, cuando corrieron a suscribir el acuerdo sujetos como el diputado Gabriel Boric, cuyo anticomunismo le brota independiente de su voluntad, casi como un tic, que hace intrépidos esfuerzos para ser como ellos y cada vez le resulta mejor.

Bien ahí, Gabriel.

Convengamos que, en este escenario, en esta zarzuela colorida, en esta comedia con tinte trágico, esta especie de gag que ha durante más de lo imaginado, los espectadores que finalmente van a pagar la entrada al espectáculo y todo lo demás, es la gente que ha puesto el pellejo, sus ojos, su seguridad, su libertad y todo lo demás.

Esa gente que no cuenta, que parece no existir, que no es tomada en cuenta, que solo sirve para hablar en su nombre.

Y, claro está, para dar su voto, recibir el panfleto y resignarse a quedar en el olvido una vez que el político que lo engrupió se apoltrona en su buen pagado puesto.

En medio de esas especulaciones, aparece el más peligroso de los escenarios: que el duopolio pierda las elecciones. Todas.

¿Qué pasaría si por alguna razón, fundada en el gran enojo de la gente, el sistema, es decir, la ultraderecha y la exConcertación, quedan relegados a una minoría? ¿Si en las parlamentarias la gente pasa la cuenta y deshecha a sinvergüenzas travestidos de demócratas solo para ser electos? ¿Y si el sistema no alcanza el tercio salvador en la elección de convencionales?

Esas especulaciones, he ahí parte de la desgracia, pudieron ser una real expectativa de haberse convocado al pueblo a elegir en sus sindicatos, juntas de vecinos, escuelas, universidades, plazas, poblaciones, villas y calles, a los candidatos a cualquier cosa.

Pero, ya vemos que el miedo a la gente es cosa brava y demasiado transversal.

 

Por Ricardo Candia Cares

Escritor y periodista

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