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Chile, sus legisladores y el día de hoy

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Los culpables de los males de Chile, sin duda, se encuentran en el Parlamento (diputados y senadores), pues son ellos quienes dictan las leyes por las cuales transita nuestra vida ciudadana en todos sus aspectos: económico, social, educativo, judicial, sanitario, etcétera. Además, como se desprende de nuestro sistema de elecciones, estos legisladores pertenecen a partidos políticos (tradicionales se entiende) que nos obligan a votar escogiendo solo entre las alternativas que ellos dispongan. Por otro lado, los partidos políticos en cuestión, obedecen a las directrices de quienes los financian en lo sustancial; es decir, los millonarios del país, cuya riqueza no tiene otro origen que la explotación del hombre por el hombre. Del Estado, la casta política también toma su tajada para financiar una democracia que solo es democracia para los privilegiados de siempre. La raíz de esta situación se remonta, como lo he sostenido desde siempre, al día en que fue traicionado el Pacto de Ochagavía por parte del mercachifle Diego Portales y el ejército pelucón, comandado por el siniestro general José Joaquín Prieto, lo que dio lugar a la batalla de Lircay (ocurrida el 17 de abril de 1830), instalándose hasta hoy en Chile un sistema “democrático” y económico mentiroso, manejado y manipulado por la oligarquía. Cada vez que el pueblo ha querido manifestar su disconformidad, exigiendo justicia e igualdad, ha sido masacrado por los militares; así ocurrió con los igualitarios en 1851, con la invasión de Wallmapu en 1861, con las masacres obreras durante la llamada república oligárquica o parlamentaria (1891-1925), crímenes que continuaron durante todo el siglo XX, alcanzando, tras el golpe de Estado de 1973, el carácter de genocidio.

Pareciera que los años se hubiesen detenido, pues en pleno siglo XXI, luego de la insurrección popular del 18 de octubre de 2019, bajo un gobierno con características facistoides, las violaciones a los derechos humanos son permanentes, así como la existencia de presos políticos y abusos económicos contra el pueblo. Todo esto ha ocurrido a vista y paciencia de las poltronas del Parlamento. La política del garrote y la zanahoria poco ha cambiado entre 1830 y 2021. Actualmente, y aprovechando una crisis sanitaria que nadie esperaba (al gobierno le cayó del cielo) la zanahoria son los retiros de las AFP y el garrote las cuarentenas y toque de queda. El parlamento, en vez de presionar y exigir al gobierno medidas reales o proponer leyes que vayan en ayuda de la gente, con recursos suficientes y universales, optó por lo fácil y populista, que la propia gente se ayude con sus propios recursos. Es lo que ha sucedido con los retiros de la AFP y la Ley de Protección del Empleo. En cambio, se ha legislado para crear leyes represivas o que favorezcan a los empresarios. O se han propuesto royalties miserables al cobre y litio e impuestos insignificantes a quienes por décadas se han apropiado de la plusvalía que pertenece a los trabajadores. La trampa y la zancadilla al pueblo son los valores insignia del Parlamento.

Hoy, los parlamentarios continúan mintiendo, sobre todo cuando se acerca un intenso período de elecciones, dictando leyes entre gatos y medianoche y realizando acuerdos legislativos espurios, abundantes en “letra chica”. En lo cotidiano, pretenden hacer pasar una Convención Constitucional por una Asamblea Constituyente, convención que, además, lleva impuesto un quórum de dos tercios para aprobar el articulado que tendrá la supuesta nueva Constitución. De esto se culpa a la derecha, al pinochetismo, pero seamos justos, a la ex Concertación, ex Nueva Mayoría y FA, no les incomoda para nada que la “nueva” Constitución mantenga su fondo, que no es otro que la permanencia del republicanismo portaliano. Ningún candidato tradicional, que postula a ser convencionista, está por una Asamblea Nacional Legislativa unicameral ni por cambiar la democracia cautiva que nos rige. Cuando los legisladores escuchan que la verdadera democracia es el “gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”, les da ataque de urticaria. Tampoco les interesa acabar con las AFP, por algo negocian con el gobierno una reforma previsional gatopardista. Menos aún les interesa recuperar las empresas estatales privatizadas o recuperar nuestros recursos naturales. Todo indica que se trata de la farsa de siempre, vociferar cambios que terminan diluyéndose en la memoria colectiva. Seamos sinceros, ningún partido y sus parlamentarios desea terminar con el republicanismo portaliano, que durante la dictadura y en el período 1990-2019 se vio fortalecido con la complicidad de la televisión, que enajenó aún más la conciencia social de los chilenos en relación a su existencia social. La televisión chilena ha sido un cómplice fundamental en la difusión de las mentiras de los legisladores, gobernantes y plutócratas. Algún día, los autoproclamados “rostros de TV” tendrán que rendir cuentas en la plaza pública. De hecho, “rostros” y la casta política conviven diariamente en las pantallas de televisión, manifestando y prometiendo leyes a favor de los desamparados que jamás concretaron antes, teniendo todas las herramientas para hacerlo. La máxima farsa prosigue, pues quienes durante años solo han legislado la tajada mayor para los ricos, y las migajas para los pobres, jamás cambiarán su actitud, aunque lo juren ante el Papa. Su naturaleza es el engaño, el cinismo, la arremetida por la espalda, las treinta monedas de Judas.

Por Alejandro Lavquén




(alejandrolavquen.cl)



Periodista

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