Tercer retiro y la subsistencia de millones bajo la pandemia en manos del TC: la salida hacia el abismo
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Luego de ser abatido en la Cámara de Diputados y en la víspera de una nueva derrota en el Senado, Piñera recurre al Tribunal Constitucional, su última trinchera de poder. En el papel podría tratarse de otra de las hábiles maniobras del avezado inversionista quien da la pelea hasta el final muchas veces para subir el precio de de su capitulación. Tal razonamiento podría operar en un cuadro institucional operativo y previsible. Uno en el que tuviese sentido político, electoral, la defensa de la Constitución. Pero el esperpento institucional y la distopía política que caracteriza al régimen del Acuerdo por la Paz nos indica un camino opuesto. Piñera sabe que se dirige hacia un abismo y —como en «Thelma y Louise»— acelera. Pero el salto de la película es un salto hacia la libertad, el de Piñera uno que nos conduce a la barbarie.
La relación de Piñera con las instituciones es crítica porque es el resultado de la ordenación del poder desde el Acuerdo. Un orden en que el Gobierno se sostiene políticamente en el Parlamento y se ejerce funcionalmente desde La Moneda, porque Piñera fue librado de la cárcel el 15 de noviembre de 2019 con la exclusiva finalidad de afirmar ese acuerdo y administrar lo imprescindible. Desde iniciada la pandemia, la única tarea de Piñera ha sido dar los informes COVID-19 y tomar algunas medidas sanitarias. Aún en esa reducida tarea ha sido derrotado no por una particular impericia o estupidez —de la que no lo libramos— sino que porque los intereses de clase que sostiene y que dan forma a la política impulsada desde el MINSAL, son incompatibles con los de la mayoría explotada. El fracaso de la política sanitaria piñerista, con índices de mortalidad de los más altos en el mundo son la consecuencia necesaria de la propia crisis capitalista. La crítica personalizada de la «oposición» burguesa centrada en la estatura, política por cierto, del Ministro Paris o en la aptitud mental del Presidente, son una forma mediocre de soslayar la cuestión de fondo: el orden capitalista chileno no puede dar respuesta a la crisis sanitaria, porque ni la propiedad privada de los medios de producción, ni la democracia representativa patronal ni la docilidad de las élites a los intereses imperialistas, son compatibles con una política racional, comunista, para enfrentar la crisis.
La realidad objetiva, la experiencia práctica, apunta en el sentido que para contener la pandemia se necesita una autoridad fuerte con una perspectiva nacional, capaz de imponer disciplina social de aislamiento y proveer oportuna y suficientemente de tratamientos paliativos y vacunas idóneas. En Chile existe un sistema de salud capaz de enfrentar la crisis, contamos incluso con medios limitados pero suficientes para hacer frente a la pandemia y vacunar hasta el momento de esta nota a más de la mitad de la población. Sin embargo, la completa ausencia de un objetivo político nacional que fijara pautas generales hizo totalmente imposible contener la pandemia, que por lo mismo no sólo es un hecho de la naturaleza sino que una medida precisa de la crisis capitalista.
En un sentido histórico, la burguesía con sus intereses particulares, parcelarios, con la necesidad explotar y atacar metódicamente a la mayoría nacional, no tiene capacidad para enfrentar la pandemia más que en espacios muy retaceados. En este marco, la única clase con capacidad política de hacer frente a la pandemia es la clase trabajadora por tener intereses orgánica e internacionalmente congruentes y por tener la capacidad operativa de tomar el control de los sistemas de salud y el aparato industrial que sirve a dicho sistema. Esto no es «ideologismo» como dicen los escribas del capital, es la conclusión obligada para el desarrollo de una política de clase frente a la pandemia y al curso depresivo de la economía mundial. La pandemia debe enfrentarse con una sola dirección política que aborde integralmente los requerimientos sanitarios. El cuadro mundial deja a las claras que es la inorganicidad de las políticas sanitarias las que han condicionado la segunda y hasta la cuarta ola de COVID-19, pandemia que tiende a hacerse crónica y a golpear con mayor dureza —no puede ser de otra forma— a los desposeídos.
En Chile la pandemia ha caído por completo sobre los hombros de los trabajadores. La curva de contagio y de muertes sigue en alza y ahora golpeando sobre los menores de 50, el grueso de la masa trabajadora que precisamente no ha sido vacunada. Los índices económicos siguen desplomándose para la mayoría nacional ocasionando una crisis de doble origen que atenaza a Piñera frente a la coyuntura del tercer retiro de los fondos de las cuentas individuales que administran las AFP. Porque este tercer retiro se presenta como el último recurso frente a la miseria masiva, un recurso real, pero un recurso que sale del bolsillo de los trabajadores. Por esta razón el abismo al que locamente se dirige Piñera debe observarse desde dos ángulos.
El primero porque esta crisis se manifiesta como una división en la propia burguesía. El gran capital financiero y transnacional ve la medida como un mazazo a la continuidad de la fuente inagotable de recursos que le significan para ellos las AFP. En efecto, desde la cabeza de la CPC —el órgano político de la oligarquía— Juan Sutil ha ocupado todos los espacios para realizar una férrea defensa de las AFP oponiéndose con igual vehemencia a un tercer retiro. Sin embargo, tal postura contraría a sectores burgueses ligados al mercado interno, comercio e industria, que ven en la medida una forma de inyectar liquidez al sistema y dinamizar el mercado como en la práctica ha ocurrido con los dos retiros anteriores de agosto y diciembre de 2020. Esta división en el bloque del poder es lo que explica la posición uniforme de la oposición parlamentaria, sino que incluso la de un determinante sector del propio piñerismo. Par este sector la medida del retiro es una forma de legitimar el sistema y darle un salvavidas al régimen. Su objetivo es principalmente desmovilizado y preventivo de un nuevo estallido.
Si Piñera consuma la titánica labor de unificar al bloque burgués en torno a lo que resuelva el Tribunal Constitucional, habrá abierto un camino de resolución patronal al conflicto que consolidará el ataque a la clase trabajadora. Es la alternativa de la barbarie. Sin embargo, también es posible y aquí es donde la fuerza del movimiento social resultará determinante, que esta crisis haga saltar el proyecto institucional, ponga a millones nuevamente en las calles y se abra paso a un nuevo levantamiento popular.
Para los trabajadores la perspectiva es distinta. Un tercer retiro si bien sólo beneficiará a la mitad de los trabajadores con cotizaciones en el sistema, ya que con los retiros anteriores tres millones ya han agotado sus fondos, la medida logrará paliar el hambre y asistir urgentes e impostergables necesidades. Es más, políticamente el trabajador común ya dispone de esos fondos y los considera como un ingreso inminente. Para esta mayoría trabajadora se trata de validar por su intermedio la institucionalidad, sino que arrancar una conquista en un escenario de creciente miseria. Por lo mismo la proyección ineludible que puede seguirse a la frustración de un tercer retiro es la de un nuevo levantamiento popular cuestión que pondría en vilo la continuidad del proceso electoral en curso.
Este escenario explosivo ha tensionado al máximo las propias organizaciones de trabajadores al punto que la CUT, saliendo de su sarcófago, expresó recientemente que «Si el TC llegase a desconocer la voluntad soberana, no solo enfrentándose al Poder Legislativo sino también al pueblo de Chile, convocaremos a nuestras bases sindicales y los diversos actores sindicales, a movilizarnos de manera conjunta para impedir que se atropelle la voluntad popular». Obviaremos el dislate de que el Parlamento pueda expresar la voluntad popular, concentrémonos en la perspectiva movilizadora que señalan, ello indudablemente expresa la enorme presión de las bases trabajadoras. Es más, si no ha habido movilizaciones de importancia hasta este momento se debe a que es tal la debilidad del Gobierno que popularmente se entiende que será derrotado, por lo que el cuadro político aparece con la tranquilidad que antecede a la tormenta.
Es un hecho político fuera de discusión que un tercer retiro pondrá la lápida al modelo de capitalización individual de las AFP y abrirá el campo para la instauración de un nuevo sistema previsional de reparto. Pero sería mezquino observar este problema sólo desde la óptica previsional o de la política «social» de la pandemia. El tercer retiro debe servir para orientar la lucha por mayores reivindicaciones
El abismo al que se dirige Piñera no necesariamente acabará con su Gobierno. Dependerá de la forma en que se trabe esta lucha. Si Piñera consuma la titánica labor de unificar al bloque burgués en torno a lo que resuelva el Tribunal Constitucional, habrá abierto un camino de resolución patronal al conflicto que consolidará el ataque a la clase trabajadora. Es la alternativa de la barbarie. Sin embargo, también es posible y aquí es donde la fuerza del movimiento social resultará determinante, que esta crisis haga saltar el proyecto institucional, ponga a millones nuevamente en las calles y se abra paso a un nuevo levantamiento popular. Quitarle el tercer retiro a trabajadores que ya ven esos fondos enmarcados sus bolsillos y en su mesa actuará como un detonante de los antagonismos de clase que se han incubado durante este año de pandemia. Esto es algo que la burocracia sindical, el PC y algún sector de la izquierda institucional advierten con total claridad quienes presentan el tercer retiro como una última vía de salvar la institucionalidad.
Es un hecho político fuera de discusión que un tercer retiro pondrá la lápida al modelo de capitalización individual de las AFP y abrirá el campo para la instauración de un nuevo sistema previsional de reparto. Pero sería mezquino observar este problema sólo desde la óptica previsional o de la política «social» de la pandemia. El tercer retiro debe servir para orientar la lucha por mayores reivindicaciones, debe servir como viga para impulsar una política que se base en la lucha en contra del capital y se proponga un objetivo socialista revolución social. La preparación de la resistencia a la ofensiva piñerista debe comenzar hoy y ha de expresarse como movilización.
Por Gustavo Burgos
Publicado en El Clarín de Chile con la autorización del autor
Gassendi says:
1. Básicamente se está llamando a la unidad con el sector burgues mercadointernista, porque con el se comparten objetivos (frente único con la burguesia, frente popular como estrategia de movilización)
2. Fundamentalmente se está afirmando que el pilar del sistema burgués chileno actual (las AFP) está liquidado debido a las maniobras de los partidos del regimen en el parlamento (quien chucha escuchó antes alguna vez que los riros individuales de fondos eran capaces de acabar con las AFP? Esto no se les escuchaba ni a alas mas liberales de l a socialdemocracia hasta antes de oc 2019, menos todavía se escuchó desde esa fecha hasta el comienzo de la pandemia en el seno de las masa movilizadas)
Conclusión:
Demasiado desvarío.