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El proyecto neoliberal en caída libre

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Los efectos de la pandemia nos hunden día a día. No solo los sanitarios sino por aquellos más profundos y ampliados, como la soledad, la precariedad, la pobreza, el miedo al futuro. La desesperanza. Un país de supervivientes, sin ilusiones ni proyecciones. Vamos cayendo y aún sin tocar fondos. Aguanta, que cada día puede ser peor.

El Banco Mundial publicó hace un par de semanas un estudio sobre este país. Casi dos millones y medio de personas dejaron la condición de clase media y subsisten ahora en la pobreza, la vulnerabilidad ante cualquier evento. Una cifra que lanza al suelo todas las estadísticas tan acariciadas por tecnócratas neoliberales durante los últimos diez o treinta años. Chile se estrella de golpe en su maldición tercermundista.

La policía detuvo hace unos días a una enfermera que viajaba por una carretera al hospital para su turno. Viajaba sin patente, como miles hoy día porque no puede pagar el TAG. Claro que somos vulnerables, lo somos ante el mercado y bajo el peso de sus normas. Millares subsisten hoy en la venta a distancia, una modalidad comercial de última hora para el deleite de Starken, Chile Express y las estadísticas del desempleo. En las redes sociales se hacen rifas para la venta de artefactos, de teléfonos, cursos de idiomas, camionetas y hasta parcelas en Chiloé. Otros llenan calles y carreteras en un desplazamiento de miles de camionetas  con productos que reparten en edificios y condominios. Además de los dos nuevos millones de pobres el Banco Mundial calculó que 300 mil personas habían pasado desde el ABC1 a clase media. Estamos en caída libre.

La vulnerabilidad, ante el virus y ante el precipitado descenso. Decenas de locales comerciales cerrados, en arriendo, regreso de las ollas comunes, de los campamentos y la vida en tiendas de campaña. Estamos en los despojos del libre mercado, convertidos en una feria persa. Quién nos ayuda en esta fragilidad.




Toda tragedia tiene sus protagonistas. Nosotros somos el pueblo, el sujeto colectivo, el ciudadano sin fuerzas ni mayores atributos. Finalmente, y pese a los sociólogos, cientistas y economistas, otra vez somos masa. Porque nuestro drama parece clásico, una tragedia griega, shakesperiana o un cuento de Oscar Wilde. Un pueblo en su silencioso padecimiento bajo el peso de Sebastián Piñera, un aprendiz de tirano.

Si parece un drama clásico es porque tenemos un destino trágico cuyos orígenes están ocultos en algún momento de la fallida democracia chilena, en algún pacto político que tardó décadas antes de saltar por los aires un 18 de octubre. La pandemia, peste de características bíblicas, nos ha desvelado y nos desvela día a día las miserias de nuestra política. De la A a la Z, desde los orígenes de la transición a esta misma hora, la fractura de la democracia liberal no tiene vuelta. Está rota, quebrada.

En esta caída libre nos han ofrecido la convención constituyente, un nuevo circo para aspirantes a la carrera política, para  dirigentes jubilados, para funcionarios desempleados y oportunistas de toda ralea. Un llamado a debatir una nueva constitución en un país con una pandemia desatada, de sobrevivientes y desesperanzados. ¿Hay alguien que pueda explicar sin la habitual retórica política el sentido o sinsentido de todo esto?

Sabemos que toda tragedia termina mal, muy mal. Los destinos trágicos se expresan por años, décadas, tal vez mucho más. Pero también sabemos, como lo vivimos hacia finales del 2019,  que los grandes ciclos históricos también decaen y finalizan. Si el 2019 fue el comienzo de este proceso de desarme hoy su término está otra vez en nuestras manos.

 

 

Por Paul Walder

 



Periodista

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  1. Gino Vallega says:

    Impactante.Como en la obra de Jean Paul Sartre «Sin salida» (no exit) , a quien ó donde recurrimos para salvarnos ? No hay camino , no hay salida , estamos encerrados en un cuarto cuyas puertas comunican al mismo cuarto de donde partimos….?

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