Crónicas de un país anormal

Tocar el cielo con las manos

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La pasión por la historia la adquirí de tantas vueltas y revueltas por los distintos barrios de Santiago, con la intención clara de huir de “la cárcel” del colegio que, para mí, era una verdadera tortura. Desde niño nunca he sabido vestirme como se debe, y a los seis, no podía ajustarme el overol correctamente, y así me convertí en un personaje extraño, de gran delgadez, pequeño e introvertido. Según mis padres, tenía la lombriz solitaria, (una especie de “piraña” que ingería mi alimento); más tarde, pensaron que me aquejaba la tuberculosis, y decidieron un viaje a Portillo, que lo hice con mi madre, lugar donde tuve la oportunidad de conocer al entonces campeón mundial de esquí.

Aprobado el bachillerato, y ya ubicado como alumno regular en el Instituto de Historia en la Universidad Católica de Santiago, me cercioré de que la mayoría de los profesores habían sido alumnos del historiador Jaime Eyzaguirre, hispanista y partidario de Francisco Franco. Mi pasión se convirtió en el estudio y profundización de la filosofía de la historia, y los ídolos de mis profesores eran Oswald Spengler y el chileno Nicolás Palacios y, cuando los estudié más a fondo, pude constatar que Spengler – a diferencia de la hermana de Nietzsche – se negó a conceder cualquier entrevista a A. Hitler – y que Nicolás Palacios, muy valientemente, denunció la masacre de los obreros del salitre, en Santa María de Iquique, además,  que el término “raza”, de su libro La raza chilena, era muy común en el Chile de la época (y en el mundo), y el hablar sobre la mezcla del “roto” chileno, nacido de las sábanas indígenas, demostraba su admiración y cariño por los obreros del salitre.

Además de la afición por la historia y la filosofía, creció también la ambición de lectura de libros de literatura y de política. En cuanto al Partido Democracia Cristina, el sector freísta de derecha era maritainiano, mientras que el de izquierda seguía a Emmanuel Mounier, mucho más abierto al diálogo con los marxistas. En América Latina, la disputa se daba entre un triunfante Fidel Castro y los Kennedy, fundadores de la Alianza para el Progreso. Mis disputas con el Padre Florencio Infante, (en la era Pinochet, capellán del Ejército), rondaban sobre el tema “la alianza entre cristianos y marxistas” y la influencia de la revolución cubana en América Latina.

La Democracia Cristiana, en ese entonces, se consideraba el Partido eje del sistema político chileno, con 80 diputados y, como Partido de centro, tenía que aliarse con la derecha o bien, con la izquierda, según el tema político a tratar, (nadie puede negar que la Democracia Cristiana tuvo una potente influencia en el sector campesino, fuerza que, posteriormente, se transformó en el legado del MAPU y del MIR).

El poder es, verdaderamente, la ambrosía que, por desgracia, (salvo para Radomiro Tomic), dura muy poco, y no tarda en podrirse. El primer rebelde fue el senador por Concepción, el democratacristiano Alberto Jerez, quien exigía profundizar las reformas propuestas en el programa de gobierno de Eduardo Frei Montalva. Mi padre y yo viajamos juntos a Arica, (mi primer viaje en avión), y en nuestras conversaciones me daba cuenta de su disconformidad, y su deseo de virar hacia la tendencia de “los rebeldes”, (no en vano, comenzó a incursionar en la política como opositor que, en fondo, estaba en su ADN, que conservó hasta morir y como cristiano de izquierda).

Mi matrimonio se dio en plena gloria política, pues mi padre era presidente del Partido en el poder, el Democratacristiano, y en Chile, un buen regalo de bodas era una forma genial de lograr “un pituto”, (en mi caso, se transformó en una beca, a Sevilla, en El Archivo de Indias).

Las costumbres españolas se amoldan a mi personalidad, y era – pienso – uno de los pocos fanáticos extranjeros de las zarzuelas y comedias españolas, y mi predilecta era la zarzuela “A dónde vas Alfonso XII”, (hijo de la glotona y desgraciada Isabel II, la de “los tristes destinos”).

Mi tesis de estudio era bastante interesante, pero exigía más tiempo del que tenía la beca: se trataba de relacionar a los ilustrados españoles con la independencia de América. Personajes como el Conde de Aranda, Floridablanca, Jovellanos, y en su lucha contra los Jesuitas había sido decisiva en la guerra civil, que es lo que se llama independencia de los países de América Latina. La lucha entre los masones del “gran Arquitecto” y Jesucristo tuvo, como resultado, la balcanización del territorio llamado “América Latina”, (algo similar ha ocurrido en el encuentro entre los seguidores de Jesús y Carlos Marx).

Sevilla no es una ciudad para vivir encerrado en la lonja de Archivo o en las Facultades de la Universidad, sino para gozar de las vistosas fiestas de ferias que, en esa época, mi mujer y yo considerábamos un verdadero derroche de alegría. Los siete días de feria iban acompañados, en las tardes, de corridas toros, en la Plaza Santamaría, la más linda de España. En poco tiempo, sin tener conocimientos previos, me transformé en un fanático del toreo, y poco me importaba que un “chaval” martirizara a tan nobles animales.

De vuelta a Chile, los rebeldes y terceristas, que pertenecían al Partido Democratacristiano, habían sido derrotados por los freístas, en el Congreso realizado en Peñaflor. (Fui testigo, en una noche cualquiera de que mi padre estaba escribiendo su renuncia a la Democracia Cristiana y, como siempre, con el plan de entendimiento entre la Democracia y la izquierda, y cristianos y marxistas, pero ya el Cardenal, Raúl Silva Enríquez, se había anticipado al liderar la Reforma Agraria.

Transcurridas algunas semanas, la juventud democratacristiana fundó el Partido Mapu, cuyo líder fue un político extraordinario, Rodrigo Ambrosio, (murió prematuramente en un accidente automovilístico, cerca de Llay Llay; Ambrosio, junto con otros dirigentes juveniles, había sido discípulo de Louis Altusser). Una vez abandonado el reformismo, el único camino para el converso era adherir a la ultraizquierda, donde lo esperaba el MIR y los líderes más radicales del Partido Socialista.

Los mayores dirigentes del Mapu, Julio Silva Solar, Jacques Chonchol, y otros, no podían entender por qué el Mapu se había convertido en el 5º o 6º  Partido marxista más que, cómicamente, podríamos llamar “un partido marxista para la gente bien”, y nada ha sido más dañino para los dueños de fundo que, sus propios hijos o nietos les hayan quitado la hacienda que el abuelo había logrado levantar, incluso, a costa del asesinato de muchos indios.

A fines del año 1969, en pleno caluroso estío, nació la Unidad Popular, que reunió a políticos tan disímiles, entre ellos los de la izquierda más dura: Rafael Tarud, independiente; Alberto Baltra Cortés, del Partido Radical, de izquierda; los socialistas, los comunistas y los mapus.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

15/04/2021

(Continuará)

Historiador y cronista

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