No todos los TLC son malos
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Chile ha firmado tratados de libre comercio con diferentes países, de todos los continentes y de todos los grados de desarrollo económico. Pero no todos esos tratados tienen la misma significación para el país.
Los tratados de libre comercio firmados con los países de elevado nivel de desarrollo económico, tecnológico y comercial – tales como Estados Unidos, Japón, China o los países de Europa – han potenciado las exportaciones de bienes primarios con poco o con ningún grado de manufacturación o de agregación de valor, tales como las frutas, el cobre, la madera, el vino, el salmón, la celulosa, etc. Dichos tratados han estimulado en muy pequeña medida la producción y la exportación de bienes con grados más altos de manufacturación y tecnologización. Mas aun, han estimulado que esos bienes más sofisticados tecnológicamente se importen de esos países de más alto nivel de desarrollo con los cuales hemos firmado dichos tratados de libre comercio, y a que se inhiba su eventual desarrollo en nuestro país.
Ese tipo de inserción en los circuitos del mercado internacional no es neutral con respecto a los sectores sociales y económicos que se potencian dentro del país. Ese tipo de inserción internacional potencia a los sectores propietarios y productores de esos bienes primarios cuya exportación creciente se ha buscado con esos tratados. Se ha logrado que las exportaciones y la economía chilena crezcan, pero se ha logrado también – estando o no en los propósitos iniciales – que los sectores ligados a dichas exportaciones ganen poder económico, social y político.
El problema con esta modalidad de desarrollo o de crecimiento es que los bienes primarios se agotan, retroceden en cuanto a productividad o tienen consecuencias negativas sobre otros sectores de la sociedad, y el país no parece poder seguir creciendo y desarrollándose a mediano o largo plazo por esa vía. Los bienes que liderizan el comercio internacional contemporáneo no son los bienes primarios, sino los bienes de mayor contenido tecnológico. Avanzar en esa vía implica esfuerzos concretos y sostenidos del estado para crear y potenciar sectores productivos diferentes, cuestión que no a va a suceder por el mero juego de las fuerzas del mercado, ni como consecuencia de los tratados de libre comercio hoy en día firmados. Incluso el actual desarrollo primario exportador necesitó del apoyo económico y político del estado chileno, que precisamente tuvo que colocar su diplomacia económica al servicio de esta causa.
Pero no todos los tratados tienen la misma significación en términos de inhibir el desarrollo y la exportación de manufacturas. Los TLC firmados con los países de América Latina – se han firmado prácticamente con todos, con muy pocas excepciones – tienen implicancias diferentes. Se trata, en lo sustantivo, de tratados de libre comercio firmados con países relativamente similares, en que ninguno de ellos tiene un desarrollo industrial y tecnológico aplastante y en que todos tienen producción que puede perfectamente competir con la producción similar generada en otros países de la región. Se trata de un libre comercio entre iguales y eso los potencia a todos y no define a priori países ganadores y perdedores. No es por casualidad que las exportaciones a dichos países de la región tienen un contenido manufacturero mayor que las exportaciones dirigidas hacia el resto del planeta. Esos tratados hay que mantenerlos y tratar de que den de sí los mayores frutos posibles, lo cual tampoco es una cuestión que tiene el cielo asegurado, sino que también necesita de apoyos y políticas expresas. Pero si se apuesta a procesos más complejos de integración regional esos tratados ya firmados serán un aporte y no una traba para el avance comercial de todos.
Por Sergio Arancibia