El Chile que asoma después de la pandemia
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No constituye misterio referirse a los perfiles de la nueva realidad que comienza a imperar en nuestro país luego de los efectos provocados por el virus COVID-19, ya que es un hecho cierto que una vez terminados los efectos pandémicos y superada la crisis sanitaria, Chile –al igual que todo el planeta- será distinto, será otro Chile. Ello no tiene discusión.
Es un hecho que una vez superados los efectos de la actual pandemia va a surgir un nuevo orden en las conductas rutinarias, en la forma de adquirir o comprar bienes y servicios, en las formas del trabajo y empleo. Y obviamente, en la forma de administrar una nación.
“En la sociedad de la información del futuro, que está en franca expansión, habrá más gente con trabajo pero menos gente con empleo, lo que modificará las relaciones laborales, la legislación, los sindicatos, las prácticas de gestión, el mercado laboral y la economía”, asegura Nelson Stevenson, actual Decano de la Facultad de Administración y Negocios de la Universidad Autónoma de Chile.
Lo anterior, por cierto, también ocurrirá en los gobiernos comunales, en el tipo de administración que ellos requerirán, tanto como en la calidad de servicio que se hará exigible por parte de la comunidad y, muy principalmente, en las características fundamentales que reclamarán los electores a quienes deseen postular a cargos de representación popular en cualquiera de las 345 municipalidades existentes en nuestro país.
Es un hecho de la causa señalar que en los gobiernos comunales del futuro cercano no tendrán cabida las administraciones ideologizadas, partidistas y centradas en dictámenes verticales emanados de tiendas políticas, lo cual significa también que el nuevo orden de cosas impondrá un estilo de administración alejado definitivamente de los personalismos y caudillismos que, en muchos municipios, campearon profusamente durante las últimas décadas.
Dentro de plazos más que razonables la ciudadanía requerirá la presencia y acción de liderazgos competentes, honestos y altamente capacitados. Desechará vigorosamente la falta de transparencia, asunto tan particularmente típico de algunas autoridades comunales que usufructuaban para beneficio de su peculio personal con proyectos y tareas financiadas con dineros fiscales, a espaldas de sus electores a quienes engañaban mediante el secretismo de sus acciones y un bombardeo permanente al culto de personalidad, orquestado por ‘asesores de su confianza’ que sobreponían la incondicionalidad al alcalde que los contrataba por sobre el interés de los vecinos y de la comuna misma.
Todo ello difícilmente podrá repetirse. No sólo porque la ley ha puesto límite claro a la reelección de autoridades políticas, sino, muy particularmente porque la pandemia y sus efectos han enseñado a la gente los caminos a seguir y las metas a cumplir por parte de quienes deban ser elegidos para administrar los destinos comunales.
El fin a la reelección indefinida contribuirá a enfrentar dos desafíos centrales de la política chilena. Por una parte, permitirá incrementar la identificación de la ciudadanía con proyectos políticos que mejoran su vida cotidiana, en desmedro de la excesiva personalización que caracteriza a la política municipal y, por otra parte, forzará a una mayor democratización interna de los partidos políticos, al exigir, dentro de plazos más que razonables, el surgimiento de nuevos liderazgos, tarea pendiente de nuestro sistema político.
Transparencia a fondo, permanente honestidad y honradez a toda prueba, capacidad indiscutida, seriedad y dignidad en la permanencia del cargo de representación, como también conocimiento cabal de la historia, las gentes y las necesidades y virtudes de la comuna respectiva. Además, ello hará exigible la presencia de un elemento que ha estado ausente en los últimos años en nuestro municipio, cual es la transversalidad en la estructuración de los equipos de trabajo, tanto municipal como en Educación y Salud, así como también en la atención respetuosa e indesmayable a las organizaciones comunitarias, lo que significa ausencia absoluta de sectarismos, amiguismo, familisterio y corruptela nepotista.
Es el Chile que viene. Y habrá que acostumbrarse a él, porque quienes no comprendan la naturaleza de la transformación que ya ha comenzado, no tendrán cabida en el futuro que se avecina.
Por Arturo Alejandro Muñoz