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Renta básica universal: un debate necesario

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El poder instaurar en el país una renta básica universal es una buena idea. No se trata de una idea loca que inventó algún bien intencionado, sino una idea que ha pasado los filtros de la academia – cuestión que no siempre es necesaria, pero que ayuda – , que se ha instalado desde hace décadas en la reflexión política y económica. y que se va abriendo paso en el campo concreto de la política económica de diversos países.

La idea esencial que está detrás de ese concepto -que ha sido adoptado por instituciones como la Cepal y el PNUD- es que ningún ciudadano, en un país contemporáneo, pueda quedar sin un ingreso mínimo que le permita cubrir necesidades básicas. En otras palabras, se postula que la sociedad tiene una responsabilidad y un compromiso con cada miembro de la especie humana que nace y convive en esa comunidad. Se concibe la sociedad no como una mera suma de individuos, cada uno de los cuales se rasca con sus propias uñas, sino como un colectivo en que hay responsabilidades de los unos con los otros. Una de esas responsabilidades es no dejar que ninguno se muera de hambre. También hay la responsabilidad colectiva de curarlos cuando estén enfermos, de apoyarlos cuando estén muy viejos, y de educarlos y de capacitarlos en otros momentos de la vida, tanto desde un punto de vista tecnológico como desde un punto de vista social.

La idea de una renta básica universal recoge, por lo tanto, parte de lo que se le puede exigir a una sociedad que esté presidida por un alto sentido de solidaridad reciproca entre todos sus componentes. También se puede decir que la idea de la renta básica universal se nutre del sentido de hermandad presente en muchas religiones, sobre todo en el cristianismo.

Pero en una sociedad como la actual, la posibilidad de un individuo de tener alimentos depende de tener ingresos, y eso, a su vez, depende de tener trabajo, lo cual queda supeditado a que algún empresario quiera contratar sus habilidades o capacidades para producir con ello bienes cuya venta le generen una ganancia en el mercado. No en vano se habla de “recursos” humanos, pues el hombre se concibe como un mero instrumento para producir cosas, el cual se puede utilizar en forma intensiva o se le puede dejar sin usar por períodos largos, a la espera del momento en que vuelva a ser útil.  Que un individuo coma o no coma, lo pase mal o lo pase bien, que tenga o no acceso a los bienes esenciales que se necesitan en el mundo contemporáneo, son datos accesorios, o resultados que pueden o no estar presentes. El proveer la felicidad de los hombres y mujeres que componen una sociedad no es el objetivo central de este tipo de sociedad. La marginación y la exclusión sí son características consustanciales de ella.

Instaurar alguna suerte de renta básica universal no es la solución definitiva de todos los males que aquejan a nuestras sociedades, pero es un elemento que ayuda y que le insufla a éstas elementos importantes de solidaridad y de humanismo.

Las formas concretas que puede asumir la renta básica universal dependen de muchas variables. Así, por ejemplo, dependerá de los recursos que pueda canalizar la sociedad para estos efectos, así como de los ingresos que se le pueden exigir a los más ricos, por la vía tributaria, para que concurran a la ayuda de los más pobres, y de las prioridades que se tengan en un momento determinado como sociedad. Esos elementos y otros de tipo económico y político irán definiendo la viabilidad de este tipo de proyecto, así el nivel de esa renta básica universal, los sectores a quienes beneficia, así como su tiempo o trayectoria temporal de instauración. Pero en ésta como en otras metas de largo plazo, siempre es necesario partir por el primer paso.

Por Sergio Arancibia

Economista

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  1. Felipe Portales says:

    Buena idea, pero desgraciadamente imposible de ser obtenida en este fraudulento proceso constituyente, dado que la «Convención Constitucional» no podrá aprobar democráticamente (por mayoría) una nueva Constitución, debido al virtual poder de veto que le concedió el quórum de los dos tercios. Esto ha sido reconocido «positivamente» incluso por Pablo Longueira, Ignacio Walker, Ricardo Lagos, José Antonio Viera Gallo y Eugenio Tironi.

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