Economía y Mercados en Marcha

El peso de los invisibles

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Aquello que en las estadísticas nacionales se denomina “sector agrícola”, engloba las actividades propiamente agrícolas, más las pecuarias y las silvícolas y tiene poco peso en el PIB del total del país. Si tomamos los datos del año 2019 – que es el último año sobre el cual existen al día de hoy datos estadísticos relativamente completos – tenemos que el PIB de ese sector fue de 5.794 mil millones de pesos, lo cual representa el 2.9 % del PIB de todo el país, que fue de 198.441 mil millones de pesos.

Pero si a ese sector silvoagropecuario le agregamos el sector pesca, que también se suele incluir dentro del gran sector agrícola, tenemos que en el año mencionado este último sector aportó un PIB de 1.239 mil millones de pesos, que sumados a lo silvoagropecuario, da un total de 7.033 mil millones de pesos, lo cual equivale al 3.5 % del PIB total del país.

Sin embargo, lo que podríamos llamar sector silvoalimenticio es mucho más que todo lo anterior, pues habría que incluir los productos manufacturados que tienen un componente primario fundamental de carácter agrícola y que sirven para la alimentación humana, tales como el salmón, la harina y el aceite de pescado, las frutas congeladas y/o deshidratadas, la lecha envasada, la carne de cerdo y de aves, y otros productos que en las estadísticas nacionales se incluyen dentro del sector manufacturero. En el año 2019 ese sector de alimentos generó un PIB de 6.120 mil millones de pesos, lo cual – sin considerar otros elementos – equivale al 3.0 % del PIB nacional. Nótese que ese sector que manufactura bienes primarios genera casi tanto valor como el propio sector primario del cual se nutre.

Por lo tanto, si agrupamos todo lo anterior y conformamos un gran sector que incluya lo agrícola, lo pecuario, lo silvícola, la pesca y los alimentos manufacturados llegamos a un total que pesa aproximadamente un 6.5 % del PIB de todo el país, lo cual no es poca cosa.




Si analizamos el aporte que estos productos que venimos analizando hacen a las exportaciones nacionales, tenemos que en el año 2019 se exportaron 7.479 millones de dólares en productos primarios, tanto de carácter agrícola, pecuario y forestal. Ese mismo año se exportaron 9.751 millones de dólares en productos industriales de carácter alimenticio, lo cual arroja un total de 16.865 millones de dólares que de una u otra forma provienen – o tienen un alto componente que proviene – del sector rural y/o del sector pesca del país. Si se tiene en cuenta que el total de las exportaciones no mineras de ese año fueron 33.422 millones de dólares, podemos llegar a la conclusión – no siempre visualizada – de que cerca del 50 % de las exportaciones no mineras, provienen de esta suma de sectores que hemos venido considerando en este artículo.

El sector silvoalimenticio genera, por lo tanto, una cantidad importante de las divisas que necesita el país y genera también una cantidad importante de los alimentos frescos que llegan a los mercados, supermercados, almacenes y ferias de todo el país. Tiene, además, una alta responsabilidad en el cuidado y preservación del medio ambiente y en la población y ocupación del territorio.

La mayor cantidad de exportaciones y de divisas de carácter silvoalimenticio proviene de las exportaciones de salmón y truchas, por un lado, y de frutas de diferente naturaleza, por el otro. La mayor parte de la provisión de alimentos frescos a las grandes ciudades proviene de la agricultura familiar campesina. Durante el duro año 2020 hubo que soportar muchas penurias, pero no faltaron los alimentos frescos ni estos subieron mucho de precios, más allá de las alzas estacionales que son usuales en la economía chilena. Si el sector silvoalimenticio es poco visualizado por el país económico y político – excepto cuando hay violencia en su seno – el sub sector de la economía familiar campesina es menos visible aun, dentro de ese sector poco visualizado. Se trata, sin embargo, de un sector vital o estratégico para la producción de alimentos y de divisas, que tiene una inmensa potencialidad como para alimentar a un porcentaje mucho más alto de nuestra población y que necesita de políticas expresas para su desarrollo social y económico. Es de desear que en los debates constitucionales y legales que estarán presentes en el Chile del 2021, se tenga en su real peso e importancia al sector silvoalimenticio, en general, y a la agricultura familiar campesina, en particular.

Por Sergio Arancibia

 

 

 

 

 



Economista

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