Equilibrios fiscales y presupuestarios
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En el año 2020, según las cuentas oficiales de la Dirección de Presupuesto, Dipres, se generó en Chile una diferencia entre ingresos y gastos del Gobierno Central que se tradujo en un déficit de 14.643 mil millones de pesos, lo cual equivale a un 7.4% del PIB. En los años previos a esta crisis los déficits fiscales que exhibió la economía chilena fueron mucho más modestos – 1.47 % del PIB en el 2018 y 2.65 % del PIB en el año 2019 – pues se funcionaba con el viejo criterio de que los gastos deben ser lo más cercanos posibles a los ingresos – en la medida de lo posible, igualitos – y no aventurarse a caminar por la vía del déficit, so pena de los males del infierno. Incluso ese déficit de 7.4 % % es fruto de la presión social y de la presión parlamentaria, pues cada peso hubo que arrancárselo a la fuerza a la ortodoxa actitud del Ministro de Hacienda.
En materia de política monetaria las cosas tuvieron, sin embargo, un cariz diferente. La base monetaria – los billetes y monedas que están fuera del Banco Central, en manos del resto de los agentes económicos nacionales – que en el año 2019 había cerrado con un monto de 13.396 mil millones de pesos, en el año recién pasado cerró con un nivel de 27.767 mil millones de pesos. Es decir, la base monetaria más que se duplicó en el transcurso del año de la crisis. Si en vez de la base monetaria se toma como indicador la liquidez monetaria (M1) ésta pasó de 42.471 mil millones de pesos, a fines del 2019, a 65.370 mil millones de pesos a fines de 2020. Un incremento de 54 % en el período de un año. Esta fue una política monetaria claramente expansiva, que iba en dirección contraria a la que emanaba del Ministerio de Hacienda, y que no se tradujo en grandes presiones inflacionarias -por lo menos hasta este momento – contrariamente a lo que ha pregonado durante décadas la política ortodoxa. Mucha responsabilidad tienen en esta mayor oferta monetaria los retiros de fondos de las AFP que fueron autorizados en dos oportunidades por sendos acuerdos parlamentarios. Sin esos retiros de fondos seguramente el incremento de la base monetaria y de la liquidez monetaria no hubieran sido tan elevados, pero también es dable suponer que la profundidad de la crisis y el decrecimiento del producto hubieran sido mucho mayores.
De estos datos no se pueden sacar conclusiones ni muy alegres ni muy definitivas – como suponer que los déficits son siempre buenos y que se puede hacer uso y abuso de ellos – pero tampoco se puede dejar de observar que los principios y normas fiscales y monetarias, que han sido la biblia de la política económica durante las últimas décadas, no siempre son acertadas.
Mirando hacia el futuro cercano ¿podemos actuar como si la crisis ya hubiera pasado y la recuperación ya hubiera llegado? No. No se puede. El PIB de este año recién pasado terminó un 6 % por debajo del PIB del año 2019, y los cálculos más optimistas hablan de que se crecerá alrededor de un 5% en el año 2021. Es decir, los niveles del 2019 recién los volveremos a ver en el 2022.
¿Podemos que volver a la política fiscal y monetaria ortodoxa, con déficit cero y equilibrio monetario? No. Por ningún motivo. Esa política, aplicada hoy en día en forma rápida y dogmática nos conduciría a la ruina. Hay necesidad, por lo tanto, de continuar – e incluso de aumentar – el gasto y la inversión pública, para producir bienes públicos en el presente y para abrirle paso al crecimiento del futuro, aun cuando eso implique déficit fiscal en el presente. El problema no es como y cuando volvemos al déficit cero, o cercano a cero, sino cuanto déficit fiscal y monetario necesita y es capaz de soportar la economía chilena en cada momento de su historia. Hay que continuar también con las transferencias directas a la población más vulnerable. Mejor todavía si esos mayores gastos – y el eventual déficit fiscal – se cubren con mayores ingresos provenientes de los mayores impuestos a los sectores de mayores ingresos y fortunas. Hay, por lo tanto, que buscar las medidas fiscales y monetarias que satisfagan las nuevas y las viejas demandas de la población, del interés nacional y de la justicia distributiva, y no adecuar estas exigencias a una norma fiscal sospechosa de parcialidad política y económica, y de dudosa eficacia técnica.
Por Sergio Arancibia
ramon roman says:
Señor Arancibia, de nuevo me meto en su opinión y es para decirle esto: ¿ cuán ingenuo es usted? ¿realmente usted vive en Chile? ¿el sistema económico de Chile es el Socialismo o el Neoliberalismo? Usted escribe de aplicar deficits como si el Estado de Chile tuviera la capacidad de hacerlo efectivamente en un sistema neoliberal, donde me imagino usted habrá leído la constitución pinochetista. Me imagino que usted se habrá dado cuenta que la mayoría de los bienes de consumo están en manos de las empresas privadas y no solamente esto, la salud, la educación, la prevision, el agua, la electricidad, etc. Ahora, señor Arancibia, los deficits fiscales en los países capitalistas son parches momentáneos, es decir, para salir de los problemas que ciclicamente produce el sistema capitalista, PERO… que en el chilito nuestro, los gobiernos lo utilizan constantemente y que usted, vaya, vaya, lo quiere utilizar en forma permanente para taparle los hoyitos que deja este sistemita neoliberal y no para crear nuevas fuentes de trabajo con estos deficit fiscales, sino para que el dinero usado por estos deficits lo utilicen los chilenos para pagar sus deudas, deudas que se acumulan, por una parte para adquirir huevaditas de consumo y para pagar las «necesidades» de la existencia, como las que nombré. Para terminar, en muchos países desarrollados, donde el estado con un sistema económico donde el estado y el sector privado conviven perfectamente y donde la mayoría de las necesidades de la gente están aseguradas, a pesar de los grandes impuestos pagados, me imagino que existe eso que usted desea, cero deficit y una politica monetaria utópica.