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Los mandamientos de Carlos Saúl Menem: neoliberalismo y corrupción

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“Nada de lo que debiera ser estatal, permanecerá en manos del Estado”, es el mejor resumen del credo de Menem que, por lo demás, lo cumplió estrictamente, a diferencia de los seguidores de Moisés que pasan violando el decálogo.

No existe nada más tonto y humano a la vez, la frase que se dice a menudo: “no hay muerto malo”. El ser humano, cuando ambiciona el poder y toda su vida lucha por él, se le considera intrínsecamente malo; también está en boca del vulgo el afirmar que el poder corrompe, y el poder absoluto, absolutamente.

Carlos Saúl Menem murió a los 90 años de edad, y podríamos decir que es el arquetipo del político corrupto, ladrón y vendido a Estados Unidos. Los sucesores en la presidencia de Argentina son sólo discípulos y, en general, han hundido a este rico y maravilloso país, que otrora se encontraba entre las potencias mundiales y hoy a punto de hundirse sociopolítica y económicamente.

Menem es descendiente de una familia siria que se radicó en Argentina. Nació en una pequeña aldea, Anillaco, en la provincia de La Rioja. Es innegable que supo aprovechar las circunstancias para apropiarse del poder y enriquecerse.

A fines del gobierno de Raúl Alfonsín la hiperinflación había terminado por destruir las expectativas que esperaba el pueblo del primer gobierno democrático, (al menos, Alfonsín ordenó el envío a la cárcel a los miembros de la Junta Militar, luego de un juicio por crímenes de lesa humanidad), sin embargo, la tasa de inflación superaba el 5.000%, (en vez de 1% o 2% normal). Se compraba un pan en la mañana, a determinado precio, y en la tarde del mismo día valía el triple; como era lógico, sólo restaba asaltar las tiendas.

Por otra parte, los militares golpistas se dieron el lujo de rebelarse contra el gobierno de Alfonsín, pero afortunadamente el pueblo tenía un pésimo recuerdo de las atrocidades y crímenes de la dictadura que acababa de caer, y la única manera de meter presos a los militares hubiera sido la de derrotarlos por las armas.

La situación económica era catastrófica, y Alfonsín, atinadamente, llamó a elecciones seis meses de terminar su período, con la seguridad de que ganarían los peronistas, que tenían una disputa interna entre Antonio Cafiero y un desconocido hasta entonces, Carlos Saúl Menem quien, sorpresivamente, terminó siendo el candidato del justicialismo. Comenzó su campaña a La Casa Rosada con la promesa de una revolución productiva y “café para todos”.

Una vez asumido el poder cambió radicalmente y se transformó en un mandatario ultra-neoliberal, nombrando como ministros sucesivos de Economía a fanáticos privatizadores. Según el “primer mandamiento” ya citado, no dejó empresa rentable estatal libre de los privados, a quienes se las regaló a precio de huevo, (El primer Presidente de la transición chilena, Patricio Aylwin, no tuvo necesidad de hacerlo, pues ya Augusto Pinochet lo había hecho anteriormente y, claro, los amanuenses del gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia no tenían ningún interés en pretender la recuperación de lo robado al fisco, razón por la cual se denominan “traidores”).

El Acuerdo de Washington, se proponía imponer políticas neoliberales en todos los países de América Latina, y Carlos Menen, ya en el poder, llamó a las relaciones con Estados Unidos “relaciones carnales”. Los personajes que acompañaban al Presidente Menem en dicho Acuerdo eran, nada menos, que los Presidentes Alberto Fujimori, de Perú, y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, de Chile el más tonto de los hijos de don Eduardo.

Para combatir la hiperinflación, a Menem no se le ocurrió nada mejor que cambiar al ministro Domingo Cavallo desde Relaciones exteriores a la cartera de Economía, y en este ministerio aplicó su famoso proyecto económico de la paridad dólar-peso, que exigía la prohibición de emitir pesos argentinos. El valor del peso-dólar, más las privatizaciones, terminaron por destruir la industria argentina: el país había virado de las substituciones al neoliberalismo más radical y salvaje. La paridad entre dólar y peso es ridícula, pues Estados Unidos tiene un PIB mil veces superior al de Argentina y, para mantener esta paridad era necesario endeudarse.

Para la clase media la paridad era muy buena, pues permitía viajar con frecuencia a Miami y a otros países con pocos pesos y, además, la adquisición de artefactos para el hogar, y de muy buena calidad, (incluso, Menem se daba el lujo de mostrarse muy ufano de manejar el Ferrari, color rojo, de última generación). Argentina podría considerarse el paraíso del dinero líquido, pero que los pobres comenzaran a morir de hambre, poco importaba.

El sueño menemista comenzaba a venirse al suelo cuando ya no había respaldo para sostener la paridad dólar-peso. Menem y Alfonsín habían logrado, el Acuerdo de Olivos, (residencia de los Presidentes argentinos), por el cual se podía reelegir al Presidente de la República por dos períodos consecutivos de cuatro años, y Menem fue reelecto por ciudadanos idiotas, adormecidos y felices.

Para los creen en el platonismo para el vulgo, (así lo llamaba Nietzsche al cristianismo), deben estar convencidos de que Carlos Saúl Menen fue llamado a permanecer a la diestra del Padre, pues ha cumplido los cinco preceptos del islam, y con los diez Mandamientos de Moisés.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

15/02/2021

 

 

Historiador y cronista

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  1. Felipe Portales says:

    Las relaciones «carnales» las tuvo Menem no solo con los gobiernos estadounidenses, sino también con los chilenos; y, sobre todo, con la corrupción y el neoliberalismo. Fue servil con Estados Unidos, así como lo fueron los sucesivos gobiernos concertacionistas. De allí, tantas coincidencias…

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