Textos destacados

Respuesta a un artículo reciente de Juan Pablo Cárdenas

Tiempo de lectura aprox: 9 minutos, 22 segundos

El conocido periodista chileno inicia su artículo, titulado:  «Las muertes de Allende y Frei como secretos de Estado», con la aparentemente obvia afirmación de que los grandes misterios de la historia nunca llegarían a ser resueltos si los propios Estados donde estos ocurrieron tienen la intención de que así ocurra. Según Cárdenas esto habría pasado con los casos de las muertes de los presidentes Allende y Frei. Siguiendo el camino de una larga y vieja tradición de negacionistas chilenos del suicidio de Allende, iniciada por Renato González, es decir, por el GAP Eladio, y continuada por Robinson Rojas, Camilo Taufic, el doctor Ravanal y varios otros, lo que el periodista se propone aquí es desplegar un argumento, que le permitiría aparecer «demostrando» que como las investigaciones judiciales tanto de la muerte de Allende como de Frei, habrían dejado sin resolver un cierto número de enigmas, ello significaría que las muertes de ambos presidentes no estarían aún  resueltas, lo que por cierto es una inferencia ilegítima y falsa, porque en ambos casos  ha sido suficientemente demostrado que Allende se suicidó en el Salón Independencia de La Moneda y que Frei fue asesinado por agentes de la Policía Secreta de la dictadura.  Otra cosa es, por cierto, lo que quieren creer los «negacionistas», que casi medio siglo después de la muerte de Allende continúan afirmando que Allende no se inmoló en el Salón Independencia de La Moneda, sino que 1. fue ametrallado por soldados golpistas de nombres desconocidos, en un supuesto combate, ocurrido en un lugar no bien determinado de La Moneda, o 2. Fue muerto por el General Palacios quien le habría dado un tiro en el entrecejo  con su arma de servicio, según lo han sostenido, años después de la  muerte del general golpista, el doctor Luis Ravanal y su ayudante, el periodista Francisco Marín.       

 

Véase, a continuación, la descuidada forma como Cárdenas procede a argumentar su posición: «A poco menos de 50 años de la muerte de Salvador Allende todo dice (¿) que quedará siempre en la nebulosa si acaso su deceso fue a consecuencia de un suicidio o del crimen perpetrado por los militares que irrumpieron en La Moneda aquel 11 de septiembre de 1973». Es manifiesto que se trata de una afirmación en la que no cree ni su propio autor,  porque si «todo dijera» lo que afirma Cárdenas, es decir, que nunca se sabrá si Allende murió por mano propia o fue asesinado por soldados golpistas, carecería de todo sentido seguir tratando de establecer la forma de la muerte del presidente Allende, y ni siquiera el propio periodista se hubiera dado el trabajo de escribir el artículo que aquí comentamos.

 

Continúa Cárdenas:

 

«La larga investigación judicial llevada a cabo, sin duda dejó sin resolver muchos enigmas; al mismo tiempo que los «actores» que se encontraban en La Moneda, siempre tuvieron versiones diferentes, como la de aquellos jóvenes soldados que por largo tiempo se ufanaron de haber asesinado al presidente o aquellos testimonios que aseguran que el propio mandatario se quitó la vida»




 

Con el fin de probar su afirmación de que la Investigación Judicial de la muerte de Allende habría dejado muchas dudas sin resolver, el periodista trae a cuento las historias más absurdas, mientras que no se mencionan aquí, ni por casualidad,  los relatos de testigos conocidos y confiables como son,  por ejemplo, los doctores Guijón y Quiroga. Como  puede apreciarse, Cárdenas es incapaz de ser mínimamente objetivo y de presentar de  manera imparcial los hechos que rodearon la muerte del presidente Allende. Pero si lo anterior no ha sido suficiente para convencer a sus lectores, el periodista trae a colación los siguientes hechos:

 

«Todo [lo anterior] en medio de  largas horas, además, en que no se sabía qué pasaba con el cuerpo de Allende, la oscura y apresurada forma en que se sepultaron sus restos y un sinnúmero de dudas respecto, incluso, de algunos restos jamás encontrados de su cadáver y que podrían haber comprobado que a éste le dispararon en la sien. Cuestión que coincide con las declaraciones de uno de los oficiales que se refirieron posteriormente en Estados Unidos a su «heroica» irrupción armada al Palacio de Gobierno»

 

Es cierto, los altos jefes golpistas ocultaron a su  familia y al país, el mismo día del golpe, el paradero de los restos mortales de Allende, así como lo qué hicieron con ellos entre la noche del martes 11 y la madrugada del miércoles 12 de septiembre, pero ocurre que para los efectos investigativos de poder establecer hoy la forma de su muerte, dicha información es conocida en su totalidad, es decir, cada uno de los detalles referentes a la autopsia practicada a los restos del presidente, entre la noche del 11 y la madrugada del 12 de septiembre, en el Hospital Militar, así como su funeral secreto aquel mismo día, en el Cementerio  Santa Inés de Vina del Mar, en el que estuvieron presentes Techa Bussi, Laura Allende y los sobrinos del presidente, Eduardo, Patricio y  Jaime Grove. De manera que Cárdenas se equivoca al incluir tales dudas acerca del paradero de los restos de Allende, entre los factores que harían continuarían impidiendo el establecimiento de la verdad de su muerte. En cuanto a aquellos restos óseos que habrían desaparecido, se trata de un hueso que han sido buscado por el doctor Luis Ravanal con el propósito de apuntalar su »tesis» de que Allende habría sido muerto por un disparo en el entrecejo que, supuestamente, le diera el General Palacios, pero, cualquiera sea lo que digan los negacionistas del suicidio del presidente, hasta el momento dicha tesis no ha sido demostrada, por carecer de suficiente respaldo en los hechos.

 

Continúa Juan Pablo Cárdenas:

 

«Siempre hubo versiones distintas de los forenses que revisaron los restos de Allende, pero lo más sospechoso de todo fue la forma en que el gobierno de Patricio Aylwin organizó su sepultura oficial y evitara todo esfuerzo serio por despejar  las interrogantes que venían acumulándose por largo tiempo. Un sepelio a cargo del ministro Enrique Correa, hoy conocido como uno de los personajes mas sinuosos de la [así] llamada Transición a la Democracia».

 

Contrariamente a lo que afirma Cárdenas, los médicos forenses militares que hicieron el examen post mortum de los restos mortales de Allende por orden de Pinochet,  no divergieron en sus conclusiones, el único que llegó a conclusiones diferentes, muchos años después, fue un tanatólogo civil, por así llamarle, el doctor Luis Ravanal , quien en realidad no examinó los restos mortales del presidente, sino que debió limitarse a la lectura, examen

e interpretación de los documentos producidos por los médicos militares, lo que técnicamente se denomina como un «examen metaforense».

 

Cárdenas culpa a Patricio Aylwin por haberle dado al Funeral Oficial de Allende el carácter que tuvo, evitando, según aquél, todo esfuerzo por resolver definitivamente la muerte del presidente, y  por haber puesto a cargo de toda aquella compleja «operación» a un hombre como Enrique Correa. Pero, en realidad, el carácter de aquel funeral fue el resultado del acuerdo y la colaboración del primer gobierno de la Democracia Tutelada (Felipe Portales dixit) y delas direcciones de los grandes partidos de la ex Unidad Popular, especialmente del Partido Socialista. Que esto debió haber sido así lo ponen evidencia hechos tales como los siguientes: No se sabe que dentro de estos influyentes partidos alguien haya manifestado entonces, por ejemplo, su descuerdo o descontento, con el inusual hecho de que la carroza que trasportó los restos de Allende aquel día desde Viña del Mar al Cementerio General de Santiago, lo hiciera a alta velocidad, que se prohibiera expresamente a quienes concurrían en auto a despedir a su líder, que sus vehículos se unieran al cortejo, o que se apaleara a los participantes a pie , es decir, al público Allendista, como en los peores tiempos de la Dictadura.     

 

Pero quizás si lo más importante, es que el Funeral Oficial  tuvo otro importantes fin relacionado con la muerte del presidente Allende, que a menudo se desconoce u olvida, y es que allí por primera vez en 17 años, se puso al descubierto lo que yo he denominado en mi último libro como «la falsificación de la muerte de Allende», es decir, aquella decisión de los cuadros políticos de la izquierda en el exilio, con la ayuda del fundador del «negacionismo», el GAP Eladio y Tencha Bussi, de declarar por primera vez ante el mundo, desde la Cuidad de México, que Allende había sido asesinado, a pesar de que ellos sabían que el presidente se había suicidado en el Salón Independencia de la Moneda, minutos después de las dos de la tarde. De allí la necesidad de montar 17 años después de los hechos, toda una operación nocturna y secreta de una supuesta identificación de los restos y de la confirmación del suicidio de Allende, la noche anterior al Funeral Oficial, de manera que todo el mundo creyera que se trataba de un verdadero descubrimiento, cuando en realidad esto lo supieron Tencha Bussi, sus hijas, y otros socialistas, al día siguiente del golpe, como quedó registrado en la Historia.             

       

A continuación señala el periodista:

    

«Es obvio que a Pinochet y los militares golpistas siempre les convino la hipótesis del suicidio presidencial. Muchos piensan que el destino de la Dictadura habría sido otro si el mundo se hubiera enterado del magnicidio. Tampoco era cómodo para los Estados Unidos haber alentado un golpe militar con el agravante de haber asesinado al Presidente de la República en ejercicio. Lo mejor era, entonces, darle curso a la idea del suicidio, lo que también fuera fácil de aceptar por demócrata-cristianos y otros opositores de la Unidad Popular que alentaron la conspiración y que a la postre llegarían a suceder al Dictador».

 

No cabe duda que el suicidio del presidente liberaba a los golpistas de la acusación de que ellos lo habían asesinado, pero es igualmente indudable que el destino de la Dictadura no hubiera cambiado, como lo afirma Cárdenas, si Chile y el mundo se hubieran enterado de aquello. Porque ocurre que el mundo sí se enteró del «asesinato de Allende», y las cosas se dieron exactamente al revés de como las presenta el periodista, ya que la izquierda chilena derrotada no «dio curso a la idea del suicidio», sino que por el contrario, se embarcó, el día 19 de septiembre de 1973, en la Ciudad de México, teniendo como vocera a Tencha Bussi de Allende, en lo que podría caracterizarse como  una verdadera campaña de falsificación histórica de la verdadera muerte del presidente Allende, en la que su suicidio fue presentado ante Chile y el mundo como un asesinato, ipor motivos de naturaleza puramente políticopropagandística.

 

Dicha  falsificación sería legitimada y difundida Orbe et Urbis, días después, nada menos que por Fidel Castro, en aquel famoso discurso suyo en honor de Allende y los caídos en la «Batalla de la Moneda», que tuvo lugar el

El día 28 de septiembre de 1973, en la Plaza de la Revolución, en La Habana, ante casi un millón de personas.

 Solo el día del Funeral Oficial de los restos del presidente Allende, el 4 de septiembre de 1990, es decir, 17 años después,  la izquierda chilena vendría a reconocer públicamente, aunque de modo algo velado, que Allende se había suicidado en su oficina privada de La Moneda, conocida por el nombre de «Salón Independencia», la tarde del día 11 de septiembre de 1973.

 

A falta de mejores pruebas de sus planteamientos negacionistas del suicidio de Allende, Cárdenas trae a cuento aquí al doctor Enrique París, en los siguientes términos: «Para quienes estuvimos cerca de aquellos sucesos, jamás podremos olvidar como el Médico Enrique París, salió  detenido de La Moneda voceando que al presidente lo habían asesinado, para él mismo después encontrar una brutal muerte durante su detención, sin que por largos años se conociera el lugar de su sepultura».

 

Por cierto, el periodista toma literalmente aquellas palabras del doctor Enrique París, las que bien pudieran explicarse a partir de la serie de rumores que circulaban ya en el momento mismo del ataque militar al segundo piso de La Moneda, y cuando aún varios partidarios de Allende que aún se encontraban aquella tarde en su interior defendiendo al presidente, no sabían exactamente si acaso éste había sido muerto por soldados golpistas, o se había suicidado. 

 

Juan Pablo Cárdenas introduce, a continuación, el caso de la muerte del presidente Eduardo Frei Montalva, de la manera siguiente:

 

«El deceso del ex presidente Eduardo Frei Montalva sigue sin resolver después de 39 años. Otro  dilatado proceso judicial que terminó  con la condena de primera instancia de seis personas, que a juicio del próximo presidente de la Corte de Apelaciones, Alejandro Madrid, se concertaron para asesinarlo en la Clínica donde se sometió a una intervención quirúrgica. De nuevo, las versiones de su fallecimiento fueron desde el comienzo contradictorias, a lo que no ayudó mucho una sentencia condenatoria que dejó muchas dudas , además de adolecer de faltas de ortografía, redacción y de otros vicios gramaticales, como se ha anotado. Pero la sentencia era clara: al ex presidente lo habían ultimado».

 

Y a propósito de esto, escribe Cárdenas: «Es posible que los profesionales que atendieron al presidente Frei no cometieran dolo y solo incurrieran en negligencia médica, pero lo que es indudable es que entre los condenados en primera instancia al menos dos sujetos que formaban parte de los siniestros aparatos represivos de Pinochet, uno de los cuales continúa preso por otros delitos de lesa humanidad en el Penal de Punta Peuco».

 

Manifiestamente, el periodista mezcla aquí dos cosas diferentes, 1. Los hechos referentes a la muerte de Eduardo Frei M. y 2. La decisión legal de establecer quienes habrían sido los causantes de su muerte. Los hechos apuntan claramente en la dirección de que Frei fue asesinado, pero que las versiones de su muerte hayan sido contradictorias no significa nada desde el punto de vista jurídico, ni tampoco histórico, porque los seres humanos estamos naturalmente sujetos al error y a la mentira, de allí, precisamente, que sean necesarias instituciones u organismos capaces de penetrar más allá de las apariencias, con el fin de establecer la verdad de los hechos del caso y así poder identificar y castigar a los  verdaderos culpables del crimen en cuestión. Pero, claro está, en un país donde el Poder Judicial se puso desde el primer momento al servicio de la Dictadura y donde magistrados como el juez Guzmán o Alejandro Madrid siguen siendo la excepción, no debiera sorprender a nadie que los asesinos de Eduardo Frei Montalva hayan sido liberados.      

 

En lo que resta de su artículo Cárdenas procede a explicar y justificar lo que podríamos denominar como su tesis central,   

 

«Afirma Cárdenas que le parece raro que existan entre los propios partidarios de Allende y Frei algunos que acepten a ciegas las resoluciones de nuestros tribunales y se allanen a aceptar una «verdad oficial» que cierre estos luctuosos capítulos en bien de la concordia nacional y las «razones de Estado». Que persistan en la versión del suicidio de Allende en vez de aceptar que fue asesinado en el momento que combatía personalmente contra los golpistas que querían darle caza.

 

Dicha afirmación le sirve al periodista para aparecer probando su tesis central, pero está basada en un hecho inexistente, porque en mis largos años de estudio e investigación del tema, jamás me he encontrado con alguien que hubiera creído en que Allende se suicidó porque así lo estableciera la investigación oficial de su muerte. La mayoría de los socialistas que he conocido, tanto en Chile como en el Canadá, donde resido con mi familia desde 1976, creían en que Allende «tuvo que haber sido muerto en combate», porque como casi todos ellos recibieron el influjo de la religión cristiana, consideraban el suicidio como una muestra de cobardía, y como el presidente Allende no era ningún cobarde, sino un hombre valiente que luchó hasta el final contra fuerzas militares infinitamente superiores, tuvo que haber sido asesinado. En cuanto a la muerte de Eduardo Frei, no me pronuncio, porque no conozco personalmente a ningún democristiano, o alguien que haya sido  partidario de Eduardo Frei Montalva.  

 

Como es manifiesto, Juan Pablo Cárdenas suscribe alguna de las tesis del asesinato del presidente Allende, defendidas y publicitadas hasta el cansancio en la prensa electrónica chilena por los «negacionistas de su suicidio, o lo que es lo mismo, por los apologistas de su asesinato. En el presente artículo el periodista se vale de un argumento sofístico en el que se hace una especie de comparación, bien poco iluminadora por lo demás, entre las muertes de Allende y Frei, pero el lector no debe dejarse engañar, porque el propósito central del artículo que hemos examinado aquí es no es otro que «demostrar» que Allende habría sido asesinado.

   

Hermes H. Benítez, desde Edmonton, Canadá



Related Posts

  1. Felipe Portales says:

    Lo triste es que la falta de coraje moral de los líderes concertacionistas (combinada indirectamente con su derechización reconocida crudamente por Boeninger), conspiró para que no se hiciese una debida y acuciosa investigación forense en 1990, previo a lo que terminó siendo un vergonzoso funeral de Estado, dada las características que muy bien describe Hermes Benítez. Y, peor aún, al no efectuar dicha investigación, el liderazgo concertacionista impidió que se llegase a una verdad histórica reconocida por todos los chilenos de buena voluntad. Otro triste legado de los 30 años…

  2. Los DC están en desacuerdo con la corte que dice que Frei murió por errores médicos , pero no por asesinato (14 años de investigaciones al tacho de la basura) ; pero si concuerdan con que Allende se suicidó en un acto de cobardía (dicen ser cristianos ,cuando conviene).Los PS , renovados a neoliberales
    (y tal vez la familia de Allende ) para evitar conflictos ad eternum , que el «Partido Justicialista» chileno , en su mojigatería y «renovación política» permanente no es capaz de enfrentar con osadía (salvo el juez Guzmán, que no estuvo en la investigación Allende ) decidieron rendir bandera y seguir adelante (nadie iba ser castigado ).Las descripciones de las escenas de La Moneda (hablé con personas estudiando el caso y vi las fotos) estudiadamente adulteradas en su interpretación ) , las evidentes fallas garrafales de la autopsia ,la desaparición de documentos y objetos pertinentes (el traslado de los restos desde Valpo a Santiago son vergonzantes ) , SUGIEREN , que hubo «MANO NEGRA» en el manejo del proceso para terminar en el «ACONSEJADO»
    «SUICIDIO».Mucho se ha comentado al respecto y mi opinión es que no lo vamos a saber pero creo en el homicidio y el balazo de la metralleta posterior para inventar el suicidio.Lo que comente Don Hermes , como apologista del suicidio me tiene sin cuidado , porque su ira delata confusión en el razonamiento.Si alguna vez tenemos mejor información , podremos tener mejores conclusiones.

  3. Saludos a todos
    Salvador Allende: ¿Muerte o Suicidio?

    En el Salón Independencia quedo sesgada la vida de un presidente muerto. La muerte en La Moneda del compañero presidente Dr. Salvador Allende, fue una ofrenda a la nación, a la patria y a las burdas calumnias de los verdaderos traidores que usurparon el poder a través de un golpe de Estado.

    El 11 de septiembre de 1973, el presidente Allende realizó su última alocución al pueblo chileno a través de Radio Magallanes, en medio de un trasfondo audible de explosiones y disparos. En este discurso, Allende habló de su amor por Chile y de su profunda fe en su futuro. Sostuvo que su compromiso con su país no le permitía tomar una salida fácil y ser usado como una herramienta de propaganda por quienes llamó «traidores». Así, como el negarse a aceptar una oferta de una salida al exilio acompañado con su familia. Poco después, Allende fue encontrado muerto. En 1971, Allende había expresado «Yo cumpliré mi mandato. Tendrán que acribillarme a balazos para que deje de actuar…»

    Desde entonces, las circunstancias en que murió el presidente constitucional han causado controversia puesto que la versión oficial de la Junta Militar de que se había tratado de un suicidio fue descartada inicialmente por sus partidarios. En la actualidad, tanto la justicia chilena como la opinión mayoritaria, “incluyendo la familia Allende”, corrobora la tesis del suicidio, sin embargo, aún existen cuestionamientos con respecto a los eventos que llevaron a su muerte. Parte de la población sostiene que sigue siendo homicidio, dado que el disparo que le arrebata la vida al cuerpo del presidente habría sido forzado como método de protección.

    A principio del año 1974 fuimos trasladados un fuerte número de compañeros ex prisioneros políticos desde el Estadio Chile (Santiago) al Campo de Prisioneros Políticos en Chacabuco (Antofagasta) en aquel entonces, conocimos el testimonio personal del Dr. Danilo Bartulín (medico y amigo del Salvador Allende) que afirmaba la teoría de que Allende se había suicidado. Sin embargo, con el paso del tiempo paradójicamente, he podido comprobar un cambio en su declaración que nos hizo en Chacabuco el Dr. Bartulín. ¿Porque, o motivado de qué, no lo sé?
    En un artículo recientemente publicado por el periodista Juan Pablo Cárdenas S. (Editorial Nodal) suscribe alguno de los juicios acerca del asesinato del presidente Allende, por los “negacionistas de su suicidio, o lo que es lo mismo, por los apologistas de su asesinato”. Sin embargo, en respuesta a esta teoría Hermes H. Benitez (desde Edmonton, Canadá) aparece contradeciendo esta afirmación.
    En mi opinión, y de acuerdo con los antecedentes reunidos creo firmemente que, el compañero presidente, luchó hasta el final; no se suicidó, sino que lo mataron en lucha abierta. El ataque a La Moneda, además de significar la caída del gobierno popular y la muerte del presidente, significó la pérdida de invaluables tesoros que allí se encontraban, entre ellos el Acta de Independencia de Chile de 1818.

    La canalla oligarquía criolla, respalda por el fascismo y por la injerencia del exterior (EE.UU – CIA) asfixió a las instituciones democráticas del gobierno de la Unidad Popular (UP) e influyo al sistema de justicia del país, en aras de cuidar y vender intereses foráneos, que no interpretaban necesariamente los supremos deseos de la ciudadanía. 
    
En 1973 el gobierno constitucional que tantos anhelos y esperanza inspiró se derrumbó dramáticamente junto a la muerte de un presidente en ejercicio y la dignidad de miles y miles de chilenos fue pisoteada.

    Los ex sobrevientes de la dictadura en el exilio conocemos acerca del miedo, la tortura, la represión brutal, la perdida de libertades y las amenazas de muerte, como una aberración al castigo indiscriminante al ser. 

    El pueblo debe sobrevivir desarrollando la unidad, superando todas las divisiones del pasado. Somos hermanos y hermanas luchando por una misma causa. La justicia social. Este es el único mensaje de esperanza que tengo para compartir con los trabajadores, campesinos, estudiantes, profesionales, ama de casa y pueblo en general de Chile.

    El surgimiento de nuevos líderes, nos permitirá alcanzar un sistema de vida más próspero y activo para la mayoría de los chilenos. No siendo sumisos a ningún sistema, ni tampoco dejarnos seducir por utopías, dogmas cerrados, gobernados por burocracias o gobiernos totalitarios, sino intrínsecamente basados en un sistema democrático de libertades individuales, de monumentales posibilidades de actuación del individuo que favorezcan el talento, la educación, los negocios y los DD.HH. 

    Que una nueva Carta fundamental, nos conceda los derechos de recuperar el COBRE (viga maestra de nuestra economía) y que las ganancias sean reprogramadas para invertir y explorar otros campos de producción o fuentes de sustento antes que el metal rojo se extinga de las minas, por su excesiva explotación o codicia de los mercados.

    
Juan Carlos C. J.
    http://codigodelaluz.blogspot.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *