Crónicas de un país anormal Portada

La enmarañada política chilena

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El 18 de octubre de 2019 asistimos a una rebelión, que es distinto a una revolución: la diferencia radica en que, en la primera, los súbditos no soportan más la dominación de sus amos; la segunda, supone el derrumbe de un sistema sociopolítico y cultural, y el consiguiente triunfo de uno nuevo, es decir, un cambio de paradigma.

El prever la rebelión de octubre no era tan difícil, pues muchos estudiosos e investigadores ya anunciaban el fin del modelo neoliberal, y que, una sociedad como la chilena no podría seguir subsistiendo.

El problema del enigma consistía en saber la fecha, la hora y forma en que la rebelión se iba a manifestar. No podemos culpar a los políticos de no haberlo previsto, pues ningún ser humano puede avizorar el porvenir, además, es lógico que toda oligarquía siga creyendo siempre en la eternidad de su dominación; por lo demás, Sebastián Piñera, como Presidente, ha sido incapaz para gobernar el Estado, y sumado a las fallidas declaraciones de sus ministros, que han repetido sucesivas payasadas y bromas de circo pobre.

Piñera había podido administrar satisfactoriamente el país con un parlamento en contra, además, contaba con los votos de los democratacristianos que, una vez adoptado el camino propio, no son más que derechistas.

Las rebeliones en la historia siempre han correspondido a un período corto en que, por cansancio, termina todo más o menos igual. El parlamento, al igual que el ejecutivo, está dominado por la clase política, y ambas entidades constituyen distintas fracciones. Era evidente que, asustados ante la marcha de más de un millón de santiaguinos y otros cuantos en las demás principales ciudades del país, el 25/10/20, se vieran forzados a generar un plan que calmara el ímpetu revolucionario: nada mejor que convocar a un plebiscito – idea que venía gestándose desde hacía mucho tiempo – y los “padres de la patria” para tal evento estaban representados por Mario Desbordes y Jaime Quintana.

Así nos parezca extraño, durante las rebeliones populares se suele veranear también y, en el caso chileno, se agregó también la noticia de pandemia que había comenzado en China, pero que estaba pronta a su arribo en América Latina, cuya única salida consistía en encerrar a los chilenos, decretar la emergencia sanitaria, y nombrar “dictadores” al Presidente Piñera y a su ministro de Salud, Jaime Mañalich. Las primeras normas dictadas era el lavarse las manos varias veces al día, aun cuando no tuvieran agua, aislarse, así no tuvieran casa, y andar con “bozal”, al igual que los perros.

Con el paso del tiempo se juntó un gran número de elecciones, y los políticos, que ya habían aprobado el primero y el segundo 10% del ahorro de los cotizantes para aminorar los efectos del desastre del Covid-19, ahora podrían dedicarse a su juego predilecto: repartir los cargos de elección popular entre clientes, familiares y amigos, y los había de todo y para todos. Para quienes querían ser capaces de pretender la fundación de un nuevo país estaban los cargos de miembros de la Convención Constitucional, (desde el veterano senador hasta el más sencillo de los chilenos “veía su foto coloreada”, junto a la de Bernardo O´Higgins, de José Miguel Carrera y Salvador Allende). Y así podría terminar la teoría de Tomas Carlyle, “los héroes mueven la historia”.

Los partidos políticos, por su parte, así tengan muy pocos militantes en sus filas y, además sus ideas día a día se hagan más extrañas, incompresibles y posmodernas, tienen aún muchos cargos a repartir, como también dificultades para formar combinaciones que les permitan vencer, según el sistema electoral proporcional vigente, que favorece las listas con mayor número de votos, en las elecciones.

La madeja no deja de ser complicada, por ejemplo, los dirigentes del Partido Evópoli, (algunos creían que eran liberales, progresistas y libertarios, terminan aliándose con los ultrafascistas, especie de nazis del extremo sur del mundo); Renovación Nacional es un Partido feudal, en que cada uno de sus líderes tiene su “propio castillo”, por ejemplo, los “caballeros” Mario Desbordes y Manuel José Ossandón se autodenominan “socialcristianos” y dicen estar a favor de los pobres; en cuanto a Allamand le sigue haciendo mal su “travesía del desierto”, pues está cada vez más confuso en sus ideas; al autodenominado candidato, Francisco Chahuán lo desbancaron sin piedad.

La Unión Demócrata Independiente no lo hace mejor: Evelyn Matthei, (la fierecilla indomable), representa un verdadero peligro para cualquiera que esté cerca, y hoy, a su víctima, Sebastián Sichel, (de pobre en sus primeros años, hoy es el líder de los empresarios y lobistas y de la derecha neoliberal), Matthei lo coloca como a un arribista de la peor especie. (En una anterior elección ya había hecho trizas a Franco Parisi).

En la otra vereda del mismo pacto el inefable candidato, Joaquín Lavín, genio de las comunicaciones y panelista estable de cuando matinal existe en la televisión chilena: es capaz de convencer al ingenuo televidente de que, en su juventud, en vez de escribir páginas sobre temas económicos en El Mercurio, se dedicó a luchar contra la espartaquista, Rosa de Luxemburgo, y contra todo pronóstico, Lavín ha demostrado que es capaz de hacer llover en plena época estival.

Después de la tragedia viene la comedia: así, desde la revuelta, volvemos al juego de las alianzas, donde se produce el milagro, (como en los personajes protagonistas de las novelas de Gabriel García Márquez), de que un alcalde comunista esté a punto de ser Presidente de Chile.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

30/01/2021

 

Historiador y cronista

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  1. Felipe Portales says:

    Como siempre un artículo interesante y entretenido. Creo importante subrayar, sí, que los sondeos Desbordes-Quintana desembocaron finalmente en el funesto acuerdo del 15 de noviembre que con la finalidad de neutralizar la revuelta generaron un maquiavélico y muy hábil «proceso constituyente» que no es más que una farsa constituyente en que gracias al aberrante y antidemocrático quórum de los dos tercios, la «convención Constitucional» (¡NO CONSTITUYENTE!) estará impedida de aprobar democráticamente una nueva Constitución (por mayoría); para «obligarse» las dos derechas a consensuar un texto a gusto de ellas como lo hicieron ya en 1989 y en 2005. Tendrán éxito en su fraude, pero ello será a corto plazo. Cuando la generalidad de los chilenos se de cuenta de este nuevo engaño, la repulsa será incluso mayor que la del viernes 25 de octubre de 2019 cuando se juntó la manifestación pacífica más grande que ha habido en Chile para repudiar el «modelo chileno» establecido por las dos derechas.

  2. Gino Vallega says:

    Daniel Jadue es un personaje honesto y perseguido por «las furias» neoliberales. Pero , aparte de su partido , el PC y un pequeño grupo FA , las furias
    no van a permitir un presidente PC y los uniformes serán capaces ,otra vez , de «traicionar a la patria» por «un plato de lentejas». Los partidos «Judicial» y «Militar» son insoportablemente fascistoides conservadores.

  3. Don Rafa, don Rafa, pu tas que le gusta extender el chicle haciendo globitos que usted no más puede inflar. ¿la enmarañada política chilena? No ue ée, pu’ don Rafa, ¿que tiene de enmarañada la política chilena? SI ESTÁ CLARITA para el que la quiere desentrañar. Realmente, don Rafa, ¿cuáles son los partido que apoyan el actual sistema neoliberal? Todos, toititos, con la excepción de un partido, el partido que se come las guaguas. Todos los demás solamente quieren parchar el sistema y que todos vivan felices después por siempre. Don Rafa, déjese de pajear, no le hace bien a su cerebro, y vea la realidad, una realidad en que la política y sus reglitas están bien protegidas por sus perros cancerberos y va a costar innumerables vidas, torturados y demases para poder, si es que se puede, cambiar este sistemita.

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