Del duopolio al monopolio: se va La Tercera y se queda El Mercurio
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El drama es para los trabajadores, periodistas, administrativos, personal de transporte y otras tareas, que quedan sin empleo. La Tercera no solo ha despedido a casi 200 personas sino que suspende indefinidamente las ediciones impresas de La Cuarta en tanto La Tercera y el diario Pulso solo se imprimirán para suscriptores de la Región Metropolitana los fines de semana. Quienes están sufriendo en este momento son las personas que han perdido el empleo, acaso los suplementeros, pero el fin del papel estaba bien anunciado y alertado.
El papel, con aquellos ejemplares que colgaban tristes y amarillos en los kioskos, ha perdido toda relevancia. Nadie compra hoy el periódico, acaso algunas suscripciones de instituciones y uno que otro nostálgico apegado a una costumbre en plena retirada. La lectura es en el desktop, un poco en el tablet, y, de forma masiva, en el teléfono celular.
Desde hace tiempo dejamos también de leer el diario. Aquel folleto de 32 páginas con una portada y un orden interior, con secciones y géneros informativos, también se ha esfumado. Nadie lee el diario porque no hay diarios. En su reemplazo están las páginas en internet, los portales informativos de aquellos otrora periódicos de papel. Pero estos tampoco se leen. ¿Quién teclea las www para ingresar a un portal de noticias en el celular? Tal vez algunos, gente ordenada, organizada, quienes requieren de esa información para sus actividades. El resto, que son los grandes consumidores de información, se informan por las redes sociales. Allí sí que circula la información mediada y releída por centenares de miles.
Finaliza La Tercera y La Cuarta impresa pero nos queda El Mercurio. Qué hueso más duro de roer. Tal vez sigue en las rotativas por la persistencia de sus viejos y conservadores lectores, pero es sin duda un papel escaso que tiene también sus días contados. A quién le importa si está o no El Mercurio colgando cada mañana en los kioskos.
El fin del papel no significa el final de estos medios. Probablemente sobrevivirán de otras maneras arriba de las nuevas tecnologías. Con menos periodistas, con oficinas mínimas, pero sin cambiar su objetivo de la defensa, por todos los medios y mentiras mediante, del statu quo neoliberal.
Durante las tres décadas de la transición los diarios del duopolio han sido parte de la misma superestructura en la cual se amolda el poder político y económico. Los medios han sido los canales para la difusión del pensamiento dominante, que brota desde las cúpulas financieras y económicas articuladoras del modelo neoliberal para fusionarse con todo el espectro político del sistema de partidos. Esto no ha cambiado y no cambiará. Los grandes medios, como herramienta del poder político, mutan e intentan adaptarse a las nuevas tecnologías y a las demandas sociales.
La apropiación de las nuevas tecnologías por el gran capital y su uso desembozado para imponer comportamientos y torcer el pensamiento alcanza nuevas fronteras. No sólo son los medios, sino también la intervención a través de todas las mediadas comunicaciones humanas. Una línea cada día más clara une a los grandes medios con los mensajes que circulan a través de las redes sociales. Finalmente, el ciudadano se mantiene como simple receptor, abierto a los mensajes producidos por las grandes cadenas, los que reproduce y amplifica, a modo de postverdad, por sus redes sociales.
El control del capital sobre los medios y las comunicaciones tiene otros efectos aún más perversos. El poder panorámico que ejercen penetra a todas las instituciones y al aparato político, andamiaje teñido y comprometido con sus sesgadas verdades.
Su papel no cambiará tan fácilmente.
Por Paul Walder