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Ponencia Igor Goicovic: El 18 de octubre y el ejercicio de la violencia popular

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El 21 de Enero de 2021 se dio inicio a la Primera Jornada de la  “Escuela de Formación Política” organizada por el Colectivo Universitario de Izquierda (CUI) de la ciudad de La Serena, la que se desarrolló a través de la página de Facebook live de Radio Popular La Revuelta. En esta ocasión, la exposición estuvo a cargo del Académico e Historiador Igor Goicovic Donoso , enmarcado en el tema: “ El 18 de Octubre y el Ejercicio Político de la Violencia Popular”.

La conducción de este evento online estuvo a cargo de Manuel Loyola y Marcelo Troncoso, integrantes del Colectivo Universitario de Izquierda de La Serena, quienes  se definen como un grupo de compañeros y compañeras de la izquierda anticapitalista. Dando por iniciada la Jornada, Manuel plantea tres preguntas guías al profesor Igor Goicovic, para que desarrolle sus planteamientos:

 

1.-¿Qué balance hace respecto de la Rebelión Popular del 18 de Octubre, qué le parece que le faltó al pueblo para lograr su cometido?

2.-¿Qué ganancia ha conseguido el pueblo con el ejercicio de la violencia históricamente?

3.-¿Cuál es el origen de este ejercicio de la violencia por parte del pueblo de Chile a partir del 18 de Octubre?

 

Transcribo a continuación lo expresado por el Historiador Igor Goicovic durante su intervención:

 “Hay múltiples aspectos involucrados en las preguntas que ustedes plantean, algunos de ellos se pueden abordar de manera mucho más directa por cuanto tienen definiciones explícitas, que a uno le permiten ir organizando un marco relativamente lógico de respuesta, pero otras, sin lugar a dudas, dicen relación con los ejercicios interpretativos que los cientistas sociales o que los historiadores hacemos y evidentemente ahí se abre un amplio abanico de posibilidades para luego interlocutar con los compañeros y compañeras que están participando de esta actividad.

Cuando nos planteamos el tema del balance una primera cuestión que resulta imprescindible es hacer un ejercicio de caracterización. Es decir de tratar de entender y situar la Protesta Popular  en términos históricos y dentro de ello, situar la Revuelta Popular inaugurada el 18 de Octubre del año 2019. Ese ejercicio de caracterización es a mi juicio fundamental, sobre todo de cara al sentido de la actividad que ustedes están desarrollando que es organizar una Escuela de Formación Política.

Una primera consideración, a efectos de esa caracterización, tiene que ver con que no se trata de un acontecimiento cerrado, es decir que ya está definitivamente zanjado, sino que por el contrario está siendo, en cuanto es un proceso en pleno desarrollo, es un fenómeno dialéctico que tiene, evidentemente, antecedentes que nos permiten establecer su origen, tiene diferentes ritmos de desarrollo y hoy día precisamente asistimos a una etapa en ese desarrollo.

También me parece que es necesario tratar de establecer una suerte de precisión conceptual, porque, entre otras cosas, los opinólogos, en los medios de comunicación al servicio de la burguesía, han utilizado indistintamente una serie de categorías para los efectos de tratar de representar el fenómeno en cuestión. La más frecuente o la más recurrida es la noción de “estallido”, pero también han utilizado la noción de “revuelta”, circunstancialmente la de “rebelión”, incluso no han faltado algunos osados que han hablado de un “proceso revolucionario”, a efectos de tratar de establecer la caracterización del fenómeno.

En ese sentido, como les decía previamente, las Ciencias Sociales y la Historia han venido desarrollando todo un utillaje teórico, metodológico e interpretativo que nos permite ser,  a mi juicio, un poco más riguroso con los conceptos a efectos de, precisamente, establecer un balance a propósito de estos acontecimientos. Por lo tanto, cuando hablamos de “estallido”, estoy pensando fundamentalmente en Neil Smelser, que fue un Sociólogo norteamericano que trabajó bastante lo que se conoce como las categorías de la acción colectiva volcánica o eruptiva. Es decir, un acontecimiento que aparece casi accidentalmente en el escenario social y político, que revienta en la cara de las autoridades o de las clases dirigentes, que aparece por lo tanto como sorpresivo, inesperado, y con la misma fuerza con la que irrumpe, luego se desgasta, se erosiona y desaparece. Esas son las denominadas “teorías volcánicas”, que de una u otra manera utilizan este concepto de “estallido” para caracterizar  ciertos fenómenos de violencia política o de violencia, como en este caso, popular. A mi juicio en ningún caso, el fenómeno inaugurado el 18 de Octubre se corresponde o se enmarca dentro de esta noción o categoría que les graficaba recién como eruptiva, volcánica, o como “estallido”.

Hay un segundo campo de análisis, que es con el que a mi juicio parte el fenómeno del18 de Octubre, que es la noción de “revuelta”, y en este caso en particular de “revuelta popular”, tal y como la usa , por ejemplo, el historiador italiano, Alberto Tenenti, en el sentido que se trata de una movilización masiva, extensiva, sostenida en el tiempo, que altera el funcionamiento del sistema de dominación, pero que no necesariamente objeta las bases sobre las cuales descansa el sistema de dominación. La “revuelta”, en consecuencia, es una expresión o manifestación de descontento que puede alcanzar un grado de extensión espacial, incluso un grado de extensión temporal bastante amplio y que, efectivamente, cuestiona, amaga, erosiona, las bases sobre las cuales se sostiene el sistema de dominación, pero no necesariamente se propone como alternativa frente al sistema de dominación.

Un tercer eje conceptual es la noción de  “rebelión”, que lo ha desarrollado, entre otros, Jack Philip Greene, que es un historiador norteamericano que ha investigado bastante los fenómenos de movilización y de protesta popular, tanto en Europa como en Estados Unidos. En este caso en particular, estamos en presencia de una “rebelión popular de masas” que no solamente altera el normal funcionamiento de la sociedad, de las instituciones o del sistema político, sino que objeta la forma en cómo están construidas las relaciones de poder. La “rebelión”, de una u otra manera, es una expresión o manifestación de cuestionamiento a las bases sobre las cuales se sostienen las relaciones de poder en un momento histórico determinado.

A mi juicio, la Protesta Popular inaugurada el 18 de Octubre del 2019 se originó como una “revuelta” y a lo menos hasta fines de enero del 2020, se fue transformando, se fue convirtiendo en una expresión o en una manifestación de “rebeldía o rebelión popular”, sin alcanzar a madurar en una rebelión en el sentido estricto por una serie de fenómeno y factores que vamos a tratar de analizar después. En ningún caso, por lo tanto, este fenómeno llegó a transformarse o a convertirse en una  “revolución”. Estoy utilizando el concepto de “revolución” como lo han utilizado, entre otros, George Rudé, por ejemplo, para caracterizar la Revolución Francesa de fines del siglo XVIII, o Eric Hobsbawm, al momento de caracterizar la Revolución Bolchevique de 1917.

Es decir, la “rebelión” no alcanzó a madurar o no logró transformarse en un proceso revolucionario, o pre revolucionario, que hiciera estallar las bases del sistema de dominación y que por lo tanto permitiera el tránsito del Movimiento Popular hacia un escenario de profundas transformaciones económicas, sociales y políticas. Por lo tanto, y vuelvo a lo que dije al comienzo, este es un proceso dialéctico, que comenzó de una manera, se configuró como una “revuelta”, comenzó a transitar hacia una “rebelión”, pero que luego, dadas las contingencias que comenzamos a enfrentar, especialmente a partir del mes de marzo a propósito de la pandemia, fue experimentando una suerte de desgaste y, por lo tanto, y a partir de ello, experimentó una situación de repliegue, pero, no obstante, hoy día sigue siendo, sigue operando, pero sobre la base de nuevas condiciones o nuevas características que son las que provee el escenario en el cual estamos insertos.

En ese sentido me parece que es importante hacernos cargo también de que en estos procesos, que son dialécticos como dijimos recién, los sectores populares no están solos, hay otros actores en el conflicto, por lo tanto otros actores en las disputas. Me refiero en este caso particular a las clases dominantes o a las élites dirigentes. Y si bien las clases dominantes tardaron en reaccionar, a propósito de que efectivamente se desconcertaron y perdieron la iniciativa estratégica – a lo menos entre el 18 de Octubre y mediados de Noviembre, estoy pensando en especial a partir de la coyuntura de la Huelga General del 23 y del 24 de Octubre de ese año – no es menos efectivo que a partir del 15 de Noviembre, a propósito del Acuerdo Nacional por la Paz Social y por una Nueva Constitución, las clases dirigentes, las clases dominantes, comenzaron un proceso de rearme, un proceso de reorganización, de cierre de filas en torno al proyecto de la dominación y de una u otra manera, el escenario que se abre en Marzo, a propósito precisamente de la pandemia, va a generar condiciones adicionales la recomposición y rearme de las clases dirigentes y de reorientación de una parte del Movimiento Popular hacia el escenario institucional. Un escenario institucional que, no obstante, ellas no querían, que ellas no necesariamente habían diseñado originalmente, pero que en última instancia fueron capaces de integrar, de incorporar y, por lo tanto, de darle un sentido de desarrollo político propio.

Por lo tanto, tenemos a dos actores en el proceso de disputa. Los sectores populares, que han tenido un punto de desarrollo, un punto de madurez bastante importante, con logros y, como dicen ustedes, con “ganadas” que son particularmente significativas desde el punto de vista de la organización y desde el punto de vista del desarrollo de las formas de lucha, pero tenemos a su vez también a una clase dirigente que ha sido capaz de sortear la fase más aguda de la movilización popular, de rearmarse desde el punto de vista político y de rediseñar un escenario institucional a efectos de absorber o clientelizar a una parte de este Movimiento Popular que se había venido gestando desde Octubre en adelante.

Esa me parece que es una primera consideración, en términos de caracterización, que es importante de tener en cuenta.

Una segunda cuestión, dentro de este balance o de esta caracterización, es hacernos cargo -a propósito de estos otros aspectos que están contenidos en las preguntas de ustedes-, de que este no es un fenómeno excepcional; esto no surgió por generación espontánea, ni explosionó en el marco de tensiones específicas que se estaban dando en el mes de Octubre en particular; este es el resultado de las tensiones y de las contradicciones que el régimen de acumulación capitalista ha venido generando en nuestro país desde el momento mismo en que se va a introducir, a mediados de la década de 1970, lo que se conoce como el proceso de reestructuración del capitalismo en Chile, y que va a tener en la re ingeniería institucional, materializada en la  Constitución Política de 1980, su expresión o su dimensión jurídico-política.

Estos son los dos elementos que subyacen, en consecuencia, son estructurales, son de largo aliento: la reorganización del capitalismo desde mediados de la década del 70 y el rediseño institucional que va a adoptar el Estado de Chile con la Constitución Política del Estado de 1980.

Esos dos fenómenos, que no fueron desmantelados en ningún caso por la transición a la democracia, o por las autoridades de la Concertación si ustedes quieren, sino que, por el contrario, fueron profundizadas por las mismas, son los que de una u otra manera entran en crisis.

En un caso, el régimen económico, desde mediados de la década de los 90 -estoy pensando en la crisis asiática de 1997, que es el punto de partida para la crisis del sistema de acumulación capitalista en Chile-, cuando las tasas de crecimiento no solamente se estancan, sino que comienzan a decrecer significativamente. Eso significa que el modelo de acumulación capitalista tocó techo y que ahora, a efectos de mantener la rentabilidad, lo que hace es profundizar la explotación de la fuerza de trabajo y, por otro, lado, a partir del año 2000, de las elecciones presidenciales de ese año, hay una creciente tendencia a la desafiliación respecto del sistema político, es decir, la gente cada vez más se va desvinculando, se va des afiliando, se va alejando de la casta política y del sistema político en su conjunto.

Por lo tanto, hacia mediados de la década del 2000 tenemos una doble crisis estructural. Una crisis económica de arrastre que venía desde mediados de la década del 90, y una crisis del sistema político institucional.

Es ahí donde irrumpe un nuevo tipo de movilización social, que ya no aspira a resolver o a alcanzar demandas o reivindicaciones dentro de la institucionalidad, como había sido a lo largo de la década de los 90 y la primera mitad de la década del 2000.

El Movimiento Estudiantil, por ejemplo. Si ustedes revisan lo que fueron las plataformas programáticas de los estudiantes hasta mediados de los 2000 decían relación básicamente con aumento de las becas, aumento del crédito universitario, una rebaja en el Pase  Escolar, es decir, reivindicaciones que de una u otra manera se situaban dentro del modelo. Pero a partir de la “Revolución Pingüina” del 2006 las movilizaciones populares comienzan a ser cada vez más antisistémicas.

 

La “Revolución Pingúina” del 2006 es la primera movilización que plantea, en este caso en particular, la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Educación del año 1990, que era la base sobre la que se llevó a cabo el proceso de mercantilización de la educación, por lo tanto, es la primera movilización de gran extensión, de gran masividad, que cuestionó, una de las bases sobre las cuales descansa el sistema de dominación en Chile, en este caso el sistema o modelo educativo.

A partir del año 2007 se comienzan a producir las movilizaciones de los trabajadores, particularmente de los subcontratistas del cobre, los trabajadores de las Forestales, los trabajadores de la industria salmonera en la región de Chiloé, que colocan en discusión ya no demandas salariales, sino que colocan en discusión el Código del Trabajo de 1979, que es otro de los pilares del modelo de acumulación capitalista. El cuestionamiento ya dice relación con una segunda base fundamental sobre la cual descansa el sistema: el Código del Trabajo

A partir de ese momento, es decir del bienio 2006-2007 la movilización social, la movilización popular, se extiende y cada vez más va alcanzando mayores niveles de radicalización.

Vienen las movilizaciones ambientalistas, regionales y anti extractivistas, fundamentalmente entre los años 2008 y el 2013, que afectaron a diferentes regiones del país, a Punta Arenas, Aysén, Dichato, Calama, Caimanes, Freirina, etcétera.  Es Decir, una serie de movilizaciones sociales y populares que colocan en discusión, en controversia, las formas a través de las cuales se ha venido desarrollando históricamente el modelo de acumulación capitalista en Chile.

Las movilizaciones Mapuche, o de las Comunidades Mapuche en conflicto, a partir del año 2008, cuando se produce el asesinato de Matías Catrileo, van a adoptar un creciente grado de radicalización. Estas movilizaciones no parten el 2008, habían partido a mediados de los 90, pero a partir del 2008 ya no es solamente la demanda por la tierra o por la restitución de las tierras usurpadas, sino que también es la demanda por el reconocimiento a la autonomía, a la soberanía del Pueblo Nación Mapuche. En ese sentido se avanza hacia un estadio superior en el desarrollo del conflicto en el Wallmapu.

 

A partir del año 2016 se configura el Movimiento No+AFP, que originalmente parte de la base del cuestionamiento al sistema de capitalización individual, a efecto de restablecer un sistema solidario de reparto, y a partir del 2018, en particular, comienza a adquirir mucha más fuerza y masividad el Movimiento Feminista que pone en discusión la relación entre el Estado y la Cultura Patriarcal.

Por lo tanto, vuelvo a insistir, la movilización popular que se desencadenó en el 2019, no fue el resultado de un descontento popular que, en este caso, siente la población en esa coyuntura específicamente, sino que es el resultado de una acumulación de fuerza, de una acumulación de experiencia, de una acumulación de diseño estratégico, de enfrentamiento en este caso con el Estado y con las clases dominantes que se había inaugurado hacia el año 2006.

 

En ese sentido, y esto me parece que es importante destacarlo a su vez también, el Movimiento Popular ha madurado en experiencias, en especial de organización por la base. Las formas de organización, si ustedes quieren, democráticas, independientes, que se han venido configurando especialmente en las localidades, son una expresión de maduración política que es importante destacar.

A lo largo de todos estos conflictos, el Movimiento Popular no solamente ha protestado, también se ha organizado a efectos de desarrollar más eficientemente sus movilizaciones. Ahí no solamente juega un rol la red social, como un instrumento de divulgación o difusión, sino que lo que hacen precisamente ustedes es reunirse en colectivos, debatir, discutir, adoptar acuerdos, formarse social y políticamente a efectos de reconocer dónde está el adversario y cómo se enfrenta o cómo se combate a ese adversario. La experiencia  organizacional  es probablemente una de las grandes ganancias que el Movimiento Popular ha venido experimentando en este último tiempo.

Pero por otro lado, *es importante destacar que la Movilización Popular ha ganado en extensión espacial, es decir ya no está concentrada única y exclusivamente en Santiago, ni siquiera está necesariamente concentrada solo en las grandes ciudades del país o en las principales capitales regionales, sino que se ha difuminado por todo el cuerpo social de nuestro país. Desde las ciudades más grandes, pasando por las ciudades intermedias, hasta llegar incluso a los pueblos o hasta las aldeas más distantes o más alejadas. La vertebración de la movilización popular a escala nacional es otro de los elementos que a mi juicio es importante de apuntar o anotar, a esto que ustedes denominan las ganancias que ha venido experimentando el Movimiento Popular.

Por último, también se ha ganado mucho desde el punto de vista del desarrollo de las formas de lucha, en el sentido, no solo de lo que podríamos denominar de la estrategia de autodefensa, a efectos de graficar la contención que quienes protestan hacen de las fuerzas represivas del Estado, y por lo tanto de la cautela de los territorios, de los espacios liberados, sino que a propósito de esta suerte de reestructuración de las funciones o las “Tareas en Líneas”.

No solo hay una Primera Línea, la de los combatientes, sino que también hay una Segunda Línea que son quienes apoyan la logística de quienes combaten; hay una Tercera Línea que dice relación con los apoyos sanitarios, que son fundamentales para preservar la vida y la integridad física de quienes están en la calle; y hay una Cuarta Línea, podríamos decirlo de esta manera, que son todos quienes apoyan solidariamente a aquellos compañeros que son víctimas de la represión y que hacen, en este caso, la presentación de los Recursos Jurídicos que permiten cautelar no solo su libertad, sino que también su integridad física.

En el despliegue o en el desarrollo de las formas más radicales de combate contra el enemigo de clase se han ido acumulando, a su vez también, una serie de experiencias que son particularmente notables y que forman parte precisamente de lo que denominamos recién como el acerbo, el acerbo social, político, cultural, sobre el cual se ha venido construyendo la movilización.

En ese sentido, me parece que es también importante enfatizarlo, que muchas de estas expresiones  – y aquí estoy parafraseando  a un Sociólogo e Historiador de origen norteamericano, Charles Tilly-, han venido configurando lo que él denomina “repertorios de acción colectiva”, que en algunas circunstancias se vinculan con las experiencias históricas del campo popular, es decir con las tradiciones sobre las cuales históricamente se fue construyendo la Protesta Popular, pero otras son fenómenos nuevos, son fenómenos que se están configurando, que se están constituyendo y en consecuencia son parte de la creatividad con la cual el Movimiento Popular se va construyendo y se va desarrollando.

A qué me refiero con esto, a que en la misma medida en que la población en Chile, desde el punto de vista demográfico, fue experimentando cambios en sus formas de asentamiento, en sus formas de ubicación en el espacio, se han venido a su vez configurando nuevas relaciones de dominación y junto con ellas nuevas formas a través de las cuales se expresa o se manifiesta la Protesta Popular y la reacción represiva por parte del Estado.

Desde la segunda mitad del siglo XIX en adelante, y mucho más sostenidamente desde la década de 1950 en adelante, lo que nosotros observamos es un creciente grado de concentración de la población en ciertos centros urbanos. Desde la segunda mitad del siglo XIX en adelante la tendencia de la población es a asentarse y por lo tanto a desarrollar estrategias de subsistencia dentro de los centros urbanos. Por lo tanto no es extraño que una parte importante de las dinámicas de la Protesta Popular tengan, precisamente, al mundo urbano como su principal foco de referencia. La historia social da cuenta ampliamente de lo que han sido históricamente estas expresiones o manifestaciones de violencia política popular. Los denominados “Motines Urbanos”, como los denominó Mario Garcés en un texto emblemático de comienzos de la década de los 90; y con esto a qué me refiero, me refiero entre otros, entre múltiples otros,  al “Motín de los Tranvías” de 1888, a la Huelga General que desembocó en una serie de enfrentamientos entre los trabajadores y la marinería en Valparaíso en 1903, a la denominada “Huelga de la Carne” de Santiago en 1905, a la “Huelga de la Chaucha” en 1949, al “Levantamiento Popular” de Abril de 1957, etcétera. Es decir, una parte relevante de las expresiones, de las manifestaciones de la Protesta Popular han tenido a la ciudad como su espacio de desarrollo más recurrente; reitero, desde mediados del siglo XIX en adelante.

Si nosotros tuviéramos que hacer una especie de cartografía de la Protesta Popular, los rasgos o la tendencia en el desarrollo de las manifestaciones urbanas son bastante recurrentes, es decir, si nosotros tuviéramos que ir superponiendo mapas, uno encima del otro, donde queda graficada la Protesta Popular urbana, lo que podríamos verificar es que los lugares más amagados son los centros cívicos, es decir donde se localiza o donde se concentra la toma de decisiones del poder político, o donde están nucleadas las expresiones del poder económico, los centros financieros, los clubes sociales de las élites, como el Club de La Unión, el Club de Viña o el Club Concepción, lugares donde estas se reúnen a objeto de tomar las decisiones que de una u otra manera afectan al conjunto de la sociedad. Los barrios comerciales, donde están instalados los principales centros de expoliación sobre los consumidores. Es ahí, en esos espacios, donde normalmente se despliega la movilización popular y es sobre esos objetivos sobre los cuales regularmente se descarga la ira popular. Es decir, cuando hablamos de la violencia política popular, hablamos de objetivos que están claramente establecidos, que están claramente delimitados y que tienen que ver fundamentalmente con los núcleos fundamentales del poder económico, del poder social y del poder político.

 

Y a efectos de ir generando lo que podríamos denominar el “arsenal popular”, se recurre precisamente a los recursos que provee el medio. La Protesta Popular en general – y sigo remitiéndome a los planteamientos de Charles Tilly sobre los repertorios de la acción colectiva-  tienden a utilizar de manera más recurrente o más frecuente, los elementos contundentes: piedras, palos, fierros, adoquines, etcétera, y ese tipo de recursos normalmente los provee el entorno, es decir se obtienen del entorno. La Segunda Línea, a la que hacía referencia hace un rato atrás, a propósito de quienes generan la logística, los abastecimientos para la Primera Línea, fue identificada en un primer momento como “los picapiedreros”, porque lo que hacían era precisamente horadar o erosionar el espacio a efecto de proveer objetos contundentes para armar a la Primera Línea a efectos de generar mecanismos de autodefensa. Quizás la Segunda Línea es lo novedoso, pero esta práctica de utilizar los recursos que provee el medio es inveterada, es decir está en lo que podríamos denominar el ADN social y cultural de la Protesta Popular Urbana.

Hay una situación que podría ser excepcional , que tiene que ver con el último aspecto que quiero comentar, y que se refiere a la Protesta Popular del ciclo 1983-1987, donde el desarrollo de la Organización Miliciana y el desarrollo de la Organización Insurgente o Guerrillera permitió lo que podríamos denominar un salto cualitativo en el desarrollo de la Protesta Popular a propósito del uso, relativamente extendido, de armas de fuego, pero ese, hoy día, no es necesariamente el estadio en el cual se encuentra el desarrollo del Movimiento Popular, a propósito de las dinámicas que ha  venido presentando o experimentando la Protesta Popular Urbana en nuestro país.

En ese sentido, y con esto concluyo este segundo eje de análisis, ha habido, desde el punto de vista organizacional y desde el punto de vista del diseño estratégico táctico, avances que han sido sustantivos en la extensión, en la masificación y en la radicalización en las formas de lucha, que en algunas circunstancias se relaciona con experiencias históricas del movimiento del campo popular, pero que en otras se distancia o se aleja del mismo.

Las experiencias actuales a propósito de la configuración de estas diferentes Líneas de Configuración de quienes protestan es quizás una de las expresiones o manifestaciones más notables, en cuanto a la capacidad del pueblo y de sus organizaciones, para darse las formas de estructuración que se requieren, a objeto de preservar el espacio liberado y para preservar la integridad y la vida de quienes están luchando.

En ese sentido uno podría preguntarse ¿qué se ha ganado con el ejercicio de la violencia? y se ha ganado fundamentalmente  experiencia, experiencia en el desarrollo de la Protesta Popular; se ha ganado a su vez también conquistas que probablemente no se habrían alcanzado si el pueblo no se hubiese rebelado y si no hubiese manifestado con ira sus angustias, sus frustraciones, sus penas, sus demandas; y se ha ganado, también, en el desarrollo de las formas de organización y combate, en un escenario que es, evidentemente, muy complejo y en algunas circunstancias desfavorable.

Probablemente nunca antes como hoy las fuerzas represivas del Estado habían dispuesto no solamente los recursos necesarios para combatir la protesta, sino que, además, de los avances técnicos que se requieren para los efectos de desplegar más eficientemente a los cancerberos del régimen, a objeto de proteger los intereses de las clase dominantes. En ese sentido también hay que hacerse cargo de que el actual estadio del desarrollo de la lucha popular confronta o enfrenta a un enemigo que, desde el punto de vista material y del punto de vista técnico, es probablemente hoy día mucho más poderoso, mucho más consistente de lo que podría haber sido hace 20,30,40 o 50 años atrás.

Por último, volviendo al tema del balance, con una perspectiva más crítica, sin ser necesariamente pesimista, pero sí construyendo una conclusión crítica respecto de la situación actual, señalar que, no obstante estos niveles importantes de experiencia, de desarrollo y de madurez que ha alcanzado el Movimiento Popular, a mi juicio también hay déficit, hay insuficiencias, hay inconsistencias que es necesario resolver, que es necesario superar.

 

 

Estos son tiempos largos en la lucha histórica contra el sistema de dominación capitalista, pero también hay coyunturas cortas en las cuales es necesario afianzar, cohesionar y consolidar el campo popular, a objeto de poder proyectar las luchas futuras con un mayor grado de consistencia y por lo tanto con mayores posibilidades de ir sumando , o ir creciendo en términos del desarrollo del proceso de acumulación de fuerzas, como decíamos previamente. Dicho de otra manera, una derrota táctica hoy día, tiene necesariamente proyecciones estratégicas mañana en la lucha contra el sistema de dominación capitalista. En consecuencia, cómo resolvemos los problemas de la coyuntura es fundamental para seguir avanzando en el desarrollo del proyecto estratégico del campo popular.

En ese sentido yo observo tres niveles de complejidad que me parece que es importante tener presentes a objeto de poder hincarle el diente más en detalle a la conversación.

Uno tiene que ver  con el tema de la organización. Se avanzó, no cabe dudas, respecto a la organización popular, estoy pensando sobre todo en las Asambleas Populares a nivel territorial, en algunas circunstancias en los Cabildos que se fueron configurando o constituyendo en otros espacios, a propósito de que en ellos se discutió amplia y democráticamente, y se hizo sobre múltiples temas; no solamente sobre las demandas inmediatas, sino que también sobre las proyecciones estratégicas, es decir qué es lo que queremos, hacia dónde queremos avanzar.

En ese sentido, a mi juicio, una de las expresiones o manifestaciones más avanzadas de maduración de ese proceso organizacional fue la Coordinadora de Asambleas Territoriales (CATs), que se desarrolló en Santiago hacia el mes de Enero del año 2020 y que incluso alcanzó a delinear lo que podríamos denominar como las bases fundamentales de un Programa de transformación. Veníamos en un proceso efectivo de desarrollo no solo de la organización, sino que de la articulación del campo popular. Pero estas experiencias se truncaron hacia marzo del 2020. El fenómeno de la pandemia nos replegó e incluso en algunas circunstancia uno podría decir nos recluyó, nos devolvió al espacio local y de una u otra manera interfirió, impidió o incluso obturó, la capacidad que veníamos desarrollando de construirnos o de vertebrarnos a nivel comunal, a nivel provincial o a nivel regional.

Todo ese proceso que se había desarrollado muy dinámicamente, entre Octubre 2019  y Enero 2020, de una u otra manera se retrotrajo a partir de Marzo del 2020 y, objetivamente, no hemos sido capaces de recuperar o de restablecer esos niveles de vertebración que habíamos venido desarrollando previamente. Y por qué digo esto, porque a efectos de enfrentar a las clases dominantes, que tienen una vertebración, una articulación de clase a escala nacional, es imprescindible que el campo popular desarrolle un proceso de articulación, un proceso de vertebración, un proceso de organización, respetando las especificidades o las identidades locales, que nos permita enfrentar, todos juntos y al mismo tiempo, a las clases dominantes y al sistema de dominación, de lo contrario no hay posibilidad de victoria en este combate.

En segundo lugar hay déficit también en lo estratégico. Como lo dije hace un rato atrás la autodefensa de masas sin lugar a dudas ha sido un componente fundamental en el desarrollo de la Protesta Popular y en la ampliación de los espacios para los efectos precisamente de ir construyendo el campo popular. Es decir, no es la pura pelea contra la represión, sino que tiene que ver con que se van ganando espacios para los efectos de la organización, en este caso en particular de la movilización de los sectores populares.

Pero a mi juicio, en este campo enfrentamos dos problemas: por una parte lo que yo denomino la “ritualización de la violencia”, en el sentido de que la violencia deja de ser un instrumento a efectos de avanzar en el desarrollo y las conquistas del campo popular y se empieza a convertir en un objetivo en sí mismo; es decir, vamos a combatir porque hay que combatir y dejamos de combatir porque hay que transformar, y en ese sentido limitamos, reducimos, aislamos el campo del desarrollo de la lucha popular y abrimos un flanco mucho más expuesto al accionar de la represión. Dicho de otra manera, en la misma medida en que la lucha popular radical se aísla del movimiento popular, en esa misma medida se va configurando o constituyendo un escenario parecido al de comienzo de la década de los 90, entre el 90 y el 96, cuando las organizaciones revolucionarias se enfrascaron en una lucha de aparatos y terminaron sucumbiendo con el aparato mejor organizado, mejor financiado, mejor preparado para la guerra, que era el aparato represivo del Estado.

La lucha popular radical, la lucha popular que no renuncia a la violencia como una forma o un instrumento de la transformación política no puede desvincularse, no puede alejarse, no puede disociarse del movimiento popular de masas, porque de lo contrario se convierte en un “ritual” que a la larga puede satisfacer expectativas personales o de secta, pero que en ningún caso se convierte en el instrumento de la transformación política que nosotros requerimos.

Por otro lado, y a propósito de lo que les mencionaba recién, la represión es un fenómeno que hoy día opera y opera extensivamente. Sumaron más de 30 las personas asesinadas en el transcurso de la Protesta Popular y en general las condenas al Estado chileno por las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos han sido relativamente febles a nivel internacional. La represión operada bajo la lógica de la militarización del Wallmapu opera desembozadamente y no obstante nuevamente los organismos internacionales no son los suficientemente enérgicos a efectos de condenar al Estado chileno por las prácticas represivas. Eso qué significa, significa que el Estado chileno no solamente posee, desde el punto de vista jurídico, la legitimidad para operar represivamente, sino que cuenta todavía con una suerte de capital político relativamente amplio que le permite desarrollar estas estrategias de contención represivas sin sufrir necesariamente mayores cuestionamientos internacionales. Y eso, por lo tanto ¿qué supone?, supone, por una parte, que siempre está abierta la posibilidad de que actué de manera brutal y por lo tanto no solo asesine a compañeros y compañeras  que protestan, o mutile a compañeros y compañeras que protestan, sino que a su vez también legitima sin mayores  objeciones y cuestionamientos la existencia de una cantidad bastante significativa de compañeros que están en prisión; aquellos que están en prisión efectiva, que son varios cientos y aquellos que sin estar en prisión efectiva están imputados, y por lo tanto están sujetos a medidas cautelares, que son varios miles.

A qué voy con esto, a que no solamente este es un problema ético, moral, en el sentido que tenemos que solidarizarnos con los compañeros que son víctimas de la represión, sino que hacernos cargo de que cuando la represión actúa desembozadamente y nosotros no tenemos la capacidad de neutralizar el accionar de la represión, y por lo tanto no somos capaces de proteger la vida de los compañeros, ni somos capaces de proteger la integridad física de los compañeros, ni somos capaces de liberarlos de las garras de la prisión a la cual los somete el Estado policial, eso, inevitablemente, supone una derrota política para el campo popular. El campo popular resiente la represión, la represión no necesariamente opera como un estímulo de mayor rebeldía y por lo tanto expresión o manifestación de ira en contra de las clases dirigentes y el Estado, en muchas circunstancias la represión opera, muy por el contrario, como un factor que , al desplegarse indiscriminadamente, desembozadamente, sin control, con absoluta impunidad, termina, a la larga, imponiendo una derrota al campo popular, que ni siquiera es capaz en este caso de proteger a sus combatientes o de liberar a sus prisioneros.

En ese sentido tenemos que ser particularmente hábiles, no solamente heroicos o épicos a la hora de enfrentar al enemigo, sino que también tenemos que ser capaces de ir construyendo una red de apoyos, por lo tanto acumulación de fuerzas, que nos permita ir aislando a la represión y de esa manera ir neutralizando la capacidad que tiene el estado de intervenir sobre la protesta.

Por último, y ahora sí que termino, a mi juicio el déficit más importante es el déficit programático. Yo creo que hemos venido definiendo con harta claridad y con harta precisión qué es lo que no queremos. Es decir, no queremos democracia burguesa, porque no satisface los intereses del campo popular y, por lo tanto, objetamos y cuestionamos a sus representantes políticos. Tampoco queremos régimen económico neoliberal porque nos explota, nos expolia, nos discrimina. Pero así como tenemos claro eso, no tenemos claro lo otro, es decir qué queremos construir, qué tipo de sociedad es la que queremos configurar, cuál es el horizonte utópico hacia el cual queremos conducir las luchas populares. ¿Queremos construir el Socialismo?, o a lo menos yo me sitúo en ese campo de la reflexión política; pero si queremos construir el Socialismo, qué tipo de Socialismo es el que queremos construir. Y me resulta, a lo menos a mí, más que evidente que ya no es la forma de Socialismo autoritario, dogmático, estructuralista, que caracterizó a los regímenes de Socialismo real hasta fines de la década de 1980. Yo aspiraría a que el modelo de Socialismo al que queremos avanzar y que queremos consolidar tenga, en ese sentido, una orientación más participativa, más democrática, más plural, más diversa, que entre otras cosas recogiera o integrara las transformaciones profundas que no solamente ha experimentado la sociedad chilena, sino que la sociedad a escala planetaria. Pero esas definiciones son, a mi juicio, definiciones fundamentales, tenemos que definir un horizonte programático, porque al campo popular no solamente tenemos que ofrecerle la posibilidad de luchar contra el adversario, tenemos que ofrecerle a su vez también un horizonte utópico posible, alcanzable, hacia el cual queremos orientar el desarrollo de las luchas populares, que no solamente resuelve los problemas puntuales que tiene la gente, sino que suponga o conlleve a la construcción de una sociedad, y por lo tanto de relaciones sociales, culturales, fundadas en un profundo humanismo.

Y en esas definiciones tenemos que avanzar con altura de miras, sin mesianismos, sin iluminismos, sin sectarismos, que a la larga son los que nos impiden, entre otras cosas, alcanzar mayores niveles  de organización o vertebración, desde el punto de vista político.

 

Es imprescindible hoy día, a partir de la experiencia acumulada, avanzar, y avanzar en organización, avanzar en diseño táctico-estratégico, y avanzar en programa. Solo si avanzamos,  de manera sistemática y al mismo tiempo en esas tres líneas, vamos a estar en condiciones de dar el salto cualitativo, de esta condición de acumulación, que ha sido importante, relevante, fundamental a la fecha, a una situación que realmente de origen a una rebelión, y a partir de la rebelión a un cambio de naturaleza revolucionaria.”

Igor Goicovic Donoso, 21 Enero 2021

 

 

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