Las caravanas complican las políticas de inmigración de Biden
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Las autoridades del nuevo gobierno de Estados Unidos están dispuestas a tomar “el toro por las astas”, a fin de responder a desafíos complejos y que requieren pronta solución; en primer lugar, el impeachment en contra de Donald Trump que, para lograrlo, requieren el voto de 17 senadores republicanos, (hasta hoy, sólo cuenta con cinco); en segundo lugar, la lucha contra la pandemia que exige una estrategia que sólo podría llevada a efecto por Fuerzas Armadas de ese país, debido a la exigencia de masividad y rapidez en la inoculación de la vacuna contra el Covid-19; en tercer lugar, la emisión de millones de dólares, entregados directamente a los ciudadanos, para reactivar la economía; en cuarto lugar, un cambio radical en la política sobre inmigración.
Joe Biden ya logró paralizar las obras de construcción del muro, (separaba a México de Estados Unidos) y, además, promete detener la expulsión de 11 millones de indocumentados e, incluso, establecer una moratoria de 100 días para quienes estaban a punto de ser expulsados – en este punto se encuentra con la resistencia de los republicanos en el Congreso -.
El gobierno de Trump había logrado un pacto con el Presidente de México, el cual suponía una importante inversión en los países del triángulo norte centroamericano, (Guatemala, El Salvador y Honduras), en el sentido de que los ciudadanos que solicitaran refugio en Estados Unidos deberían esperar en un tercer país: se trataba de que fueran retenidos antes de llegar a la frontera sur de Estados Unidos.
A Trump no le importaba que los Presidentes fueran corruptos, narcotraficantes y que las maras dominaran la sociedad, pues sólo pretendía impedir que los inmigrantes de estos países entraran a Estados Unidos, (el Presidente de Honduras, el país más pobre de América Latina, gobernado por Juan Orlando Hernández, no sólo es hermano de un narcotraficante, preso actualmente en Estados Unidos, sino que se robó las últimas elecciones de primer mandatario; el Presidente de El Salvador, es el joven y voluntarioso, Navib Bukele, quien pretende exterminar a las maras asesinando a los ciudadanos, sean o no delincuentes; en Guatemala, su Presidente, Pedro Giammattei, está a punto de ser expulsado del poder por enormes manifestaciones).
En las últimas conversaciones entre el Presidente Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador se ha acordado la inversión de varios millones de dólares para colaborar en el desarrollo del sur de México y de los países del triángulo norte de América Central.
El ítem principal del PIB de México, Guatemala, El Salvador y Honduras está basado en las remesas que sus nacionales envían a las familias de sus países de origen, (con 200 dólares, o aún menos, una familia centroamericana podría sobrevivir, pero habría que considerar la inseguridad, producto de la guerra civil, y hoy, de las maras).
No faltan los aficionados a las teorías conspirativas, que atribuyen el éxito y masividad de las “caravanas” al aporte de las ONGs, financiadas por el millonario especulador, de origen húngaro, George Soros. Si dejamos de lado estas especulaciones, la verdad es mucho más dramática de lo que, hasta ahora, se conoce: las llamadas “caravanas” están compuestas por ancianos, mujeres y niños, que se ven obligados a recorrer miles de kilómetros, con un sol abrasador durante el día, y un inclemente frío durante la noche.
En la mayoría de los casos, quienes integran “las caravanas” – como Hernán Cortés – queman todas las naves haciendo imposible el retorno a su país de origen, donde no sólo corren peligro de muerte, sino que también carecen de un lugar donde poder descansar o dormir. El aceptar la derrota de no poder ingresar a Estados Unidos le significaría la vuelta al infierno miserable.
A esta situación de miseria y abandono, que obliga a estos inmigrantes a vivir una especie de “limbo”, se agrega el peligro de ser contagiados por la Covid-19, cuya “predilección” por los más pobres y desprotegidos es bien conocida, y se hace hasta lógica.
En la última “caravana” jugó un papel importante las expectativas despertadas con el triunfo de Biden, y parecía que un abuelito caritativo se apiadara de estos inmigrantes, pues el demonio de Trump ya estaba derrotado: el problema del “maniqueísmo” en política siempre lleva a la frustración y, en los casos más graves, a la desesperanza aprendida.
Todos sabemos que el Partido Demócrata y Biden tienen muchas limitaciones, a causa del sistema político norteamericano, que tiene muchos pesos y contrapesos: un empate en el Senado, por ejemplo, no hace posible la aprobación de proyectos de ley tan onerosos como importantes, como los propuestos por el Presidente de Estados Unidos; también hay que considerar que el Partido Demócrata está bastante dividido, y que la unión siempre es un sueño, y la esencia de la política es la contradicción.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
27/01/2021
Germán Westphal says:
La ONU ha estado remisa desde hace años en adoptar medidas para atender las migraciones masivas desde el Sur geopolítico y económico hacia el Norte (Europa y EE.UU.). Esta no es una cuestión que se resuelve abriendo a cerrando puertas a la inmigración sino que atendiendo los problemas que la generan y, en esto, la ONU y principalmente los países desarrollados tienen una misión y responsabilidad que han eludido por décadas.