Comienza el difícil cuatrienio de Joe Biden
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Afortunadamente Donald Trump va a disponer de mucho tiempo para dedicarse al golf, su pasión preferida, en los campos de su propiedad, en Florida. Por desgracia, el problema no es Trump, sino “el trumpismo”, una concepción del supremacismo blanco, que conlleva elementos como el racismo, el nacionalismo, el ultra-fanatismo religioso evangélico, una visión del destino manifiesto y un fuerte resentimiento al derecho de las minorías, (negros, latinos, asiáticos, y otros) que, demográficamente, van a desplazar a los blancos, anglosajones y protestantes, hecho que provoca complejos a raíz de que “su país” está siendo tomado por los extranjeros, olvidando que ellos también son inmigrantes e hijos de inmigrantes.
El poder tiene una magia indiscutible: Joe Biden era visualizado como “un hombre del pasado”, viejo y enfermo, (él mismo se definía como “Presidente de transición”), sin embargo, en la ceremonia de posesión del poder se demostró juvenil, con entusiasmo y con un manejo envidiable de la política. En su discurso definió con claridad las tres crisis que están llevando a Estados Unidos a convertirse en una potencia secundaria, y que sólo puede mirar su pasado imperialista como un recuerdo.
El Presidente saliente, Donald Trump, y Joe Biden – si se admite una comparación – son completamente distintos: el primero, un aventuro millonario, narcisista al extremo patológico, ignorante consuetudinario, principalmente en política, pero que tuvo la habilidad de resucitar y concitar a su favor, a fanáticos anti-políticos, que estaban marginados y resentidos, maullando contra un país en el cual su credo, racismo y postura ultra-reaccionaria, no tenían cabida.
En cuanto al Presidente actual, Joe Biden, por el contrario, es un político consumado, hecho que le ha sido muy útil, en sus pocos días de mandato, para instalar un gobierno que debe borrar el monstruoso legado del fascista Trump. Al primer día firmó doce órdenes ejecutivas de vital importancia: el reingreso de Estados Unidos al Tratado de París, acerca del medio ambiente y, sobre todo, la anulación del retiro de este país de OMS; en cuanto a las políticas migratorias, firmó la orden ejecutiva del reconocimiento de nacionalidad norteamericana a 11 millones de inmigrantes indocumentados, además, el fin de la restricción del ingreso a ciudadanos de países de mayoría musulmana.
El Presidente Biden está decidido a combatir la pandemia del Coronavirus: ahora, los científicos, que presiden las políticas de Salud, encabezadas por el Dr. Anthony Fauchi, tienen las manos libres para actuar en ese campo; la medida inmediata se refiere al uso obligatorio de mascarillas en los Organismos públicos, como también la promesa de la vacunación masiva contra la Covid-19, con una meta 100 millones de inoculados en los próximos tres meses.
En el campo económico el Presidente propone una medida tan radical como la subir el salario mínimo de 7 a 15 dólares la hora, además de una serie universal de bonos y apoyos, que debieran comenzar por 2.000 dólares por persona, (a diferencia de Trump, la política de Biden no está centrada en Wall Street, pues la Bolsa de Comercio no tiene nada que ver con la calidad de vida de los trabajadores que han perdido su empleo).
El tema más difícil a resolver dice relación con la larvada guerra civil, existente en la sociedad norteamericana: Trump revivió en sus grupos de apoyo nacionalista a fascistas, nazis, supremacistas blancos, que no estaban muertos, sino que necesitaban un relato y un líder para renacer.
Un país que aún no se resigna a superar la guerra civil de 1864, y que la lucha por los derechos civiles está muy lejos de terminar, tiene pocas posibilidades, a corto plazo, de lograr la recuperación del liderazgo mundial, producto del imperialismo ejercido después de las dos Guerras Mundiales.
El sistema político norteamericano, que pudo superar la corrupción, (llegó al máximo durante el gobierno de Richard Nixon), hoy demuestra ser incapaz de dar gobernabilidad a una potencia imperialista que ha perdido el norte del destino manifiesto, en consecuencia, es muy posible que deba acostumbrarse a las nuevas formas de guerra del mundo tripolar, (Estados Unidos, China y Rusia), y ahora el enfrentamiento no se da sobre la base del poder industrial y militar, sino por la competencia del avance tecnológico, en el cual China, con la quinta y sexta generación, está venciendo a las grandes empresas norteamericanas. (En el caso de California, que aceleradamente se está convirtiendo en una potencia, perfectamente tendría las capacidades para independizarse del resto de los estados).
En cuanto a los grandes temas sobre la energía, el contraste entre el fanatismo petrolero de Texas, (con Trump a la cabeza), y la posición de la ahora Vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, va a convertirse en uno de los puntos centrales de los cuatro años de gobierno de Biden.
Biden estuvo a cargo, cuando fue Vicepresidente de Barack Obama, de los temas internacionales y, hasta ahora, en los dos días de gobierno no trazado su política internacional, de todas maneras, está muy jejos de la política “del Buen Vecino”, o de “La Alianza para el Progreso”.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
22/01/2021