Cuando todos y todas íbamos a ser constituyentes… La batalla constitucional que viene
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“¿Por último, qué es el trono? Cuatro pedazos de madera dorada, recubiertas de terciopelo”. Napoleón. Citado por Pierre François Hardy, Histoire de Napoleon Buonaparte, p. 289
No todos lo serán, pero habrá que participar en los encarnizados debates de ideas constitucionales. Aquí la sangre de horchata no deberá correr por las venas de las fuerzas transformadoras. Lo más probable es que la Convención Constitucional con sus 155 miembros elegidos sea el terreno de disputas intensas entre diversos proyectos de signos opuestos que buscan proyectarse en Chile. Así tendría que ser. Aún con esos reglamentos de por medio que le niegan la calidad de Asamblea Constituyente libre y soberana para que funcione con la regla de la simple mayoría. Era lo que el movimiento social exigía. Era el paradigma democrático. Por esas cosas de la lucha política, de los inconsecuentes de turno y de las subjetividades de los actores políticos, será la norma de los 2/3 que se utilizará para aprobar los articulados de la nueva Constitución. Norma que favorece a los que han impuesto, y más tarde remozado, la constitución actual. Cuestionada no sólo por ser viciada de origen, sino que por ser además un cerrojo neoliberal. Un artefacto del poder oligarca.
Lo importante es que la sociedad chilena desde el 18/O de 2019 entró en una fase de politización aguda, y este año 2021 será intenso en actividad política y mediática —con los inevitables sesgos informativos y otorgamiento de tribuna con el que funciona el sistema mediático privado. No es poco, pues las clases dominantes herederas de la sangrienta dictadura pinochetista cívico-militar aborrecen estos momentos. Aún más los momentos constituyentes. Lo mismo los jerarcas de la transición duopólica. Estos temen confrontar la historia recorrida en estos períodos abiertos; cuando la sociedad discute con pasión. Y es que están compelidos a plantear y disfrazar sus intereses y su aversión congénita a la igualdad y a los derechos sociales con la retórica legal constitucionalista en la que son expertos; en un clima de crítica ciudadana desconfiada hacia ellos. Pues el pasado de engaños de las viejas direcciones y las traiciones de las castas políticas de centro izquierda aparecen necesariamente en el encadenamiento lógico de las intenciones. Habrá que pensar en términos de retrospectiva y de perspectiva histórica; de deconstrucción de las viejas instituciones que han garantizado el poder de las minorías opulentas y, al mismo tiempo, habrá que encarar las nuevas formas de vivir y gobernarse; discernir en toda su dimensión política y antropológica los desafíos que la crisis civilizatoria occidental impone.
Cabe repetirlo. Fue un movimiento socio-político, con sus vertientes diversas, el que puso en el tapete de la discusión las demandas populares y ciudadanas tras movilizaciones que demostraron la potencia de un pueblo devenido actor político en unas semanas. Fue él quien exigía ¡Asamblea Constituyente ahora! Movimiento diverso y creador que impuso el imperativo de la vida digna en el centro de la actividad política. Y que fue y es portador de una cultura poderosa en la batalla por la hegemonía cultural; la novedad en su expresión fue el movimiento feminista anti patriarcal. Y, lo más importante, este potente caudal de consciencias, emociones y subjetividades políticas diversas no ha sido derrotado, ni menos físicamente aniquilado (como ocurrió en septiembre 1973). Y no porque no se les pasó la idea por la cabeza a los oligarcas, sino porque no pudieron.
Difícil negar después de la Rebelión social ciudadana, que se abrió con el salto de consciencia juvenil del torniquete y que hizo fluir el malestar ciudadano acumulado, que el sujeto popular o el Pueblo existe, y que una inteligencia política colectiva acompaña esos afectos que lo empoderan. Por algo se cantó al unísono y como nunca, “El pueblo unido jamás será vencido” de los 60, y “El baile de los que sobran”, de fines de los 80. Durante este período también quedó transparentado que el Gobierno de las derechas con Piñera tuvo el apoyo indefectible de la oligarquía empresarial, unida como un solo hombre. Quedó fehacientemente nítido el perfil liberal-autoritario de los gobiernos de derecha: su esencia política misma. Los llamados a más represión de Juan Sutil, el patrón de los empresarios de la CPC, son un ejemplo. Y será el sesgo autoritario represivo que los delegados de derecha (cosa de imaginarse a G. Blumel el ex ministro del Interior de Piñera de “convencional” queriendo impedir la imprescriptibilidad de las violaciones a los DD.HH o preconizando un Estado fuerte ) y sus constitucionalistas “expertos” querrán dejar marcado en la constitución que de la convencional surgirá. Obvio, habrá que estar alerta. Los constitucionalistas entre ellos se las creen: que poco menos lo suyo es una ciencia.
Así se abrió el proceso constituyente, con dolor y bajas del pueblo por la brutal represión desatada. Mejor dicho: la casta política vio con preocupación ese proceso con ribetes de “ingobernabilidad” para el orden establecido y decidió pactar un Acuerdo (“de paz y por nueva constitución”) para captar esa energía transformadora y canalizarla institucionalmente en un proceso balizado, regulado y normado, en beneficio de las derechas y de la perennidad de las estructuras de dominación. Rayado de cancha por los operadores de la oposición (destaca el perfil de figura rastrera que se auto dibujó el joven operador político y diputado Gabriel Boric) que lo negociaron entre medianoche y gallos mañaneros.
El hecho histórico indesmentible quedó. Corrimos el cerco de lo posible. Un hito de la historia fue hecho por la actividad de las masas conscientes, de la mano con las orgánicas políticas que las acompañaron. Macro y micropolítica juntas. Y en medio de un estado de agitación general de Norte a Sur y hasta en las comunidades más pequeñas. Internet y RRSS obliga. Todo hubiera sido mejor con la clase trabajadora presente y organizada. ¿No es aún la clase trabajadora plural la que puede parar un país o golpear la mesa en las sociedades capitalistas donde aún predomina y predominará el trabajo humano productivo? Así, pues, a las elecciones de abril van varias listas. Las cosas se dieron por las diferencias en el seno del pueblo. Prueba de proyectos que se enfrentan.
Es lo que hay que explicar. Profundizar las diferencias, pues no son de matices. Mientras que el PS y PPD se declaran neoliberales, el PC y el Partido Humanista se plantean superar no sólo el neoliberalismo sino que también por dejar atrás lo peor del capitalismo, y así poder ampliar la participación democrática. Ciudanizar el proceso. Obvio: las derechas, desde la ultra fascistoide que reivindica a la Dictadura que redactó esa constitución el 80 — más tarde refrendada por Lagos y la Concertación el 2005 — hasta los neoliberales que se dicen más progresistas y liberales, van juntas en una lista. Y las oposiciones y sectores sociales legítimos van en listas separadas. Entre medio podrían estar los Harboe y los Ominami, vestigios del consenso concertacionista. Habrá que agitar, explicar y propagandear las propuestas y las demandas populares y traducirlas en articulados constitucionales. Además de organizarse por fuera y activar un movimiento constitucional popular, ojalá organizado en los territorios sociales. Prepararse para no aceptar un engendro constitucional antipopular y pro capitalista. Pues no hay “casa común” en las sociedades capitalistas extremas profundamente desiguales: lo que hay son parcelas privadas cada vez más ghetoizadas y amplios terrenos diversos donde levantar lo común con ayuda de un Estado que priorice lo público y lo social. Cada sector con su historia, la de los pocos (20%) reivindican la violencia dictatorial y el orden mortífero, y nosotres, una buena parte del resto, la democracia, con las igualdades, con nuestros caídos y ahora mutilados; con las aspiraciones emancipatorias, las de un mundo vivible y respirable para nuestros hijos y nietos y nietas.
Por lo mismo, el fetichismo constitucional no debe impedir ver lo que una constitución es en su efectividad real: la cristalización de las correlaciones de fuerzas en un momento dado de la historia política de un país y el tipo de instituciones y derechos óptimos para enfrentar las grandes preocupaciones y desafíos de un pueblo ciudadano de un Estado nación frágil. Junto con la actual incertidumbre de una humanidad sin rumbo claro, que no sea otro que el colapso total, si no se cambia de vida en 20 años. ¿Casandra? No, es cosa de leer los informes del Panel Internacional de Científicos acerca del calentamiento global. Recordar por un instante las certeras imprecaciones de la Antígona de nuestros tiempos, de la joven sueca Greta Thunberg, antes de la pandemia. Son datos duros, no es relato bíblico.
Lo importante es que esta Constitución, si es plebiscitada de salida, no sea una camisa de fuerza impuesta por los intereses oligarcas y de las multinacionales. Ni tampoco una consensuada a espaldas del pueblo como lo fue el Acuerdo que la institucionalizó. De los delegados-convencionales populares y de los pueblos se espera una agudeza en el debate, un compromiso intransigente con los valores y demandas del movimiento del 18/O, una disposición a denunciar y combatir las componendas que están en la agenda de las derechas y de la vieja guardia concertacionista, y una actitud de rendimiento de cuentas de cada batalla constitucional.
Una constitución debe ser en todo momento la emanación de la soberanía popular; de la potencia constituyente de un pueblo. Y éste debe siempre poder expresarse y ejercer su poder soberano cuando se trata de dirimir cuestiones constitucionales. Es uno de los criterios de una constitución democrática. Así como poder plantearse resolver lo que es la madre de todas las batallas constitucionales: la relatividad del derecho de propiedad de los grandes medios de producción y de los recursos naturales, y su corolario, su abolición. Es el talón de Aquiles y el nervio de la guerra de la oligarquía. Poder decidir democráticamente qué es público y cuándo es clave para el pueblo. Otro punto, que se ilustra con un ejemplo sencillo y pertinente a los tiempos actuales: si en las constituciones de EE.UU, Chile y Brasil existiera la posibilidad de un plebiscito y referéndum de medio mandato revocatorio (o un Referéndum de Iniciativa Ciudadana) Chile, los EE.UU y Brasil habrían evitado constitucionalmente la tragedia política de tener presidentes que lindan, por su bajo apoyo ciudadano y por su insensatez intelectual, en la ilegitimidad y en esa propensión que los griegos del siglo V A. de C. llamaban la hybris (la desmesura), impulso descontrolado que los lleva a embarcarse en las peores aventuras y a proferir los peores delirios. El primero, declararle la guerra a su propio pueblo (30 muertos, 250 mutilados miles de agredidos física y sexualmente en dos meses), el segundo el azuzar el asalto reciente al Capitolio por las hordas de extrema derecha (4 muertos). Bolsonaro, Ud lo sabe, es responsable de una pandemia desbocada y letal en el pueblo brasileño por su actitud y su obcecación negacionista.
Por Leopoldo Lavín Mujica
Leopoldo Lavín Mujica says:
Mensaje de Moisés Scherman Filer
Esta Constitución que surgirá de una CC dónde la Soberanía no reside en el Pueblo será una Constitución de Transición y de corta vida porque no incorporará las reivindicaciones que expresó el pueblo chileno a partir del estallido Social del 18 de Octubre de 2019.
En dos o tres años habrá una nueva rebelión popular que dará origen a una Asamblea Popular Constituyente .
Esa es la batalla constitucional que se viene.
Para ello debemos seguir luchando y desarrollando el Proceso Constituyente en todos los barrios, poblaciones, villas, campamentos, territorios del campo y la ciudad, comunas y regiones de todo el país.
Dicho proceso debe ser de abajo hacia arriba para culminar en una Asamblea Popular Constituyente nacional dónde estén representados los acuerdos alcanzados a lo largo de esta línea de tiempo.
El resto es el proceso institucional que nació a partir del espurio acuerdo del parlamento firmado a nuestras espaldas el 15 de Noviembre de 2019 por una casta política que se aferra al poder con dientes y muelas para mantener sus privilegios.
Desde muchas comunas de Chile ya hemos iniciado este camino que nos conducirá a una Constitución que garantice nuestros derechos humanos de primera, segunda, tercera, cuarta y quinta generación dónde el acento esté puesto en el ser humano viviendo en comunidad y en armonía con el medio ambiente, con un estado que juegue un rol activo en una estrategia de desarrollo al servicio de las grandes mayorías y no en los intereses de las minorías que hoy detentan todo el poder en nuestro país..
ramon roman says:
Don Leopoldo Lavín Mujica, a ver, a ver, don Leo, quiero que me ubique en este futuro de Chilito contestándome esta pregunta: ¿ Qué clase de sociedad política y económica quiere construir el Chile que se levantó en el Octubre del 2020? Si es que usted me dá esos segunditos para su respuesta, yo le dare mi humilde opinion.
Gino Vallega says:
Según he leído , el fraude de los 2/3 está oleado y sacramentado y no se podrá cambiar.Será posible , en cónclaves , asambleas , cabildos ciudadanos , dirigir la votación hacia independientes ( la TV ni partidos van a cooperar) discutiendo los propósitos a poner en la nueva cons y sugiriendo no apoyar a los inscritos en «partidos30años» ni ex ministros,senadores ,alcaldes….etc ? Si el proceso en marcha fracasa , entiendo sigue la misma constitución actual
hasta nueva «evasión» estudiantil…….?
Robinson Vega Aracena says:
Creo que la vieja lucha de clases continuarà su derrotero por muchos años o decadas mas. La actual fracciòn que tiene el poder creo que va a dar la pelea en el sentido de no dejar que el pueblo alcance o logre sus propositos de legitimidad y de igualdad que tanto anhela. La Izquierda burocrata que ha hecho fortuna a costa de las necesidades de la gente va a oponerse y defenderà su feudo con dientes y muelas. En eso estan todos los PC, PPD, IC, DC, S, R, L, etc. La derecha para que decir como va a poner obtaculos y piedras en el camino para mantener sus privilegios. Entonces el escenario futuro creo que va a continuar en ese plano y de moverà lentamente a la consecuciòn de una Constituciòn popular. Por lo tanto (nosotros ya no estaremos) y los que vengan continuaran en esa senda. Lo importante de todo es que el proceso, a mi juicio, ya partiò en aquel inolvidable 25 de Octubre con una votaciòn que no dejò dudas que lo que la ciudadanìa dijo NO MAS CLASE POLITICA: Todos ellos nos han llevado a esta enorme desigualdad!!!
Felipe Portales says:
Fe de errata de mi comentario: Faltó colocar «si no lo consigue» en la tercera línea, luego de «Constitución consensuada entre las dos derechas;…
Felipe Portales says:
El «pequeño» problema Leopoldo es que si la izquierda, o lo que queda de ella, si no reconoce ahora (antes de las «elecciones» de abril) el fraude de los dos tercios, tendrá muy poca legitimidad para hacerlo después. Si lo hace ahora, llamando a votar para alcanzar el tercio que impida una «nueva» Constitución consensuada entre las dos derechas; podrá legítimamente retirar sus convencionales para no cohonestar el fraude. En cambio, si no lo hace, será fácil descalificarlos como oportunistas, teniendo todos los canales de televisión a su disposición y casi todas las radioemisoras…