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La revuelta de las milicias ultraconservadoras en EE.UU. ante la decadencia del liberalismo occidental

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A simple vista, la toma del Capitolio en EEUU por parte de grupos organizados extremistas pro Trump el 6 de enero, durante la certificación de los colegios electorales del triunfo de Joe Biden en la elecciones del 4 de noviembre de 2020,  ha sido catalogada  por los grandes medios de ese país como una insurrección de turbas, maleantes,  bandas armadas y otras categorizaciones que tratan de invisibilizar lo que realmente está sucediendo. El reciente bloqueo de Facebook, Twitter, Instagram, entre otras redes de Donald Trump, presidente todavía en funciones de EEUU, es una muestra de cómo un sistema en decadencia se defiende de una revuelta que puede derivar en acciones similares en países de tendencias políticas liberales dominantes o pertenecientes al llamado hemisferio occidental. De ahí la alarma de parte de Ángela Merkel en Alemania, Macron en Francia o la traición del mismo Netanyahu en Israel, hasta hace días, aliado incondicional del  presidente de la nación más poderosa del planeta .

Sobre este hecho ya el lingüista Noam Chomsky había escrito en 1986 en su “Guardianes de la Libertad” que quienes tienen el poder, al mismo tiempo pueden fijar los términos del discurso, con el fin de decidir qué es lo que el público general puede ver, oír y pensar. Este discurso llega a la gente a través de la propaganda regular, una especie de opinión generalizada de cómo opera el sistema que muy poco tiene que ver con esa sociedad. Según Chomsky este modelo de propaganda se basa en medios de comunicación de masas que actúan como sistema de transmisión de mensajes y símbolos para el común. Su función es divertir, entretener, informar, y generar los valores de esa sociedad, pero que en el mundo actual, con tanta riqueza concentrada y en el que existen enormes conflictos de intereses de clases, para que ese cumpla este papel se requiere de una propaganda sistemática.

 

Si bien dicho modelo es basado en la sociedad estadounidense de los años ochentas, puede ser verificado en todo el hemisferio occidental liberal aún hoy se mantiene a través de nuevas formas de comunicación, como las redes sociales. Es así como se puede explicar lo que realmente ocurre en EEUU en la actualidad, donde este sistema de propaganda que representa los intereses de los dos partidos dominantes se ha enfrascado en una pugna interna entre dos grupos irreconciliables, situación reflejada en las pasadas elecciones presidenciales.

Si bien Trump, en 2016 se centró en un discurso racista y xenófobo contra musulmanes  mexicanos, al mismo tiempo utilizaba el sistema de redes sociales como Facebook o Twitter para generar estas matrices favorables a sus intereses. Hoy en día; y es lo paradójico de  la campaña actual, este mismo sistema de propaganda se le ha vuelto en contra del mismo Trump;  a tal punto que le bloqueado toda posible comunicación con sus partidarios. Inclusive, el aparato judicial y policial ya comenzó la cacería contra los tomistas del Capitolio. Las presiones y traiciones están a la orden del día y Trump cada vez más aislado, ve como este aparataje que tanto le funcionó para estigmatizar países soberanos como Venezuela, Rusia, China o Irán, en este preciso momento, se le ha puesto en contra.

La toma del Capitolio no sólo fue una toma o insurrección sino un plan de golpe con el motivo de instaurar una nueva forma de gobierno populista extremista que se basa en teorías conspirativas como las de las milicias de los Proud Boys o Qanon, que creen que el poder en Estados Unidos fue tomado por burócratas corruptos y pederastas que toman sangre de niños en sus ritos satánicos; y es que cada vez que los grupos extremistas quieren hacerse del poder, necesitan de una narrativa, no importa si a primeras parece desquiciada con tal de demostrar sus diferencias con el status quo dominante.

En los años 30s algo similar pasaba con las bandas paramilitares organizadas por el partido nazi contra los judíos o la izquierda con tal de hacer ver que estaban organizando un nuevo orden contra el marxismo imperante en la época. Ese discurso anti comunista vuelve  a la palestra en el Estados Unidos actual y Trump lo ha repetido una y otra vez durante su gobierno y durante la campaña, de manera delirante de tratar de hacer ver que Biden representa la misma tendencia política de izquierda que puede haber en China o Venezuela; semejante comparación, sólo puede ser explicada si se revisa el libro citado de Chomsky en el que también se dice como este sistema de propaganda se ocupa de trazar las formas a través de las cuales  el dinero y el poder tamizan las noticias hasta dejarlas listas para publicación, marginaran las discrepancias, y harán viable que el gobierno y los intereses privados dominantes difundan un mensaje adecuado para el público.

Para que se cumpla dicho modelo, continua Chomsky, se requieren algunos filtros esenciales para dar subsistencia al mismo: 1) La concentración de propiedad, riqueza del propietario de ese medio y su orientación dominante;  2 la publicidad de dichos medios como factor principal de ingresos de dichos medios; 3) la dependencia de los medios de información proporcionada por el gobierno, las empresas y los “expertos”; 4) las contramedidas como métodos para disciplinar estos medios y 5) el anticomunismo como religión y mecanismo de control. Lo inusual que se verifica en la situación actual en EEUU es que la marginación natural que genera este modelo a su disidencia, una situación totalmente normal, se da  en el marco de una campaña presidencial y donde dicha disidencia la representa el propio Presidente de Estados Unidos hasta el 20 de enero de 2021.

Esta es una situación inaudita en la historia de ese país; lo que demuestra, al mismo tiempo, una pugna casi irreconciliable que los deja en una guerra civil de baja intensidad ya expresada en meses recientes con la muerte del afroamericano George Floyd y también en la desidia sanitaria hacia los sectores más pobres de la sociedad estadounidense por parte de la gestión del gobierno de Donald Trump con respecto al Covid-19 y las protestas que se suscitaron.

Sea que Trump fuere destituido por la Enmienda 25 o por Impeachment, como se trató de hacer a principios de 2020, la fractura social de la sociedad estadounidense tiene ya una envergadura global y por eso se activa la alarma de los socios de Washington desde la Segunda Guerra Mundial. Una revuelta conservadora en Estados Unidos, es vista como posible extensión hacia países de Europa, donde aún se cobija el liberalismo como la panacea del sistema actual dominante. Sea que salga Trump por la elección o por destitución, esta división no se resolverá con su salida y si ocurre de manera más virulenta por parte de los demócratas como Pelosi, o republicanos como Bush, ávidos de venganza, más de 70 millones de personas que ven en Trump al salvador del otrora país hegemónico, que quieren que vuelva, posiblemente seguirán en la calle al unísono del grito de supuesta libertad que pregonan y que haría de América  grande de nuevo.

Veremos….

Por Francisco González

 

 

Especialista en sistemas de integración regional Fhadesosa21@gmail.com.

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