Poder y Política

Jorge Arrate: “La existencia de un movimiento social desafiante es indispensable”

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El ex candidato presidencial, hablando de los procesos que se vienen en el país, advirtió que “el camino puede ser largo y será escarpado” y ante eso la movilización social será clave para que “cualquier cambio importante tenga éxito”. Recalcó que “no hay nada garantizado, salvo aquello que nuestra fuerza social y política pueda avalar”. El también intelectual señaló que en el último período “se derrumbó el espejismo de la derecha que engañaba a una buena parte de los chilenos y chilenas”, sin embargo, “hoy la población de Chile es más consciente de su verdadera condición”. Pero advirtió que “la derecha sabe aprovechar todas las fisuras y debilidades de su contraparte. Coopta a sectores sociales y políticos”.

 

Jorge Arrate Mac Niven se metió de lleno en el escenario político que vive Chile. Ex ministro de Estado, ex candidato presidencial y reconocido intelectual de la izquierda chilena dio una aguda mirada a ese sector, a la oposición, se refirió a la derecha política, habló de las dudas en torno de la Convención Constitucional, compartió la tesis de que este es un momento posible de superar el neoliberalismo y comentó situaciones del Partido Socialista y del Partido Comunista. Y sobre todo, en entrevista, insistió en la importancia y gravitación del movimiento social como impulsor y garante de los cambios en el país.

¿Cuál fue el rostro de Chile el 2020?

Entre el humo de las lacrimógenas, que oculta abusos y desigualdades infames, y las mascarillas de la peste, divisamos el rostro victorioso del Chile del plebiscito.

¿Cuál será el rostro de Chile el 2021?




Mi deseo: que asome con fuerza una izquierda unitaria, social y política, que se reconstruya como proyecto estratégico y tenga la capacidad de articular mayorías que sostengan gobiernos democráticos y populares.

Este año cayó la pandemia. Y de improviso, hubo un debate si salvar la economía o salvar la vida, comer o morir, salir a trabajar o protegerse en casa. Como si la revuelta de 2019 expusiera el abuso y la desigualdad, y la pandemia del 2020 la pobreza y la fragilidad.

Sí, ha sido una exposición descarnada de nuestras miserias como nunca había ocurrido antes. La yuxtaposición de estallido y pandemia muestran la verdadera realidad de Chile, un anti oasis que un pequeño grupo de ultraprivilegiados pretendía que era, sí, ¡un oasis! Eso es lo que se llama espejismo. Se derrumbó el espejismo de la derecha que, por desgracia, engañaba a una buena parte de los chilenos y chilenas. Pienso que hoy la población de Chile es más consciente de su verdadera condición, con lo que no pretendo decir que el espejismo no pueda ser revitalizado por los que manejan sus claves.

El plebiscito pareció un buen momento y abrió una opción con la posibilidad de una nueva Constitución. ¿Se puede confiar en eso con 2/3 para aprobar los contenidos, con las limitaciones de la Convención Constitucional, con la muy probable acción de veto de la derecha? ¿Debe haber un movimiento social paralelo a ese proceso institucional?

A estas alturas es claro que la existencia de un movimiento social activo y desafiante es indispensable para que cualquier cambio importante tenga éxito. Como tú dices, el plebiscito fue un buen momento, un paso más en el camino a la transformación de Chile en un país que pueda ser considerado justo. Fue un paso exitoso, pero el camino puede ser largo y será escarpado. Por eso no pienso en el resultado de la Convención Constituyente como su culminación, sino como otro logro que, si actuamos con decisión y a la vez flexibilidad, podrá ser un nuevo éxito. Otros momentos ocurrirán después de que tengamos nueva Constitución y hayamos borrado las huellas de (Augusto) Pinochet. Quedará mucho por hacer, pero no debe haber desencanto ni frustración. Hay que enfrentar con vigor todas las luchas que vienen. La historia siempre sorprende y, como dijo (Salvador) Allende, “la hacen los pueblos”.

¿Está garantizado que habrá una Constitución de derechos sociales, con un Estado que garantice derechos, una democracia avanzada y participativa, que garantice el bienestar de las mayorías? ¿Tiene optimismo o aprehensión?

No hay nada garantizado, salvo aquello que nuestra fuerza social y política pueda avalar. Por eso debemos crecer como izquierda, abrir espacios de integración y participación, respetar nuestras legítimas diferencias que pueden y deben discutirse sin amagar el gran patrimonio de coincidencias que tiene el movimiento popular. Si lo hacemos, podremos, gracias a nuestra fuerza, desplegar una política que aborde alianzas con sectores cristianos, socialdemócratas o liberales democráticos, para seguir avanzando, pero debemos hacerlo desde nuestra identidad, con confianza en nuestros propios medios. La izquierda reconstruida debe ser piedra angular de un entendimiento mayor con fuerzas con vocación popular. Entonces, soy optimista porque veo y siento que avanzamos y que estamos generando un escenario que será mucho más favorable para las aspiraciones del pueblo chileno.

Al final del año, ¿se comprobó aquello de que hay varias oposiciones y eso dirimió lo de las listas diferenciadas a la Convención y a las elecciones de abril próximo?

La oposición es un ente abstracto que no ha logrado poner en valor sus coincidencias. Hay sectores de la Democracia Cristiana que han preferido acentuar las diferencias y declararlas inadmisibles. Ellos trabajan una postura de centro que puede inclinarse a uno u otro lado según la ocasión. La DC y sus aliados radicales, socialistas del PS y pepedistas, y el PRO, ave migratoria sin brújula ni destino, parecen a veces ignorar que en Chile hubo un levantamiento social de magnitud nunca antes conocida y que vivimos un momento pleno de posibilidades que antes parecían inalcanzables. El “estallido” fue decisivo para distinguir en la oposición entre un sector que no ha sido capaz de entender el significado del levantamiento popular y de intentar una autocrítica, de otro que apoyó y apoya las demandas populares y se siente identificado con ellas. Entonces, sí, creo que hay dos oposiciones y que los ciudadanos sabrán distinguir.

¿Comparte la idea de que hay que generar un bloque o un espacio antineoliberal de fuerzas políticas y sociales para encabezar el proyecto de transformación o cree que es un tema pendiente, que todavía no hay una respuesta en la conformación de una fuerza transformadora en el país?

Hay varios procesos que yo desearía que se desarrollaran simultáneamente en el tiempo próximo. Uno es la reconstitución de una fuerza socialista de izquierda que se proyecte al futuro con una perspectiva contemporánea y mucho del ideario que nutrió y que generó el allendismo. Dos, la formación de una alianza antineoliberal estable y a largo plazo integrada por anti neoliberales de verdad. Tres, la gestación de un reencuentro entre movimientos sociales y organizaciones políticas reconfiguradas, indispensable para generar un círculo virtuoso de apoyo recíproco y lucha compartida.

¿Comparte que este es un periodo en que se puede avanzar hacia la superación del neoliberalismo?

Absolutamente. Creo que el neoliberalismo que conocimos hace algunos años está en retirada en el mundo. El tema es si será sustituido por un régimen de regulaciones destinadas a fortalecer el mercado como rector de la vida social o por un régimen en que la razón democrática, de esencia igualitaria, se sobreponga a la razón mercantil, es decir un régimen que desmercantilice una sociedad traspasada en todas sus esferas por el interés económico inmediato, el egoismo y el individualismo.

Usted conoce bien el Partido Socialista. ¿Por qué optó por seguir con la DC, el PPD, el PR y no acordaron con el Partido Comunista, el Frente Amplio, Chile Digno? ¿La militancia socialista se sentiría mejor junto a Chile Digno, el Frente Amplio?

Me retiré hace cerca de doce años del PS, antes de ser candidato presidencial de la izquierda y luego de haber fracasado mi propuesta, formulada junto a otros compañeros en el Congreso socialista de 2008, que postulaba el fin de la Concertación y la definición de una política de alianzas que incluyera a sectores de izquierda, específicamente al Partido Comunista. Después de las elecciones de 2009 resolví no reintegrarme al PS y en todo este tiempo he participado, con poco éxito, en diversos intentos de reagrupamiento de sectores de izquierda. El Partido que dejé hace doce años por diferencias políticas serias ha profundizado su deterioro, pero no he vivido ese proceso desde su interior. Mi única afiliación ha sido Plataforma Socialista, un espacio que tiene un año de existencia, donde convivimos socialistas sin partido con algunos que aún están en el PS, otros que sustentan ideas socialistas sin haber militado y algunos que son parte del Frente Amplio. El menoscabo del PS es de conocimiento público y, sin duda, de sus afiliados y también de sus ex afiliados que, a estas alturas, son un número considerable. A pesar de mis limitaciones creo percibir que los socialistas de base, sin privilegios ni prebendas, se sienten parte de la izquierda.

¿Qué le parece que las últimas semanas se escribieron y se hicieron más de 20 columnas y comentarios sobre la postura del Partido Comunista y su llamado a superar el neoliberalismo?

Hemos sido objeto de una campaña de derecha orquestada en contra del Partido Comunista y destinada a desarticular al Frente Amplio. Hay que darle la mejor respuesta: un entendimiento para las próximas elecciones y un trabajo orientado hacia la gestación de una alianza de largo plazo.

Vivimos una atmósfera cargada de prejuicios y malas artes. Con cierta sorpresa he leído en el periódico que el presidente de la DC demanda el agradecimiento del Partido Comunista por el acuerdo parlamentario de exclusión en algunos distritos para las elecciones de 2009 en que, por lo demás, la Concertación recibió la debida compensación. Los hechos indican otra cosa: desde 1989 hasta 2009, durante veinte años, la DC bloqueó y condenó todo intento de acuerdo con el PC, consagrando el modelo binominal del pinochetismo. De este modo, dejó sin presencia parlamentaria a una fuerza política democrática que tenía votos suficientes para, en un sistema proporcional, estar presente en el Congreso y, además, posibilitar el triunfo en segunda vuelta de (Ricardo) Lagos y (Michelle) Bachelet, candidatos concertacionistas que no lograron alcanzar la victoria en la primera. Todos los partidos de la Concertación tienen responsabilidad en este hecho, si bien el PS hizo intentos -insuficientes, no exitosos- de corregir esta injusticia. El bloqueo de un acuerdo de todo el arco democrático desde el centro a la izquierda significó la imposibilidad de derrotar a la derecha en varias circunscripciones electorales y así dejar intacto el poder de veto que mantuvo por un cuarto de siglo en el Congreso.

¿Cómo ve esta especie de irrupción de los independientes, de posicionamiento político y electoral de quienes no militan y que parecen tener mucha adhesión?

Es una expresión del menoscabo sufrido por la mayoría de los partidos políticos luego de un progresivo deterioro de los ideales, burocratización, corrupción y relaciones ilícitas con grandes empresas y hasta complicidad con redes criminales del narcotráfico. Pero creo que sería justo distinguir entre ciudadanos que tienen una posición política clara e incluso son dirigentes de organizaciones sociales pero no están afiliados a partidos y personas que piensan que sus ideas personales, muchas veces cambiantes, son lo único que vale. Los primeros debieran tener acogida en las listas de candidatos pero los segundos no son un aporte al saneamiento del escenario político actual.

Desde 2019 se intensificaron los cabildos, las asambleas, el uso de espacios públicos, la gente comenzó a reunirse y opinar en espacios propios, luego vinieron las ollas comunes, la organización territorial. ¿Qué incidencia le atribuye a eso, encaja con los discursos y planteamientos de la izquierda? ¿Cree que se está superando realmente el espacio de la política institucional?

La historia de la izquierda muestra que en los mejores momentos de (Luis Emilio) Recabarren y de (Salvador) Allende el movimiento popular fue una conjunción entre las organizaciones sociales y los partidos clasistas que, en aquella época, ofrecían conducción política. Era impensable el movimiento popular sin esa convergencia. Hoy lo que predomina es un distanciamiento entre la lucha social organizada y los entes políticos. Uno de los desafíos es reconstruir izquierda articulando nuevamente las perspectivas social y política que deben conjugarse para que la lucha sea fructífera. ¿Cómo? No se trata de calcar el pasado, hay que reinventarlo. Para eso es preciso repensar a fondo esta cuestión. Uno de los hilos a seguir es cómo desarrollar mejor el trabajo territorial municipal, que tanto éxito ha tenido en comunas como Recoleta. Otro es repensar cómo deben ser los partidos políticos en un mundo como el actual. En fin, hay que hincarle el diente a las nuevas realidades, a una sociedad global y a un Chile que han cambiado velozmente, y que, desde ya, presentan hoy una estructura productiva y de clases distinta a la de hace cincuenta años.

¿Ve a la derecha con capacidad de superar esta crisis, de reordenarse bajo otros liderazgos y tener otro gobierno?

Lamentablemente, sí. La derecha tradicional tiene una insensibilidad mayúscula frente a los problemas de la mayoría de los chilenos, carece de pudor en el ejercicio de la política, prácticamente monopoliza el poder del dinero. Puede parecer macabro, pero allí reside gran parte de su fuerza: creer o aparentar creer que el oasis que solo existe en tres comunas de Santiago es de todo el país, trasmitir y comercializar ese espejismo, ignorar o aparentar que se ignora la aspereza de la vida cotidiana real de la mayoría de los chilenos.

Por otra parte, como en el ajedrez, el resultado de la partida no depende solo de uno sino también de la calidad del adversario. Y la derecha sabe aprovechar todas las fisuras y debilidades de su contraparte. Coopta a sectores sociales y políticos alentados por el arribismo o el éxito económico, o a otros por convicciones morales conservadoras.

Por eso para bloquear su poderío y vencerla requerimos persistencia y unidad. Para construir esta última se requiere  una fuerza de avanzada que aúne sus vertientes principales y sirva de base sólida para una alianza transformadora amplia.

 

Por Hugo Guzmán R.

Fuente: El Siglo

 

 



Periodista

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