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Nada con los partidos del régimen, todo con la unidad de los trabajadores

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El llamado «sentido común» invariablemente es la mascarada del conservadurismo. No es un accidente que la extrema derecha —como los republicanos de Kast— recurra a él como trinchera de las más reaccionarias posiciones políticas. Valiéndose de ese mismo sentido común y aunque nadie lo tome en serio, un criminal como Piñera aparece convocando a la unidad nacional, a bajar las banderas partidarias, ideológicas y todo tipo de mezquindad partisana, proponiendo poner a la patria o a cualquier valor de la moral burguesa, en primer lugar.

La bandera del apoliticismo —sucedáneo necesario del unitarismo— tiene tradición en la Derecha y fue con esta modesta política que llegó a La Moneda el llamado gabinete de gerentes de Jorge Alessandri en 1958. Posteriormente, la Dictadura tomó la posta y bajo el formato gremialista reivindicó su misión patriótica, apolítica y de unidad nacional, para perpetrar su labor genocida y contrarrevolucionaria.

Esta aspiración política de unidad nacional —fuera de toda duda— es una cuestión de vida o muerte para la minoría explotadora burguesa, que sólo puede gobernar en tanto convenza a la mayoría nacional de la conveniencia de mantener el orden social, precisamente porque el sentido común dicta que bajo la dominación capitalista todos somos iguales ante la ley y que el trabajo honrado y tesonero es garantía de superación personal. Esto es sentido común, la preservación del orden social.

Sin embargo hoy en Chile, en medio de la desesperada necesidad de los partidos del régimen de travestirse como demócratas y de limpiar sus manos manchadas con la sangre del pueblo, levantan igualmente hoy el lugar común de la «unidad». El mismo discurso con que sustentaron la transición de los 30 años llamando a una amplia unidad contra la Derecha, se reedita en nuestros días. Una clara exposición de esta idea la podemos encontrar resumida en la nota del jueves pasado de Luis Maira en la que plantea que «Solo una lista única del Apruebo garantizará una nueva Constitución». En esta nota de vuelo rasante, el distinguido concertacionista plantea a los demócratas que el 80% del Apruebo «… nos llevó a un día de alegría y esperanza que recordó al triunfo del No en el plebiscito de 1988, pero solo unos días después se inició un proceso absurdo de fragmentación del gran bloque del Apruebo y aparecieron posibles listas de uno o varios partidos de oposición, así como de organizaciones de independientes».

No cabe duda que a los suscriptores y defensores del Acuerdo por la Paz sintieron «alegría y esperanza» cuando vieron los resultados del Plebiscito del pasado 25 de octubre. Con el 80% del Apruebo, el mismo día descorchaban champaña en todos los canales de televisión anunciando la institucionalización del proceso político: la desmovilización del levantamiento del 18 de Octubre y el inicio de una nueva transición por 30 años más.

Pero los procesos históricos, a pesar de la histeria idealista de Maira, no se repiten mecánicamente y es esa ruptura de la dinámica de transición democrática que muchos esperan desde el poder, les parece absurda. Tal cual. Si el proceso histórico no se desenvuelve de acuerdo a las normas racionales de la democracia burguesa, si la actividad de las masas se aleja de su itinerario e intereses, el proceso se vuelve irracional, salvaje y absurdo. En realidad, si los trabajadores, protagonistas del proceso revolucionario de Octubre, se emancipan de la tutela política de los partidos patronales, para los escribas del capital como Maira entonces asistimos a un absurdo proceso de fragmentación.

Pero esto nada tiene que ver con la racionalidad. En efecto, la fragmentación que tanto asusta no es otra cosa que el primer paso en la necesaria ruptura de los trabajadores con el proyecto patronal de transición democrática. En efecto, la idea de que el problema de la «oposición» es que está dividida —que se fracciona por «ideas» o «personalismos»— pasa por encima de que tal oposición en abstracto no existe y que para hacer una Constitución es imprescindible quebrar la institucionalidad, imponer una Asamblea Constituyente desde las bases e instaurar un Gobierno de Trabajadores.

 

Mientras escribimos esta editorial nos llega un Comunicado de Prensa del Frente Amplio, el referente Chile Digno y la Mesa de Unidad Social. O sea una declaración conjunta de quienes suscribieron el Acuerdo por la Paz y de quienes se someten a tal acuerdo. Nos informan que se reunieron para evaluar el cuadro de «dispersión y fragmentación del movimiento social», cuestión que pondría en peligro «el triunfo sobre las fuerzas que apoyan el modelo neoliberal (sic)» Luego señalan que trabajarán por la unidad, que constituirán una comisión de enlace para seleccionar candidaturas y un grupo de trabajo programático. Rematan olímpicamente haciendo un llamado a quienes han luchado por transformar el país. Más de lo mismo: otra vez sopa.

Que un agrupamiento que incorpora a firmantes del Acuerdo por la Paz Frente Amplio— el mismo que respaldó a Piñera cuando estaba a punto de caer, acuerdo que se suscribió para desmovilizar y garantizar la impunidad de Piñera y su banda de criminales, no diga ni una sola palabra sobre tal Acuerdo, no mencione a Piñera ni reclame la inmediata liberación de los presos políticos, es un agrupamiento espurio. Cuando se suscriben acuerdos con los enemigos del pueblo, se pacta en contra del pueblo. No hay dos lecturas posibles.

Que se junten a evaluar la dispersión y fragmentación del movimiento social los mismos responsables de la desmovilización que la origina, resulta de un cinismo inaceptable. Y esto precisamente porque si en algo se ha distinguido el Frente Amplio desde el 15 de noviembre de 2019, hasta hoy, es por colaborar no sólo con los neoliberales, sino que con el régimen capitalista en su conjunto. El Frente Amplio no se contentó con suscribir el Acuerdo, después de ese acto apoyó la legislación represiva (anti saqueo, anti barricada y anti baila pasa) y prestó sus votos para que dictara la brutal legislación antiobrera que permite suspender las relaciones laborales de más de un millón de trabajadores.

Este llamado no es un llamado a la unidad y la movilización. Es un llamado para consolidar la fragmentación de la clase trabajadora y para desmovilizar. No resulta admisible que se nos llame a la unidad con nuestros enemigos, el Frente Amplio tiene las manos manchadas con sangre.

La única oposición posible contra el régimen es la oposición de los trabajadores, como clase en contra del orden capitalista, de la gran propiedad privada y de su institucionalidad patronal.

Una única lista del «Apruebo» al soslayar esta cuestión, en términos prácticos sólo otorga la conducción del movimiento a la burguesía democrática que encarnaran la Concertación y la Nueva Mayoría. El Comunicado del Frente Amplio, Chile Digno y Unidad Social, llamando a una lista «anti neoliberal» aspira darle conducción a otro sector del mismo régimen. Es la historia de estos últimos 30 años contra los que nos levantamos el 18 de Octubre. Tal unidad para cercar a la Derecha es política del pasado, de aquellos que nos quieren volver a hacer comulgar con ruedas de carreta.

 

Unidad de los Trabajadores

Desde Unidad de Trabajadores reclamamos la unidad de los explotados para la movilización. Si hemos decidido intervenir en las elecciones de la Convención Constitucional es para romper con la institucionalidad y sostener el programa de lucha que levantamos en torno al reclamo de una Asamblea Constituyente. Porque las Constituciones no hacen revoluciones, son las revoluciones las que hacen Constituciones y es por eso que sostenemos la necesidad de construir y fortalecer organizaciones de base, unificarlas en torno a un plan de lucha y dar una pelea por una nueva dirección política de los trabajadores.

Y esto porque una nueva dirección política necesariamente pasará por una fase de dispersión, esto será obligatorio. No temamos a la verdadera pluralidad, a las diferencias de opiniones y programas. Hoy día estamos construyendo una lista constituyente de trabajadores junto a Territorios en Red, Lista del Pueblo, Enfermería Constituyente y CONADIS. Será necesario seguir batallando por una unidad aún mayor que alcance a otros referentes como la propia Mesa Social de Valparaíso, porque aún con diferencias tenemos la responsabilidad de organizarnos desde las bases y contra la cocina del poder.

Esa es la unidad que propugnamos. Por nuestros caídos, torturados y mutilados, por nuestros presos políticos. Unidad para la lucha, unidad para un Gobierno de Trabajadores y una Asamblea Constituyente libre y soberana, en democracia directa, asentada en los órganos de lucha y no en la institucionalidad patronal.

 

Por Gustavo Burgos

Fuente: El Porteño

 

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  1. En efecto, el comunicado del Pacto de «Chile Digno» con el FA y «Unidad Social» esquiva vergonzosamente el aspecto crucial del funesto acuerdo de las dos derechas del 15 de noviembre de 2019: el fraudulento quórum de los dos tercios que impedirá que la Convención Constitucional apruebe democráticamente una nueva Constitución; y que, por tanto, «obligará» a las dos derechas a consensuar un texto -obviamente continuista- como lo hicieron en 2005. Con ello, además, se convierte en una mofa al pueblo el proyecto de Reforma Constitucional presentado hace algunas semanas por Camila Vallejo y otras cuatro diputadas, en el sentido de establecer un quórum democrático para la Convención. Tal proyecto ni siquiera se aceptó ser debatido por las dos derechas (¡y por varios dirigentes del FA!); y las que lo presentaron (y sus partidos) se quedaron calladitas y «a otra cosa, mariposa». Es decir, un saludo a la bandera; un gesto para seguir diciendo que están contra el quórum fraudulento, pero que convivirán perfectamente con él y «no harán más ruido»…

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