El Mercurio de Valparaíso promovió el genocidio mapuche
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La política de integración pacífica de los mapuches al Estado chileno fue revertida en 180 grados por aquel en la década de los 60 del siglo XIX. En ello influyó, sobre todo, la codicia oligárquica de dichos territorios, acentuada por el boom exportador del trigo de mediados de siglo. Pero para acondicionar a la sociedad chilena al viraje total de su política de integración pacífica, se efectuó una perversa campaña de “demonización” de los mapuches, desde mediados de los 50, que fue especialmente desarrollada por “El Mercurio” de Valparaíso. Por supuesto, aquella ha sido ocultada por la historiografía oficial y la educación escolar. Es lo que se muestra a continuación, junto con otros textos, de periódicos y del debate parlamentario, tanto a favor como en contra de dicha campaña pre-genocida.
TEXTOS
1.- “El Mercurio” de Valparaíso.
“El Gobierno debe constituirse en el verdadero poseedor de Arauco, la parte más bella y más fértil de nuestro territorio, habitada por hordas salvajes que no tienen reparo alguno en cometer actos de barbarie y brutal violencia, que por su impunidad hacen ilusoria y nula la autoridad que el gobierno pueda tener sobre ellos” (30-1-1856).
“No se trata sólo de la adquisición de algún retazo insignificante de terreno… se trata de formar de las dos partes separadas de nuestra República un complejo ligado; se trata de abrir un manantial inagotable de nuevos recursos en agricultura y minería; nuevos caminos para el comercio en ríos navegables y pasos fácilmente accesibles sobre las cordilleras de los Andes (…) en fin se trata del triunfo de la civilización sobre la barbarie, de la humanidad sobre la bestialidad” (5-7-1858).
“Los araucanos no sólo se oponen a la civilización, por la fuerza de sus pasiones y costumbres materiales con que están brutalmente halagados, sino por sus ideas morales que tienen bastante malicia y cavilosidad para discernir” (11-5-1859).
“Siempre hemos mirado la conquista de Arauco como la solución del gran problema de la colonización y del progreso de Chile, y recordamos haber dicho con tal motivo que ni brazos ni población es lo que el país necesita para su engrandecimiento industrial y político, sino territorio; y este es sin duda una de las fases más importantes de esta gran cuestión nacional (…) El araucano de hoy día es tan limitado, astuto, feroz y cobarde al mismo tiempo, ingrato y vengativo como su progenitor del tiempo de (Alonso de) Ercilla; vive, come y bebe licor con exceso como antes; no han imitado ni inventado nada desde entonces, a excepción de la asimilación del caballo, que singularmente ha favorecido y desarrollado sus costumbres salvajes (…) Todo lo ha gastado la naturaleza en desarrollar su cuerpo, mientras que su inteligencia ha quedado a la par de los animales de rapiña, cuyas cualidades posee en alto grado, no habiendo tenido jamás una emoción moral” (24-5-1859).
“Una asociación de bárbaros, tan bárbaros como los araucanos, no es más que una horda de fieras que es urgente encadenar o destruir en el interés de la humanidad y en bien de la civilización” (25-6-1859).
“Ya es llegado el momento de emprender seriamente la campaña contra esa raza soberbia y sanguinaria, cuya sola presencia en esas campañas es una amenaza palpitante, una angustia para las riquezas de las ricas provincias del sur” (1-11-1860).
2.- “La Revista Católica” (4-6-1859)
“Se pide a nuestro gobierno el EXTERMINIO (mayúscula en el original) de los araucanos, sin más razón que la barbarie de sus habitantes y la conveniencia de apoderarnos de su rico territorio, por lo que nuestro corazón latía indignado al presentarse a nuestra imaginación un lago de sangre de los héroes araucanos, y que anhela revolcarse en ella en nombre de la civilización (…) es un amargo sarcasmo en el siglo en que vivimos, es un insulto a las glorias de Chile; es el paganismo exhumado de su oscura tumba que levanta su voz fatídica negando el derecho de respirar al pobre y desgraciado salvaje que no ha inclinado todavía su altiva cerviz para recibir el yugo de la civilización (…) las ideas de El Mercurio sólo pueden hallar favorable acogida en almas ofuscadas por la codicia y que han dado un triste adiós a los principios eternos de lo justo, de lo bueno, de lo honesto; sólo pueden refugiarse en los corazones fríos, sanguinarios, crueles, que palpitan de alegría cuando presencian las últimas convulsiones de una víctima”.
3.- Intervenciones del diputado Benjamín Vicuña Mackenna en contra de los mapuches al debatirse la conquista y ocupación militar de la Araucanía.
La principal voz de la gran mayoría de los diputados que se pronunciaron a favor de dicha conquista y ocupación fue la de Vicuña Mackenna, quien en 1864 pidió actuar contra los mapuches, como se procedió en Rusia “en la reducción y civilización de las hordas que poblaban su territorio”; y en 1868 dijo que la historia había demostrado que el indio “no era sino un bruto indomable, enemigo de la civilización, porque sólo adora los vicios en que vive sumergido, la ociosidad, la embriaguez, la mentira, la traición y todo ese conjunto de abominaciones que constituyen la vida salvaje”; y que “el rostro aplastado, signo de la barbarie y ferocidad del auca, denuncia la verdadera capacidad de una raza que no forma parte del pueblo chileno” (Jorge Pinto Rodríguez.- De la Inclusión a la Exclusión. La formación del estado, la nación y el pueblo mapuche; Univ. de Santiago, Santiago, 2000; pp. 144-5).
4.- Intervenciones de los diputados José Victorino Lastarria, Manuel Antonio Matta y Angel Custodio Gallo en favor del respeto a los mapuches, cuando se debatía dicha conquista y ocupación militar.
Lastarria señaló en 1868 respecto de la violenta resistencia de los mapuches: “Me atrevo a decir a la Cámara que la culpa es nuestra, pues, como consta de documentos públicos, se ha mandado tropas a perseguir a los indios, a incendiarles sus casas, a robarles sus mujeres y niños resultando que éstos se entregaron a la guerra de bandalaje, puesto que fuimos nosotros los que los colocamos en esa pendiente”; y, añadió que “si realmente lo que se quiere es traer esas tribus a la paz, nada más fácil: no hay más que darles confianza de que no se quiere arrebatarles sus propiedades” (José Bengoa.- Historia del pueblo mapuche. Siglos XIX y XX; Lom Ediciones, Santiago, 2000; p. 182).
Matta señaló también ese año que lo que más lo alarmaba era “la negación de la justicia inherente a la ocupación de las tierras indígenas, y que un plan de este tipo no traerá otro resultado que el exterminio o la fuga de los araucanos; porque persiguiéndoles por todas partes no tendrán más que perecer víctimas de la superioridad de nuestras armas y número. Entonces, los bárbaros no serán ellos, seremos nosotros” (Pinto; p. 146).
Y Gallo manifestó “el respeto que tiene para mí todo derecho, no importa que sea el de un indio”; y que “si los indígenas no tienen aquí representantes de sus intereses, cada señor diputado debe hacerse su procurador y no consentir en una injusticia y en una verdadera iniquidad, con verdaderos o frívolos pretextos” (Bengoa; p. 182).