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España, mañana, ¿será republicana?

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La democracia que nació en 1978 llegaba condicionada. Había democracia porque había rey y había rey porque lo había impuesto Franco y la Ley para la Reforma Política lo había apuntalado. El pacto constitucional de la Transición dibujó un sistema político en el que el monarca no era puesto en cuestión ni tan siquiera era posible ponerlo en cuestión. Ni se pudo votar entonces ni tampoco se dejaba abierta la puerta a una futura votación. Además, la Constitución de 1978, y la interpretación que de ella se viene haciendo, deja un monarca que es prácticamente inatacable. Su majestad emérita no es igual ante la ley, como dice sin apuros la propia Díaz Ayuso, e incluso por encima de la libertad de expresión con el artículo 491 del Código Penal que castiga las injurias a la Corona.

Nadie duda de que democracia y monarquía pueden ser compatibles. Hay varios ejemplos de monarquías parlamentarias que funcionan bien y también de repúblicas cuya falta de respeto hacia los derechos humanos es evidente. En una democracia europea del siglo XXI, como es el caso de España, la Corona puede encontrar valor y legitimidad para ejercer de «símbolo de la nación» a través de un hacer intachable y de una historia o mito que legitime su posición de poder. Así, el papel ‘oficial’ del monarca en el golpe de Estado del 23F siempre ha sido su gran éxito legitimador.

En estos momentos, sin embargo, la Corona, con los escándalos de Juan Carlos I y el silencio de Felipe VI, no parece representar a la monarquía del hacer intachable y, lo que puede ser aún más preocupante para sus intereses, su gran éxito legitimador, el papel de Juan Carlos I en el 23F, cada vez tiene menos peso entre la ciudadanía. El politólogo Lluís Orriols lo explica comparando el grado de aceptación de este mito legitimador de la monarquía en un antes y un después, tal y como se aprecia en el siguiente tuit.

¿La conclusión que extrae Orriols? El mito de la monarquía como artífice de la Transición está horas bajas y los monárquicos deberían cambiar de estrategia para justificar la posición privilegiada de la familia real en la democracia española. El doctor por la Universidad de Oxford también señala, gracias la encuesta elaborada por 40db e impulsada por 16 medios independientes, que la monarquía sufre una grave crisis ya que ha «perdido a la izquierda» aunque el «PSOE cierra filas en torno a la institución, la mitad de sus votantes ya no siguen las posiciones de las élites socialistas». «Es una batalla perdida», sentencia Orriols.

En esa batalla perdida del PSOE con la monarquía ha irrumpido con fuerza Unidas Podemos. El partido liderado por Pablo Iglesias ha lanzado una ofensiva republicana que ha llevado al mismo Iglesias como a los principales portavoces de la organización (Isabel Serra y Pablo Echenique) a lanzar mensajes en favor de una III República que ponga fin al reinado de Felipe VI. La estrategia del partido pasa por dibujar un horizonte republicano atravesado por las ideas de plurinacionalidad, fiscalidad progresiva, feminismo, transparencia y un nuevo tejido productivo frente a una vieja monarquía que vinculan al centralismo político, a unas élites económicas más interesadas en la especulación y el rentismo que por la inversión en I+D+i y a una desigualdad económica galopante. La idea base la explica muy bien María Corrales Pons, que trabaja en discurso de En Comú Podem: «La República no es solo una forma de Estado. Es la única utopía disponible para construir un horizonte común en el Estado». A esta idea, habría que sumarle otra: el horizonte republicano parece el mejor camino para afrontar las demandas soberanistas.




La pregunta que surge tras comprobar la crisis de la monarquía y el argumentario de Unidas Podemos es si es posible en un corto o medio plazo un cambio de régimen en España que permita la instauración de una nueva República y qué acontecimientos tendrían que darse para que así sucediera. En toda la historia del país, solo se han dado dos pequeños espacios republicanos. El primero, en 1873, nació de la expulsión de Isabel II, primero, y la salida, después, de Amadeo de Saboya. El segundo, en 1931, llegó tras la huida de un Alfonso XIII totalmente abandonado por las élites políticas del momento.

El catedrático en Historia Julián Casanova explica en uno de sus vídeos difundidos en la red que a lo largo de 1930 se extendió por España una «hostilidad contra la monarquía» en mítines y manifestaciones que transformó el viejo republicanismo español, que hasta la fecha había quedado reducido a tertulias de grupos reducidos, en un movimiento apoyado por varios partidos políticos, con dirigentes conocidos y nuevas bases sociales. Con este escenario se llegó a las elecciones municipales de 1931, que cogió a la derecha conservadora completamente desorganizada y a la extrema derecha, fiel a Primo de Rivera, sin capacidad para reaccionar. Mientras tanto, los republicanos habían concentrado sus esfuerzos en convertir la jornada electoral del 12 de abril en un plebiscito entre monarquía y república. También se había dado forma a un pacto, el de San Sebastián, que permitía adivinar las bases de un futuro diferente. El resultado es conocido: la república ganó en 41 capital de provincia y el rey se fue al exilio proclamándose la II República.

Imagen icónica de la proclamación de la II República en Madrid

Las claves de la última caída de la monarquía en España, no obstante, son dos y merecen ser analizadas. Por un lado, tal y como explica Casanova, «el abandono por parte de las élites políticas, militares y económicas de la causa de la monarquía». Solo el ministro Juan de la Cierva propuso recurrir a las armas para evitar la quiebra de la monarquía. Los demás ministros monárquicos admitieron la derrota. Por otro lado, la existencia de una alianza de futuro, sellada en el Pacto de San Sebastián, que trataba de dar solución a los evidentes problemas que arrastraba la España monárquica y que además de fuerzas republicanas incorporaba a monárquicos sin rey, socialistas y fuerzas nacionalistas de distinto signo.

«La Corona aún tiene cortafuegos. El más importante: la derecha se mantiene fiel», explica Lluís Orriols

En la actualidad, ¿podría darse una situación así? ¿Podría caer la monarquía «sin sangre y sin lágrimas» tal y como cayó en 1931? La respuesta parece evidente. La monarquía que encarna Felipe VI goza, al menos de momento, de mucha más salud que la de entonces. Lo explicaba en el hilo mencionado anteriormente el politólogo Lluís Orriols. «La Corona aún tiene cortafuegos. El más importante: la derecha se mantiene fiel. Mientras sea así no hay mayorías alternativas a la actual forma de gobierno. La Constitución blinda el statu quo. Si la derecha supera 1/3 del Congreso (117 escaños) la reforma no es posible«, escribe Orriols, que subraya que «la monarquía debe agradecer que el nuevo partido a la derecha, Vox, sea monárquico sin fisuras». «Eso blinda la institución», asegura.

Entonces, ¿estamos hoy cerca de ese momento? El filósofo Santiago Alba Rico explica a Público que, en su opinión, el momento republicano está todavía lejos. El autor de Dejar de pensar considera que «no fue Franco sino Juan Carlos el que lo dejó todo ‘atado y bien atado’ en favor de sí mismo y de la dinastía Borbón». Por un lado, porque influyó en una Constitución que otorga al pueblo una soberanía al pueblo que no es tal, ya que la monarquía queda fuera de control y decisión. Por otro, porque «no hay vía constitucional a la república».

Alba Rico subraya que en la actualidad «no hay hoy un consenso social suficiente para emprender ese proceso desde abajo». «En estos momentos, la Corona divide a los españoles, y en una división que reproduce, además, las crecientes divisiones ideológicas: el rey es muy de derechas y los republicanos son muy de izquierdas. Esta polarización es ya una amenaza adicional para la democracia y un obstáculo para el establecimiento de la república«, advierte el filósofo.

Así, el filósofo advierte de que si se quiere defender la necesidad de caminar hacia una Tercera República hay que evitar a toda costa defender el proyecto republicano desde la nostalgia de la Segunda República. «Esa nostalgia es disuasoria para las mayorías sociales que hay que incorporar a un proyecto realmente republicano y facilita la hipócrita acusación de radicalidad y guerracivilismo por parte de las derechas monárquicas que, ellas sí, están jugando con fuego a partir de ‘recuerdos’ de la guerra civil y del franquismo y que quieren justamente arrastrar a esa lógica al PSOE y a Unidad Podemos. Una república que naciera de las mismas condiciones de confrontación que sufrió la Segunda estaría condenada al fracaso», explica Alba Rico.

«Una república que naciera de las mismas condiciones de confrontación que sufrió la Segunda estaría condenada al fracaso», explica Alba Rico.

En una línea muy similar a la señalada por Alba Rico y huyendo de la nostalgia de la Segunda, se situaba la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en un artículo de opinión publicado recientemente en Público en la publicación 2020, ¿el final del cuento?. Colau escribe que plantear hoy un debate sobre la elección de la jefatura del Estado «no tiene que ver con visiones nostálgicas de repúblicas pasadas». «Se trata de una cuestión de decencia democrática, de fortalecer el prestigio de nuestras instituciones con prácticas mínimas de transparencia y ejemplaridad. Se trata de acabar con rémoras feudales, privilegios e impunidades, para entrar de lleno en un siglo XXI donde la democracia no tenga excepciones ni zonas oscuras«, escribe la alcaldesa de la capital catalana.

De esta manera, Colau dibuja un horizonte republicano en base a la necesidad de unos valores de «decencia democrática», «transparencia» y «ejemplaridad» que la monarquía no tendría y que debe encarnar una nueva república que permita una forma de gobierno «donde la democracia no tenga excepciones».

Sin embargo, a día de hoy, resulta difícil hablar separar el debate sobre la república del caso de la Segunda. La prestigiosa socióloga y filósofa Marina Subirats explica a Público que, a día de hoy, el debate real que se está dando en la esfera pública española es muy diferente.

«El auténtico debate es otro. Es el de las dos Españas de siempre: una que quiere avanzar en la democracia, en la igualdad, en la apertura al mundo, y otra que teme perder sus posiciones y sus privilegios, y para ello se cierra a todo cambio, reclamando el pasado, la España eterna imaginada como poderosa que todavía se sueña y se invoca para frenar la igualdad», señala Subirats, que recuerda que la «la monarquía fue casi siempre una pieza fundamental de este tablero» tanto para la derecha como para la ultraderecha, que han utilizado a la institución como «emblema de su dominio».

El momento republicano, en opinión de Subirats, continúa estando lejos. La directora del Instituto de la Mujer entre 1993 y 1996 considera que actualmente «el proyecto republicano no está construido». «Para que pudiera avanzar se necesitaría una etapa de confluencia de los diversos proyectos, de capacidad de negociación y cesión. Y hoy, lamentablemente, estamos en las antípodas de esta situación», sentencia Subirats.

La situación en la actualidad, por tanto, es la de una monarquía fuera del control del Congreso y salpicada por escándalos de corrupción y de una ciudadanía dividida ante una posible república. La encuesta de 40dB señalaba que un 40,9% de la ciudadanía apoyaría la república en un referéndum frente a un 34,9%, que lo haría por la monarquía. El resultado final, por tanto, dependería del 24,2% que hoy por hoy asegura que no acudiría a votar al referéndum, que no sabría que votar o que lo haría en blanco.

¿Hay una ruta hacia la República?

Sin embargo, tal y como aprecia Subirats, no está nada claro en qué consistiría el proyecto republicano. En 1931 fue posible el cambio de régimen por la soledad del monarca Alfonso XIII y por la acción decidida de republicanos, socialistas, nacionalistas y monárquicos sin rey que ofrecía al país un proyecto de futuro, unas reformas (como la agraria, la educativa o la religiosa) que daban al país un horizonte reformista y de futuro del que carecía la monarquía.

Hoy por hoy, lo más parecido a ese Pacto de San Sebastián en España sería la conocida como «mayoría de la investidura»

De momento, ninguna fuerza con cierta implantación en el espectro de centro-derecha se ha declarado a favor de una consulta o de una república. Sin la presencia de una fuerza política que arrastre a sectores de la derecha hacia una república, a la inversa de lo que hizo el PSOE en la Transición con sectores republicanos, parece difícil contar con la base social suficiente a ambos lados del centro político.

Sin embargo, ¿cómo llegar ahora a una república? La pregunta se puede plantear también en forma de metáfora. Cuando alguien quiere ir a Bilbao consulta las diferentes rutas, trayectos y medios de transporte. ¿Cuándo en política se quiere transitar hacia una república qué itinerario se debe escoger?

Hoy por hoy, lo más parecido a ese Pacto de San Sebastián en España sería la conocida como «mayoría de la investidura» o la mayoría de «la moción de censura contra Rajoy». Una coalición formada por PSOE, Unidas Podemos y diferentes fuerzas nacionalistas y de territorios periféricos. La suma de fuerzas, sin embargo, es todavía incompleta para pensar que el embrión puede ser servir de primer paso para una futura república.

En busca de los dos ingredientes

Un reconocido pensador e intelectual, que prefiere mantenerse en el anonimato, explica a Público que hay dos condiciones imprescindibles para acercarse al momento republicano que todavía no se han dado del todo. Por una parte, que salieran a la luz comportamientos tan poco éticos por parte de Felipe VI como los realizados por Juan Carlos I, de tal manera que la presión sobre el monarca se intensificara no solo por las izquierdas sino también por parte de las derechas e incluso por actores internacionales. Este hecho todavía no ha sucedido.

Juan Carlos I junto a su hijo, el rey Felipe VI, en una imagen de archivo. REUTERS

Por otro lado, una alianza de partidos políticos que se alejara de análisis políticos utópicos y de difícil plasmación y se uniera en un proyecto definido y acotado que diera soluciones a los problemas de la ciudadanía española. «Si no se da esta alianza y se da forma a un proyecto que ofrezca soluciones a los españoles llegará el momento republicano y no sabremos sacarle partido. Hay que estar preparados«, explica este intelectual, que pone como ejemplos de análisis políticos «utópicos o fuera de la realidad» aquellos que, como en la Transición, quisieron dejar fuera de su ejercicio intelectual el papel y el poder que detentaban poderes fácticos como Ejército, Iglesia, comunidad internacional o élites financieras y económicas.

Unidas Podemos está intentando poner adjetivos a una futura República para dotarla de contenido

La aportación de este intelectual viene a responder a algunas de las propuestas que se han lanzado en los últimos tiempos para llegar a una república federal a través de diferentes consultas de autodeterminación en las nacionalidades históricas. «Seamos realistas. Mientras España esté bajo la esfera de influencia de una única potencia internacional, como es ahora mismo Estados Unidos, cualquier proyecto de autodeterminación no va a ser permitido en España por los poderes fácticos, ni en el extranjero por las diferentes potencias», subraya este intelectual, que apunta que un escenario diferente sería un conflicto entre potencias por la hegemonía en España donde cada uno de los bandos se apoye en una potencia diferente.

En este análisis, resultaría imprescindible que las fuerzas que hicieron posible expulsar a Mariano Rajoy de La Moncloa se sentaran y dotaran de contenido una nueva República. Unidas Podemos está en ello. Está intentando poner adjetivos a una república tratando de dotarla de contenido. Así, hablan de una república de los derechos, una república federal frente al centralismo, una república de la reforma fiscal progresiva frente a la monarquía de la creciente desigualdad y una república que sea bandera de una política limpia y honrada frente a las prácticas corruptas que se han ido descubriendo en los últimos años.

El principal problema para Unidas Podemos parece pasar por sumar a otros actores políticos a la lucha. Por una parte, el PSOE, el partido con más votos de este posible embrión, se muestra reacio a confrontar con la monarquía. Otra cosa es que, llegado el momento, no le quede más opción que la republicana. Por otro lado, también se desconoce si la oferta de una España federal es lo suficiente atractiva para ganarse los apoyos de fuerzas nacionalistas que han hecho del derecho a decidir de sus territorios su bandera y objetivo. Y, por último, y como se ha dicho anteriormente, no hay actores de derechas interesados en participar en esta fórmula. 

¿Una república de derechas?

Ante esta situación, Marina Subirats, por ejemplo, señala que «todo lleva a pensar que arrastraremos penosamente una monarquía obsoleta durante mucho tiempo, y que algún día, como ocurrió en 1931, caerá sin esfuerzo de puro anacronismo».

El filósofo Alba Rico añade nuevos elementos a la ecuación y lleva la política ficción todavía un poco más lejos para mostrar lo difícil que es averiguar los difíciles caminos de la política y de la Historia. El escritor dibuja un hipotético escenario futuro en el que la extrema derecha o «la derecha más potencialmente golpista» abandona a la monarquía para apropiarse de «un fraudulento discurso republicano frente al verdadero valedor de la monarquía, que es el PSOE». «Caben muchas maneras no-monárquicas de ser no-democrático (…) Cabe imaginar, pues, un neofranquismo sin rey y hasta me extraña que la derecha, en el contexto actual de desprestigio de la Corona, no juegue esta baza populista en su favor», explica Alba Rico.

«Lo más importante es pensar una alternativa republicana viable apoyada por una mayoría social inobjetable»

Así, el filósofo advierte a las izquierdas de que «más importante que enfocar la atención en una institución muy dañada desde dentro es pensar una alternativa republicana viable apoyada por una mayoría social inobjetable«. «Lo que hay que pensar es en la democracia y ofrecer a los españoles un modelo que, por su propia naturaleza democrática, dejará fuera a una dinastía patrimonialista y corrupta que muchos españoles -cada vez más- ya no quieren. Precipitar las cosas sin un proyecto republicano bien concebido, positivo y no nostálgico, atractivo para las mayorías, significa facilitar la estrategia de polarización de la derecha, que no cree en la democracia. ‘República’ quiere decir sencillamente acabar de una vez la Transición«, sentencia el pensador.

El escenario, por tanto, está dibujado. El tablero sigue encima de la mesa y el rey ha perdido a parte de sus escuderos. Todavía parece fuera de peligro, pero cuidado. Se avecina ofensiva

 

Por Alejandro Torrus

Fuente: Público

 



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