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Los griegos aportaron a la civilización la curiosidad y la capacidad de asombro ante los misterios del universo: no hay ninguna ciencia ni saberes que no hayan tenido entre sus sabios a un pensador ateniense. El arte de descubrir la dialéctica, y la capacidad de intercambio de conocimientos y saberes se los debemos a los griegos.

A diferencia de la peste Bubónica, que destruyó el poder de la iglesia, los habitantes del Medioevo creían que las peste era un castigo de Dios a causa de los pecados de los hombres, y que bastaba con la protección de Papas, obispos y curas para que cesara el reinado de la muerte; cuando se dieron cuenta que también este grupo selecto de la iglesia también contraía el contagio y moría, muchos de los seguidores dejaron de creer en los intermediarios ante Dios para pagar sus pecados directamente mediante la oración y la flagelación.

Si reflexionamos sobre los textos de Boccaccio, el principal testigo literario de “la muerte negra”, comprobaremos que este poeta atribuye los efectos de la peste al encuentro entre los astros, y no sólo al actuar pecaminoso de los hombres.

Al menos, la peste negra anticipó el Renacimiento y el valor del hombre, tan bien descrito en el texto Discurso Sobre la dignidad  humana, de Pico de la Mirandola y la valoración del ser humano sobre cualquier otra consideración, por consiguiente, la creatividad del hombre en la ciencia superó a la teología.




La Covid-19 nos ha traído la reacción de algunos gobernantes que estaban a punto de ser destronados, (el caso de Emmanuel Macron, en Francia, que no ha podido controlar la rebelión de los “chalecos amarillos”; Sebastián Piñera, en Chile, se salvó de la rebelión de 18-0, gracias al estado de excepción y la cuarentena; Donald Trump, pretende mantenerse en el poder a pesar de haber dejado la mortandad en su país; Jair Bolsonaro ha negado la existencia de este virus, y se mantiene en el poder gracias al apoyo de los fanáticos protestantes).

El hecho de enclaustrarse tuvo su origen en la antigua Grecia, a través de la filosofía epicuriana, cuyos seguidores se negaban a participar de la vida de la polis aislándose en El Jardín, (Epicuro fue uno de los más notables anti-políticos de la historia griega), donde se dedicaban a practicar el valor de la amistad, y la lejanía de la corrupción, propia de la sociedad.

En la filosofía helenística “los perros”, (los cínicos, opuesto diametralmente a hipócritas), se encuentra Diógenes de Sinope, (al igual que Sócrates, no dejó nada escrito), que sólo era conocido por su tocayo, Diógenes Laercio quien, escribía sobre las hazañas de los filósofos griegos. Diógenes de Sinope se hizo famoso por sus ironías en contra de Alejandro Magno, (la más conocida de todas tuvo lugar al responder a la oferta de Alejandro Magno de concederle lo que él quisiera, y Diógenes se apresuró a expresar: ´retírese para que pueda entrar el sol…´, (el sol era el símbolo del escudo de Alejandro Magno, y Diógenes, en su ironía, clamaba por la libertad de Atenas).

Los cínicos eran proselitistas: el mismo Diógenes de Sinope golpeaba con su bastón a quien contradecirle; otro de los discípulos entraba a las casas de los atenienses sin su permiso, a fin de iniciar un diálogo con la familia, con el interés de hacerles ver que llevaban una mala vida. (Los cínicos podrían considerarse los antecesores del anarquismo, o bien de los franciscanos mendicantes).

Volviendo a las distintas pestes sufridas por la humanidad, el Covid-19 nos está haciendo retroceder a los primeros siglos del cristianismo, en que los cristianos buscaban la soledad de los conventos para comunicarse directamente con Dios, (Orígenes, por ejemplo, se castró para eludir cualquier tentación humana de la carne), y los conventos se regían por la famosa sentencia “ora et labora”.

Actualmente, la única manera de evitar el contagio es el aislamiento, que se ha hecho extensivo a ciudades enteras y, en caso de Chile, no han faltado voces que pidan cuarentena para toda la Región Metropolitana, pues “han acostumbrado al virus a trabajar durante los días de la semana para que pueda descansar los sábados y domingos”.

Antiguamente existían las cuarentenas: se enviaba a una isla de Venecia a los contagiados con la peste, hoy, la reclusión abarca a países y ciudades enteras.

El confinamiento siempre ha sido un castigo, cuyo ejemplo más patético es el ´panóptico´ y las cárceles. Hoy, los poderosos se atribuyen el derecho legal y legítimo de encerrar a los ciudadanos, permitiendo que solamente hablen y circulen los poderosos. El Presidente Piñera, que aprovecha cualquier oportunidad a su favor, de lacónico durante el estallido social, se transformado en un personaje locuaz compulsivo, que aprovecha las cadenas nacionales para prometer vacunas y bonos y otras vituallas).

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

20/12/2020

 

 

 



Historiador y Cronista

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  1. Las connotaciones históricas del Sr . Gumucio , que emparenta a situaciones actuales (si las cree o no , es problema personal) , son gratas de leer.Gracias.

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