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Disputas entre borregos y el medio pelo: “Hay honor entre los ladrones”, proverbio inglés   

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Mientras la derecha elige al candidato a la presidencia del país, una madre oscurece el cuarto de su vivienda. Así, sus hijos se quedarán dormidos. Han llorado todo el día, agobiados por el hambre y ella, no tiene recursos para darles de comer. Mientras los políticos examinan las bondades de los postulantes, la madre ignora, si al día siguiente, dispondrá de recursos para adquirir alimentos. A lo mejor, consigue una cajita de comestibles de una institución de caridad. Debe levantarse al alba para hacer la cola y dejar a la prole a cargo de una vecina. Mientras el Ministro de Defensa analiza las próximas compras de armamentos, que se empinan por varios millones de dólares, los contenedores de la basura son asaltados por quienes tienen hambre. Como el armamento urge renovarlo, otras necesidades deben ser postergadas. El país no puede quedar expuesto a la voracidad extranjera. Alguien alegará que ahora, no somos dueños del agua, cobre, litio, carreteras y ni siquiera del litoral, pero algo queda. ¿Y hacia dónde se encaminaría el interés foráneo por nuestras riquezas? Seguimos siendo dueños del paisaje, que se puede comercializar a los cineastas y a los fotógrafos aficionados. También son apetecidos nuestros eclipses, sean de luna o sol, para estimular el turismo.

Los más codiciados contenedores de la basura se hallan a la salida de los restoranes de lujo. Una cena corriente ahí, no baja de los 75 mil pesos por pareja. O sea, las sobras son de calidad. Y aunque usted lo dude, es necesario reservar mesa con una semana de anticipación. ¿Acaso no es un privilegio? Desde luego, ahí concurre el 7% que apoya al jefe. Los patipelados y la clase media, deben resignarse con ir a comer a las cocinerías. Ahí, una cazuela de ave o un trozo de merluza frita y puré, tranquilizan las tripas, aunque parece ser una suntuosidad. También se puede aspirar a un cocido de bofes. No lejos de los restoranes de lujo, donde abruma la opulencia, se celebra una boda y los invitados, disfrutan de los manjares, beben champaña, bailan y brindan por la prosperidad. Los tiempos mejores para ellos, no tienen horizonte. ¿Y a dónde van a viajar los novios en su luna de miel?  Bien podría ir al oasis del cuento del país de la Jauja.

Mientras no se detiene la fiesta, el holgorio aumenta, en tanto la nave se hunde, los comensales brindan y los políticos se afanan en buscar al candidato. Examinan su pedigrí, evalúan su patrimonio, alianzas familiares y políticas  y si la selección va a ser del agrado de la SOFOFA, insoslayable requisito. ¿Quiénes conforman este selecto grupo calificador? En su mayoría, proviene del medio pelo trepador. Advenedizos por antonomasia, dominados por delirios sociales, sueñan mejorar su entorno familiar. Ahora, fruncen la boca para hablar y leen novelitas rosa. Sus apellidos no figuran en la nómina de los directores de las grandes empresas, en la banca o en aquellas instituciones, dedicadas a la desenfrenada usura. Mientras tanto, los grandes señorones —en una época sus abuelos vendían chucherías en canastos— se ofenderían si estos empleados, los tutearan. Como se han blanqueado, la distancia es la distancia y debe respetarse, aunque duela. La sangre es la sangre, compatriotas, junto al color de la piel, pues el pedigrí se hereda y no se vende en la plaza pública.

El fin de semana, Mario Desbordes renunció como Ministro de Defensa y Sebastián Sichel, cuya militancia política ni él mismo conoce, a la presidencia del Banco Estado. Ambos, aspiran a ser candidatos a la presidencia del país, apoyados por la borregada y el medio pelo. Sin embargo, el candidato de los dueños de Chile es otro y permanece tapado. Sólo se anunciará su nombre, el día anterior a la estampida general.

Por Walter Garib

 

 

Escritor y Cronista

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