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El mundo después de la peste y los anhelos de fin de año

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Una de las tantas paradojas de Pascal se refiere reflexión sobre el confinamiento: si nadie saliera de su casa se evitarían muchos males, que son producto de la sociabilidad.

Este año, 2020, que ya termina, no ha sido el peor en la historia de la humanidad: dos años antes de la Revolución Francesa se dieron dos heladas que asolaron los campos, con la consiguiente hambruna y muerte; en 1358 se diseminó por Europa la peste bubónica, que significó la muerte de un tercio de los habitantes de Europa; en 1918 los soldados americanos repartieron la peste por Europa, la gripe española, (cuyo origen se dio en Estados Unidos), en que murió casi la mitad de los contagiados. Las primeras fotos con mascarillas, que podemos observar hoy, pertenecen a esta última fecha.

Volviendo a la pandemia en Chile, pienso que la vacunación masiva que podría terminar con los contagios, no cambiará demasiado los hábitos adquiridos por el encierro: seguiremos siendo seres solitarios, por lo tanto, superiores (según Nietzsche), es decir, dejaríamos de pertenecer al “rebaño acrítico, que sigue a la opinión pública sin poner en cuestión el llamado ´sentido común´, para dedicarnos a crear, desarrollar y vivir el pensamiento. (Por desgracia, aún continúan dominando los medios de comunicación de masas que, en su mayoría, pertenecen a los millonarios de Chile, y que transmiten la ideología del neoliberalismo).

Si bien la peste bubónica, (1358), trajo consigo el Renacimiento, en el caso de la peste actual aún no se vislumbra cuál va a ser el mundo por venir. Hasta ahora sólo hemos asistido a la radicalización de los males del pasado, (en el caso chileno, por ejemplo, ha servido para que los personeros del gobierno del actual Presidente, Sebastián Piñera, descubran que la mayoría de los chilenos vive en grados infrahumanos de hacinamiento y de miseria, lo cual significa que la élite actual no tiene ninguna visión de la realidad, por consiguiente, no les interesa gobernar para la gran mayoría, que lo eligió).

Las crisis de las instituciones, propias del siglo XVIII, están fracasando una a una, y el rechazo a los políticos nos ha llevado a instalar en el gobierno a aventureros nacionalistas, como Donald Trump, Jair Bolsonaro y los líderes de la ultraderecha europea, (al menos, los fiorentinos tuvieron el buen gusto de quemar a Savonarola y de terminar con su secta de fanáticos.

Está claro que Estados Unidos va a dejar de ser la primera potencia mundial y, en muy pocos años, este país será superado por China, Rusia e India. El Occidente moriría como muy bien lo anunció el filósofo de la historia, Oswald Spengler. (En el caso actual de Estados Unidos, cuando ninguno de los dos candidatos quiere reconocer su derrota, no resta otro camino que un enfrentamiento, muy parecido a una guerra civil, tan mortífera como la de la segunda mitad del siglo XIX en ese país; a Trump sólo le queda una carta para anular la elección del 3 de noviembre: que el 6 de enero, el Senado y la Cámara de Representantes rechacen los resultados enviados por el Colegio Electoral, lo cual significaría que, en el caso de la Cámara de Representantes, eligiera a la Vicepresidenta, Kamala Harris, pues el Partido tiene mayoría en esta Institución, y el Senado lo hiciera por Tump, como Presidente, ya que los Republicanos cuentan con una estrecha mayoría.

En cuanto a los países de América Latina, que muy poco han interesado a los distintos gobiernos norteamericanos, (salvo Cuba, Nicaragua y Venezuela), se convertirán en un terreno fértil para la penetración de China, tal cual está ocurriendo con los países africanos.

En el caso de las energías fósiles, al bajar el precio actual, serán cada día más accesibles; en cambio, las energías limpias se convertirán en el centro de la competencia económica mundial: de ahora a pocos años más, la casi totalidad de los vehículos de transporte serán impulsados por baterías eléctricas, (cuyo producto principal es el litio, favoreciendo al triángulo Bolivia-Chile-Argentina, si es que nuestras oligarquías no venden la materia prima para ser procesada en China). La energía fotovoltaica hará muy barata la eléctrica; además, se desarrollará la energía mareomotriz y la eólica, todas estas muy favorables para América Latina.

La decadencia de las Instituciones, que se observa en estos momentos, debería posibilitar el fin de las democracias representativas para dar paso al nacimiento de un protagonismo de la sociedad civil, que nunca antes como ahora ha tenido la oportunidad de acceder al poder, que es legítimo derecho. Cuando se consigna en todas las Constituciones existentes en el mundo que el pueblo es soberano, es una mentira, pues esos representantes elegidos se han apropiado del poder sin rendir cuenta a sus representados. La única vía para gobernar es la democracia directa.

Esperemos que los nuevos tiempos se den con más democracia y menos oligarquía.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

19/12/2020

Historiador y Cronista

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