No habrá una nueva constitución si no terminamos con la plutocracia portaliana
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El único pacto social que ha existido a través de la historia de Chile ha sido entre fracciones de la plutocracia. Es cosa de ver las tres Constituciones ilegítimas en su origen, (las de 1833, 1925 y 1980), que definen las formas de gobierno y las reglas de convivencia entre estas fracciones, pero en todas estas los ciudadanos no son otra cosa que masas sumisas. Por consiguiente, por ningún motivo se debe restaurar el pacto social existente, sino construir uno nuevo, basado en una democracia social, cuyo actor principal sean los ciudadanos, la soberanía popular, por consiguiente, instaurar un régimen político parlamentario con muchos elementos de democracia directa, (revocación de mandato, iniciativa popular de ley, referéndum, plebiscito…).
El dictador Diego Portales siempre despreció la ley y la Constitución:
“…El bien no se hace sólo tirando decretos y causando innovaciones que, las más de las veces, no producen efectos o los surten perniciosos”.
“Con los hombres de ley no puede uno entenderse: y así, ¡para qué carajo! sirven las Constituciones y papeles, si son incapaces de poner remedio a un mal que se sabe existe…En Chile la ley no sirve para otra cosa que no sea producir la anarquía, el libertinaje, el pleito eterno, el compadrazgo y la amistad…De mí sé decirles que con ley o sin ella, esa señora que llaman la Constitución, hay que violarla cuando las circunstancias son extremas…” (Alfredo Jocelyn Holt, El peso de la noche, pág. 113).
“La democracia, que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo de los países como los americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es necesario para restablecer una verdadera República. La monarquía no es tampoco el ideal americano: salimos de una terrible para volver a otra ¿y qué ganamos? La República es el sistema que hay que adoptar; ¿pero sabe cómo yo la entiendo para estos países? Un gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes…” (ibídem:103).
Portales, un hombre pragmático del poder, sólo distinguía a los hombres entre los buenos y los malos: el Estado debía servir a los buenos y perseguir con todo rigor a los malos, (los buenos eran los que apoyaban al gobierno, los malos, personificados en Freire, los pipiolos, los militares, héroes de la independencia, a quienes desterró).
A Portales le servía la iglesia católica para domesticar a los díscolos: creía en los curas, pero no en Dios y, por ejemplo, se reía de Mariano Egaña por creer en la ley, (en una carta dirigida a su socio Cea, se mofaba cuando una vez le preguntó a Egaña sobre la idea del recurso de amparo, quien le entregó un verdadero tratado, y Portales le decía: ´usted cree en Dios y yo en los curas´).
“Este escéptico del poder”, como llama Jocelyn Holt a Portales, consideraba a los aristócratas beatos y malos, pero le eran útiles – como los curas – para mantenerse en el poder:
“El orden social se mantiene en Chile por el peso de la noche y porque no tenemos hombres sutiles, hábiles y quisquillosos: la tendencia casi general de la masa al reposo es la garantía de la tranquilidad pública. Si ella faltase, nos encontraríamos a oscuras y sin poder contener a los díscolos más que con medidas dictadas por la razón, o que la experiencia ha enseñado ser útiles; pero, entre tanto…” (Ibid.: 148).
La idea fundamental de la oligarquía pelucona era la mantención del orden a cualquier precio, y la Constitución y la ley no debería cumplir otro objetivo distinto a mantenerlo. La Constitución de 1833 se adaptó perfectamente a la hegemonía liberal, a partir de 1861 y, posteriormente, al parlamentarismo, impuesto por los triunfadores de la guerra civil de 1891.
A la plutocracia no le faltaban motivos de temor frente a enemigos poderosos: en primer lugar, al boliviano Andrés de Santa Cruz y la Confederación Perú-Bolivia; en segundo lugar, el miedo a los “bandidos”, que asolaban el sur de Chile, (Jocelyn-Holt cita las Memorias de Martina Barros, en 1867, que contaba cómo los aristócratas, dueños de fundos, tenían que pactar con el famoso bandido, Ciliaco Contreras, que era el terror de la comarca, (en esos tiempos, salir con vida del paso de los cerrillos de Teno camino a Curicó era, en realidad, una verdadera hazaña).
Federico Errázuriz Zañartu, durante su mandato presidencial, nombró a Benjamín Vicuña Mackenna como intendente de Santiago, quien se propuso como objetivo el de adornar el Cerro Huelén, (hoy Cerro Santa Lucía), en ese tiempo, un peladero que el intendente convirtió en el más bello paseo para santiaguinos y turistas; en las alturas del Cerro ordenó construir una terraza que permitía observar, día y noche, el movimiento de “rotos”, gañanes y prostitutas en la Cañada y la Chimba, (actual Recoleta e Independencia).
Hacia 1905, la ciudad de Santiago estaba desprovista de vigilancia, pues los militares estaban en Talca, en maniobras propias de su oficio, época en la cual se produjo la llamada “huelga de la carne”, (debido al alza de alimento, proveniente de Argentina); tomada la ciudad de Santiago, los manifestantes se dirigieron a la casa del Presidente de la República, Germán Riesco, afortunadamente para él, no lo encontraron; la fuerza policial era tan débil e insuficiente en número que fue incapaz de defender el Club de la Unión, (uno de los blancos de los atacantes).
En fechas posteriores, el centro de Santiago fue ocupado por la masa de miles de pobladores: el 2 y 3 de abril de 1957, (aún recuerdo este acontecimiento), Carlos Ibáñez del Campo, Presidente de la República en ese entonces, declaró el estado de excepción y ordenó a los militares, bajo las órdenes del general Abdón Parra Urzúa, que dispararan al pueblo amotinado, (hay muchos mitos sobre la brutalidad de Ibáñez, algunos de ellos falsos, o bien, no comprobados, (por ejemplo el de que hundió a los homosexuales en la Rada de Valparaíso), como tampoco se sabe sobre el número de víctimas de ese 2 de abril). Todos los partidos políticos, incluido el Socialista, de Salvador Allende, y La Falange, le concedieron a Ibáñez la presentación del estado de sitio, que él no aplicó).
Mientras la oligarquía fue propietaria del poder, utilizó la Constitución y la ley, pero no tuvo ningún recato en sobrepasarla, como sí lo había hecho su inspirador, Diego Portales. Mientras la democracia le sea útil para mantener la hegemonía, la derecha chilena no dudará en recurrir al imperio de la ley, pero apenas se vea en peligro, apelará al poder de las armas.
El sentido del orden y la ley que el Presidente, Sebastián Piñera, plantea no es otro diferente al de la plutocracia portaliana.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
04/12/2020
Bibliografía
Alfredo, Jocelyn-Holt, El Peso de la noche, nuestra frágil fortaleza histórica, Planeta- Ariel, Santiago, 1997
Leopoldo, Castedo, Chile: vida y muerte de la República Parlamentaria, Sudamericana, Santiago, 2001
Felipe Portales says:
Muy acertada las citas de Diego Portales que ilustran las características esenciales de nuestra mitológica «República democrática» desde siempre. Una república donde prima el poder fáctico sobre cualquier consideración jurídica o de derechos humanos. La tristemente célebre carta de Portales, en que se mofa cruelmente (con el ejemplo de ¡una parvulita violada!) de la Constitución y de la ley, debe ser el documento escrito más despectivo del Estado de Derecho escrito por alguna personalidad política en la historia. Y no nos olvidemos que incluso nuestra Constitución considerada más «democrática» (impuesta por Alessandri y los militares en 1925; y que Hans Kelsen y Eduardo Frei consideraron virtualmente dictatorial) fue sistemáticamente violada por leyes, decretos y prácticas represivas a lo largo de su vigencia, fundamentalmente hasta 1958.
Gino Vallega says:
Los dirigentes de las centro izquierdas medio pelo son fácilmente fagocitadas por las derechas plutoligárquicas ( nos lo dijo Clodomiro Almeyda en 1968) como el pueblo desvalido es atraído por el brillo erótico de los malls.Se debe vivir con algunas «verdades relativas» y actuar en consecuencia.Muchos optarán por «si no puedes vencerlos , úneteles» y otros seguirán «masticando arena del camino pedregoso». Nos queda ,SI,el «sagrado derecho a pataleo».
rafael gumucio says:
grandes verdades Felipe
Felipe Portales says:
Pero no hay que olvidarse de que -con la excepción del período 60-70 y de la dictadura- hemos tenido siempre una lastimosa centro-izquierda que, independientemente de su discurso (incluso, a veces, hasta radical) ha estado siempre sometida en la práctica a los designios de la tradicional derecha política y económica. Recordemos que los gobiernos «centroizquierdistas» entre 1938 y 1958 preservaron la cédula de partido que permitía el cohecho y el acarreo de los inquilinos que distorsionaban las elecciones en beneficio de la derecha; preservaron y acrecentaron las leyes represivas contra los sindicatos y sectores populares; preservaron el ignominioso sistema de hacienda y la inconstitucional prohibición de la sindicalización campesina. Y numerosos políticos y burócratas (especialmente radicales) terminaban en directorios de bancos y grandes empresas privadas. ¡Para qué hablamos de la post-dictadura!…