Una solución para poner fin a la abstención: la restauración del cohecho
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Casi todas las primeras páginas de los diarios chilenos, del día lunes 30 de noviembre, estuvieron dedicadas a informar que sólo había votado un 3% del padrón electoral para las primarias de gobernadores y de alcaldes.
Ahora, los electores están más conscientes y votan en comicios que verdaderamente les importa, (un caso reciente es del rechazo a la una Convención Mixta, que significaría que los parlamentarios se inmiscuyeran en la discusión, redacción y conclusiones de la nueva Constitución), por consiguiente, en esas elecciones los ciudadanos se pronunciaron por la Convención Constituyente, (cien por ciento elegida por el pueblo).
Es cierto que las primarias son vistas exclusivamente para militantes de partidos políticos, así la realidad sea otra: los gobernadores regionales, por ejemplo, son esenciales para terminar con el centralismo; no hay que confundir candidatos independientes con personas apolíticas y neutrales, y el hecho de no militar en un partido político determinado no obsta a tener una clara definición política, (en la mayoría de los casos, los dirigentes sociales tienen un compromiso mucho más profundo con el servicio público que los dirigentes políticos de hoy).
En el pasado, las elecciones eran sinónimo de cohecho, (para los pobres constituía un verdadero día de fiesta, según Manuel Rivas Vicuña). El historiador Gonzalo Vial incluye, en su Historia de Chile, un artículo publicado en el Diario El Ferrocarril, del famoso político y diplomático Marcial Martínez, quien proponía que el gobierno comprara a los parlamentarios, (hubiera podido ser mejor que lo hicieran las grandes empresas, como lo es actualmente).
El famoso diplomático recalcaba que el hecho de comprar a los electores por parte del gobierno, además de ser una economía para el erario, permitiría substituir “el botín bélico de los bandos indisciplinados, por la paga organizada de las tropas regulares. Admitido el soborno de los Parlamentarios por el gobierno, sólo faltaría que el primero creyese que sus decisiones eran ´el fruto de la independencia y de su libre albedrío ´”.
“Consideraba enseguida – Martínez – una alternativa de su proposición…tan burlescamente cínica como ésta. A saber, que el Ejecutivo sobornase no a los parlamentarios, sino a la misma masa electoral, es decir, que el gobierno cohechara al pueblo mismo” (Vial: 614).
El hecho de que haya un abultado número en abstención favorece a la oligarquía: mientras menos votantes haya, más segura tiene el parlamentario su curul que, con dos o tres elecciones seguidas podría hacerlo millonario, pero el problema radica en el desprestigio de la democracia electoral y pone en cuestión la representación.
El escritor y Premio Nobel de Literatura José Saramago relataba, en una de sus obras, Ensayos sobre la lucidez, que en cierta elección municipal todos los electores se pusieron de acuerdo para votar nulo, y el gobierno, en su desesperación, ordenó repetir la elección, pero nuevamente ocurrió lo mismo, y una tercera y cuarta vez, también.
El análisis político de una elección con una participación del 3% del universo electoral carece de interés, salvo constatar el evidente rechazo ciudadano, no precisamente a la política, a la democracia y a los partidos políticos, sino a la calidad de las personas que se postulan y que se dedican a esta profesión, (también podría ocurrir en otros oficios; si los cirujanos fueran carniceros, nadie querría someterse a una intervención, pues mejor morir en cama, que herido de muerte a causa de un bisturí mal manipulado).
En las elecciones del domingo, 29 de noviembre último, ganó el grupo, ahora denominado Unidad Constituyente, que agrupa a democratacristianos, socialistas, PPD, Progresistas, radicales y Ciudadanos, logrando 254.560 votos para gobernadores: el primer lugar, lo ocupó la Democracia Cristina, con 103.000 votos, el 40,66%; más lejos se ubican los Partidos Socialista y el PPD.
El Frente Amplio sólo alcanzó 67.000 votos: el Partido Comunes logró aventajar a liberales y a Revolución Democrática. Los ecologistas e independientes sólo obtuvieron 6.000. La candidata de Comunes, Karina Loretta, que encabezó la lista del Frente Amplio, ahora es presionada a unirse a Claudio Orrego, quien lideró la votación de los antiguos Partidos de la Concertación, (posteriormente, Nueva Mayoría). Claudio Orrego, aunque joven aún, se está convirtiendo en un viejo político, (ya fue intendente de la RM, y candidato presidencial en las primeaias de 2013, en que se presentaba como un gran católico, casi como un “obispo” en las luchas electorales; la gente olvida que Orrego es hijo del famoso inventor de la estrategia de “los mariscales rusos”, que consistía en el derrocamiento de Salvador Allende ad portas del invierno santiaguino que, según la imaginación de este caballero, era tan “crudo” como el invierno ruso).
Está claro que la derecha es “propietaria” de las comunas de Providencia, Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea. En cuanto a las elecciones para elegir a los candidatos a Alcalde o alcaldesa en Vitacura, se dio la gran batalla entre la hija política de Evelyn Matthei, Camila Merino, (47,5% de los votos), y el pupilo de Joaquín Lavín, Pablo Zalaquet, (27,7% de los votos), personaje predilecto de la farándula, la televisión y el cine. En Lo Barnechea el triunfo fue para Cristóbal Lira (UDI), pupilo y heredero del ex alcalde Guevara, (hoy intendente de la Región Metropolitana).
Aun cuando no es, bajo ningún punto de vista ético, ni moralmente aceptable, el Estado tendrá que recurrir al cohecho de los ciudadanos si no se impone ya el voto obligatorio, con altas penas y multas millonarias, o lo que sería mejor, la refundación de la República, a través de la Asamblea Constituyente, lo cual parece difícil, pues en Chile se premia, en general, a quien sabe robar sin que lo pillen.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
01/12/2020
Bibliografía:
Gonzalo, Vial, Historia de Chile, 1891-1973, Vol.1 tomo2, Zig-Zag, Santiago, 1983
René González says:
Don Viejo: Me parece que quedaría mas completa la idea si cambia el punto final por una coma y agrega lo siguiente: sobre todo si es general.
Felipe Portales says:
Pero también es cierto que nuestra «debilucha» centro-izquierda (salvo en el período 60-70) así como se subordinó desde 1990, luego de la dictadura que la reprimió; se subordinó también completamente a la derecha hasta 1958. ¡Sin siquiera alegar o darse cuenta por más de 30 años (curiosa analogía…) aceptó sin chistar (¡porque no estuvo ni siquiera en sus planteamientos!) que se eliminase la cédula única en noviembre de 1925, luego de que en la elección presidencial de octubre (de Figueroa) un candidato popular (Santos Salas; «Salas sale solo»…) en contra de todos los partidos (con excepción del PC) obtuviese casi un 30% de los votos y ¡casi ganase en Santiago!, lo que hizo entrar en pánico a la derecha y el PR que reimpusieron sin objeción alguna la cohechable cédula confeccionada por cada partido…hasta 1958.
rafael gumucio says:
EL BLOQUE DE SANEAMIENTO DEMOCRATICO
DERROGACION DE LA LEY MALDITA
LEY ELECTORAL FIN DEL COHECHO
CHILE FUE UNA DEMOCRACIA QUE HABRIO CAMINO A SALVADOR ALLENDE
Felipe Portales says:
Cuando hubo efectivamente democracia en Chile (entre 1958, en que se estipuló la cédula única, y 1973) las elecciones eran realmente una fiesta cívica en que la generalidad del pueblo participaba entusiastamente en las campañas y ponía afiches de su candidato en las ventanas de su casa o departamento y, por cierto, concurría masivamente a votar. Incluso muchos se entusiasmaban al ser vocales o presidentes de mesa; o como apoderados de lista; o incluso, sin serlo, iban a presenciar los escrutinios en los lugares de votación. Esto no era por cumplir un rito, sino porque se comprendía que las elecciones eran realmente instancias determinantes en la vida del país y de cada ciudadano. No como ahora en que básicamente se elige entre dos derechas.
Gino Vallega says:
El Pillo Piñerín y su ministro Brito Bruttoni , estarían felices de cohechar a la pobla con el 10 % de su AFP siempre que les devuelva el capital y paguen intereses e impuesto a la «megra renta».