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Piñera y la agonía de un régimen en fuga

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“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana, después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.” Así comienza la novela “La Metamorfosis” de Franz Kafka. Hago referencia a ella al observar similitudes en la vida de ciertos personajes de nuestra política. Cada mañana despiertan convertidos en insectos y sufren diarias metamorfosis, pues ansían mantener sus privilegios. Dentro de esta fauna, es difícil seleccionar a alguno de ellos como ejemplo, pues todos se parecen entre sí. Dan deseos de escribir un ensayo sobre la egolatría que los agobia, pues se aferran al poder, a sus mendaces privilegios, obtenidos bajo sucesivas maulas. Dominados por su enfermiza ansia de poder y la vanagloria, al creerse iluminados, se convirtieron en personajes que utilizan la autoridad para servir a las castas privilegiadas. Cada cual con su tarifa en pesos, dólares, euros o yuan.

Como personajes de novela, representan el ideal. Nadie como ellos, reúne las características para ser modelo del antihéroe. Desde hace tiempo, vapuleados por la rebelión popular, debido a sus desaciertos y caprichos seniles, donde priman sus intereses personales, se aferran al poder. En estos meses se han disfrazado de prohombres. Elegidos por borregos y analfabetos políticos, supieron engatusar al electorado, a quienes prometían el Paraíso Terrenal. Hay quienes afanados, todavía buscan ese mítico lugar en esta angosta faja de tierra, cuyo mar no les pertenece. Ni siquiera el agua, el litio, las reservas forestales, las carreteras, ni el cobre. Menos aún la electricidad, en manos chinas.

En las novelas, figuran personajes inolvidables; unos que quisiéramos imitar y otros, que nos causan rechazo. Don Quijote de la Mancha se convierte en paradigma. El sentido de la justicia, lo hace realizar aventuras descabelladas, que en casi todas las situaciones, terminan en desgracia. Se siente justiciero, llamado a luchar por los débiles y desprecia tanto a la iglesia y a la monarquía, lo cual se cuida en decir, pues representan la potestad. Ambas instituciones destinadas a oprimir al pueblo, se convierten en pilares del poder absoluto, que con el tiempo, se transforman en sostenedores de la actual oligarquía. En el otro extremo, se halla en la novela “Los miserables de Víctor Hugo, el perverso policía Javert, quien persigue mediante enfermiza pasión a Jean Valjean, que por robar un pan es condenado a las galeras.

Entre estos dos personajes, Don Quijote y el policía Javert, se mueve el protagonista de nuestra realidad. Sin olvidar, desde luego, que en el alma de cada ser humano, pervive el bien y el mal, el sentido de la justicia y de la infamia. Abundan los falsos Quijotes, dispuestos a engatusar a sus semejantes, pues el inspector Javert, vive en el alma de estos sujetos. No se puede desconocer la novela corta “El extraño caso del doctor Jeckyll y Míster Hyde de Robert Stevenson. Ahí en un mismo personaje, conviven don almas que se contraponen. En literatura hay infinidad de novelas que abordan este tema, donde se desatan las contradicciones. La eterna lucha por lograr el poder, para a convertir en oro, cuanto se toca. Oro que es la sangre arrebatada a quien la entrega, a cambio de migajas.

A menudo, la oligarquía sacrifica a sus hijos preferidos y los utiliza, para continuar aferrada al poder. Es la historia de cualquiera de nuestros personajes ya descritos, que empiezan a experimentar la soledad, unida al fracaso. Han empezado a sentir desconfianza de quienes los acompañan, al observar la agonía de un régimen perverso. Quieren renunciar y lo manifiestan, al verse repudiados por quienes los encumbraron al poder. Ansían marcharse al dorado exilio, huir, antes del recrudecimiento del diluvio universal. Pero sus patrones se lo impiden, pues temen que se les cierre para siempre, el tan pródigo granero del reino. Una y mil veces saqueado.

Por Walter Garib

 

 

Escritor y Cronista

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