El jabón que pisamos en la ducha (palabras a las orillas de un epitafio)
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1978: En Chile recién comienza la inducción al sueño de oropel de las capas medias, que abandonan paso a pasito los valores que le sostenían como tejido social solidario, para internarse en una desbocada carrera por el exitismo individual y el aspiracionismo socio económico, tratando de abandonar de un salto al abordaje, esa cuna de esfuerzo de trabajadores emergentes y morder por fin la zanahoria por la vía rápida. Todas quisieron ser reinas; todos quisimos ser reyes y nos pareció posible.
Perico se transformó en el ícono de todo aquello que había que dejar atrás, de la mano de esa ramita que nos sacaba de las arenas movedizas: una línea de crédito que nos permitiera vestirnos de seda, pero seguir siendo, sin embargo, lo que siempre fuimos: trabajadores carentes de derechos fundamentales, mirando de soslayo un edulcorado camino a la enajenación y al desclasamiento.
“Cómprate un auto Perico”, Cómprate otro auto Perico. Cómprate un TV de 60 pulgadas para cada pieza de tu casa Perico, Ahora cómprate un Smart TV, Perico. Cómprate un celular de alta gama y cámbiate de barrio Perico, a los barrios altos Perico. Manda a tus hijos a estudiar a un colegio particular y si no puedes, a un subvencionado, para que hagan redes y después a carreras para ganar harta platita Perico. Saca una Mastercard, una Visa y mejor aún, una Diner Club, Perico. Mándale dos, tres cuentas corrientes al hilo Perico….en resumen, deja que te ensartemos un anzuelo en el escroto Perico, y te financiamos tu sueño infantil de oropel.
Nunca entendimos que ese treparse en el arribismo, necesita de quienes se queden abajo, y esos que se quedaban abajo seguíamos siendo los de debajo de siempre: los mismos que nos ensartábamos el anzuelo corriente arriba, para ir como salmones en viaje al desove y a la muerte…tal vez muchos un poco más arriba, pero de abajo; los de abajo con títulos técnicos y universitarios; ilustrados, endeudados y contribuyentes del poder financiero que nos pintó el paraíso.
Perico ingresa por la puerta ancha del Banco Santiago con su amada, dejando atrás el romanticismo que envolvía su pensamiento en Ismenia, su amor, que aunque valoraba el ramo de flores, la ilusión y la musiquita docta del imaginario de su loco amante, no empaña su claridad de que comprar un auto con crédito automotriz del Banco Santiago, era lo importante. En el camino, hasta los obreros de la construcción se sorprenden de que Perico ande en bicicleta y se burlan; hasta los niños se burlan. Todos se burlan de Perico. Nadie puede querer ser Perico y nadie quiso ser Perico. Todos nos burlamos de Perico, todos nos burlamos de nosotros mismos.
Gracias Nissim Sharim por todo tu arte entregado en las tablas. Un grande de los grandes del teatro nacional. Qué lástima que Perico casi se haya comido tu alma, en la percepción de nosotros, la tropa de chilenos, que tuvimos pocas conexiones con tu arte, más allá de esa inolvidable propaganda de 1978, cuando Chile era conducido al laberinto en que destruimos las claves fundamentales de nuestra convivencia, para cambiarla por ese sueño con caminos de soledad con que tú y nosotros, con ingenuidad de niños, nos engolosinamos hasta la angustia. La inocencia nos absuelve, pero la experiencia hoy nos obliga. Buen viaje, si es que hay algún viaje en el camino, cuando nos sumergimos en el túnel de la muerte.
Chiloé, noviembre de 2020.
Por Marcos Uribe
ramon roman says:
Una descripción total de un pueblo enajenado por el oropel que solamente satisface el momento. Gracias, muchas gracias, don Marcos Uribe, por haber puesto en letras una realidad insoslayable.
ramon roman says:
Y no lo olvide, don Marcos Uribe, que usted reconoce que «este sueño» introducido por una minoría, según usted, abarcó a todo un pueblo, incluído don Nissim, cuando usted escribe esto: «… para cambiarla por ese sueño con caminos de soledad con que tú y nosotros, con ingenuidad de niños, nos engolosinamos hasta la angustia. La inocencia nos absuelve, pero la experiencia hoy nos obliga.» De todas formas, el viaje terminó y durante el trayecto, don Nissim, dejó enseñanzas mas positivas que negativas y eso es lo que hay que recordar de un pasajero más de este limitado viaje llamado existencia. Don Nissim, gracias por su existencia.